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El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, en la cumbre de la COP26

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, en la cumbre de la COP26Brendan Smialowski / AFP

Un presidente cuestionado

Las malogradas promesas de Biden un año después de ganar las elecciones

El presidente estadounidense todavía no ha cumplido un año al frente de la mayor superpotencia del mundo y ya acumula varios fracasos en política interior y exterior

La gerontocracia, que era habitual en el Presidium soviético, se ha instalado en la Casa Blanca. El presidente Joe Biden cumplirá 79 años este mes de noviembre. Los mentideros de Washington especulan sobre su futuro retiro y relevo por la vicepresidenta Kamala D. HarrisBiden todavía no ha cumplido un año al frente de la mayor superpotencia del mundo y ya acumula varios fracasos en política interior y exterior.

Política interior

En cuestiones migratorias el efecto llamada ha crecido. En los dos primeros meses de este año, han sido interceptados quince mil inmigrantes menores sin papeles, cuando en todo el año 2020 fueron 37.000. El inquilino de la Casa Blanca negocia una propuesta de ley para legalizar la presencia de 11 millones de hispanos.

Por su parte, los republicanos de Florida, Georgia y Arizona están implementando controles sobre el derecho al voto, respondiendo a las acusaciones de fraude del expresidente Trump. En réplica, los demócratas manejan un proyecto legislativo, conocido como «Ley para el pueblo», que reduce las condiciones para votar. Esos once millones de nuevos ciudadanos pueden asegurar futuras victorias demócratas.

El presidente también anunció su intención de «unir la nación», pero los republicanos rechazaron su proyecto de la ley electoral.

Incluso dentro de su propio partido, dos senadores demócratas, Kyrsten Sinema, de Arizona, y Joe Manchin, de Virginia Occidental se resisten a cambiar el reglamento del Senado para aprobar leyes por mayoría. El senador Manchin negoció una legislación más suave para conseguir el apoyo de los republicanos, obteniendo fuertes críticas del ala izquierdista del Partido Demócrata. Tampoco Sinema ha salido bien parada y la presionan para que apoye la agenda de Biden o la dejarán sin fondos para las próximas elecciones. Kyrsten Sinema está en contra de subir el tipo impositivo de las empresas y el tipo marginal del impuesto sobre la renta de las personas físicas. Dentro del partido del burro, los moderados del Senado se enfrentan a los radicales del Congreso.

Para someter una ley a votación es necesario el respaldo de sesenta senadores. Los demócratas tienen 51 escaños. Dos de ellos, Manchin y Sinema, quieren mantener esa norma que obliga a tender puentes entre demócratas y republicanos. Especialmente cuando, el año próximo, se renueve un tercio del Senado y la Cámara de Representantes completa. El prometido impulso al bipartidismo es otro de los fracasos en el primer año de Biden, que está recurriendo a un número excesivo de órdenes ejecutivas.

El presidente intenta sacar adelantes medidas para dificultar el acceso a las armas, lo que irrita a los republicanos, a muchos estadounidenses y a la poderosa Asociación Nacional del Rifle, que agrupa a cinco millones de socios y es la organización de derechos civiles más antigua de los Estados Unidos.

Dentro del propio partido de Biden hay enfrentamientos entre izquierdistas y centristas. Estos últimos han reducido el gasto social y de infraestructuras de Biden de 3,5 a 1,75 billones de dólares

Bernie Sanders, que preside la Comisión de Presupuestos del Senado, propuso elevarla a 6 billones. Las ayudas asignan 400.000 millones de dólares para pagos directos de 1.400 dólares a las minorías con menores ingresos y 350.000 millones en ayudas a los Gobiernos estatales y locales. En represalia, la facción izquierdista ha boicoteado parcialmente el keynesiano plan de infraestructuras, que supondrá 2,3 billones de dólares.

Otra promesa frustrada fue destinar 1,9 billones de dólares para elevar el salario mínimo a 15 dólares la hora, el doble de ahora. Se estrelló en el Senado, cuando se supo que aumentaría el déficit en 54.000 millones de dólares en 10 años.

Las perspectivas dentro del país no son buenas. El republicano Glenn Youngkin ha batido al candidato demócrata, Terry McAuliffe, y es el nuevo gobernador de Virginia, un estado donde los demócratas han venido ganando con comodidad desde 2009. Todo un augurio.

Política exterior

La torpe evacuación de Afganistán ha invocado el fantasma de la salida de Vietnam, la primera guerra que perdió EE.UU. También ha evidenciado el fracaso de veinte años con el regreso del talibán al poder. Los aliados de Washington que se vieron arrastrados a esa guerra están descontentos y la credibilidad de USA ha quedado dañada.

Las relaciones con la Unión Europea se han enfriado con el acuerdo Aukus que provocó las iras de Francia, en primer lugar, y de Bruselas, en segundo, además de caldear el ambiente con China.

Biden intenta recuperar su liderazgo con la cumbre del clima y retomando el acuerdo nuclear de Viena con Irán que rompió su antecesor, pero ahora no tendría enfrente al presidente persa moderado Hassan Rohani sino al radical Ebrahim Raisi. También ha incrementado la hostilidad hacia Rusia, calificando al presidente Putin de «asesino». Esto puede dificultar la prórroga del tratado de armas nucleares New START con Rusia.

Al presidente le queda la matraca del clima, en que prometió crear millones de puestos de trabajo ecológicos y reducir las emisiones de dióxido de carbono a la mitad.

Como se ha dicho acertadamente, Biden empieza a comprobar que los estadounidenses no votaron a su favor sino contra su antecesor para impedir un segundo mandato. Los índices de aprobación actual de Biden como presidente son los peores descontando a Trump.

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