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Presidente ruso Putin

El presidente ruso Vladimir PutinAFP

213 días de guerra en Ucrania

Las vertiginosas 24 horas en que Putin cruzó su «Rubicón»

Vladimir Putin dio un golpe sobre la mesa al decretar la movilización parcial para combatir en Ucrania. La medida, sin embargo, ha dejado en shock a la población rusa

«La suerte está echada». La frase que se le atribuye a Julio Cesar en el momento de cruzar el río Rubicón para rebelarse contra el Senado romano parecía resonar el pasado miércoles en el momento en que el presidente ruso, Vladimir Putin, anunció el decreto de movilización parcial de la población rusa para impulsar a su Ejército en Ucrania.

En poco más de 24 horas, el presidente ruso ha tratado de romper con la dinámica de agotamiento ofensivo experimentado por sus tropas en las últimas semanas en Ucrania y acallar las voces procedentes de los sectores más ultranacionalistas críticas con la pérdida de la región de Járkov.

En los últimos días, varias señales parecían indicar que algo se iba a mover en el Kremlin. La más clara fue la respuesta al presidente indio Narendra Modi en el encuentro que mantuvieron ambos la semana pasada en Samarcanda.

El mandatario indio compartió su preocupación por la deriva de la guerra y declaró que «ahora no es momento para guerras».

Putin le aseguró conocer la postura de Modi respecto al conflicto en Ucrania «y las preocupaciones que expresa con frecuencia. Haremos todo lo posible para que termine cuanto antes».

Por lo tanto, el decreto del miércoles podría corresponder a ese «hacer todo lo posible» para acabar cuanto antes con la guerra en Ucrania.

Código penal

Los hechos se precipitaron a primera hora del martes, cuando la Duma Estatal aprobó la reforma del código penal para endurecer las penas de cárcel para desertores y por rendición al enemigo en tiempos de guerra.

Las alarmas se desataron en ese momento, pero el plato fuerte llegaría a continuación: las regiones ocupadas por el ejército ruso en Ucrania, Lugansk, Donetsk, Zaporiyia y Jersón, anunciaron la celebración de un referéndum de anexión a la federación rusa que se está celebrando desde el 23 y hasta el 27 de septiembre.

El siguiente paso fue la reunión de Putin con los altos directivos de empresas de la industria militar en el Kremlin.

En esa reunión, Putin apremió a las empresas militares a «garantizar el suministro de armas, equipos y municiones necesarios para las fuerzas armadas lo antes posible». Para ello, reclamó que se «aumenten las capacidades de producción sin retrasos».

La tormenta se desató, a continuación, de forma irreversible: la bolsa de Moscú se hundió casi un 9 % y el Kremlin anunció un discurso a la nación de Vladimir Putin que, poco antes de la hora prevista de emisión, se aplazó.

Entusiasmo de los «halcones»

Al mismo tiempo, los halcones ultranacionalistas rusos estallaron de entusiasmo con el anuncio de referéndums de anexión de territorios ucranianos.

El expresidente ruso, y una de las voces más radicales a favor de la guerra contra Ucrania y contra la OTAN, Dmitry Medvedev, expresó su satisfacción por la medida y señaló que «una vez que se celebren (los falsos referéndums) y se acepten los nuevos territorios en Rusia, la transformación geopolítica en el mundo será irreversible».

Para Medvedev, a partir de ese momento, las contraofensivas ucranianas para recuperar su territorio soberano en Lugansk, Donetsk, Jersón, Zaporiyia y Crimea se considerará un ataque contra territorio ruso.

«La invasión de territorio de Rusia es un delito, cuya comisión autoriza al uso de todas las fuerzas de autodefensa», señaló en referencia a una movilización general y al empleo de armas nucleares.

El miércoles 21 de septiembre se produjo el esperado mensaje del presidente ruso. No habría declaración de guerra, pero sí una movilización parcial que, según aclaró su ministro de Defensa, Sergéi Shoigu, tendría como objetivo movilizar a 300.000 reservistas.

El decreto de movilización, sin embargo, contenía una llamativa ausencia que desató toda clase de especulaciones: faltaba el párrafo 7 clasificado como para «uso oficial».

La explicación llegaría al día siguiente: ese artículo 7 del decreto permitía la movilización de hasta 1 millón de nuevos combatientes. Tal vez el temor a un estallido social llevó al Kremlin a ocultar la realidad y lanzar la mentira de los 300.000 reservistas movilizados.

De hecho, en el decreto no figura por ningún lado ni la cifra de 300.000 ni la referencia a los reservistas. Solo se habla de movilizar a ciudadanos rusos.

Estallido social

Tras el anuncio, el estallido social. En varias localidades de Rusia, incluida Moscú y San Petersburgo, se produjeron manifestaciones espontáneas contra la guerra y la movilización.

Muchos de los más de mil detenidos recibieron, a continuación, citaciones de movilización. El Kremlin mandaba a la guerra a los del «no a la guerra».

Los billetes de avión se agotaron en las horas siguientes con las líneas aéreas colapsadas por los rusos que querían evitar que los mandaran al frente.

Lo mismo sucedió con los pasos fronterizos con Georgia y Finlandia, bloqueados por largas caravanas de coches que trataban de escapar de Rusia antes de que les enfundaran un casco y los cargaran con un fusil para ir a morir a Ucrania.

El gran golpe de efecto llegó el 22 de septiembre. Ucrania anunció alborozada la liberación de 215 combatientes ucranianos, incluidos 108 soldados y oficiales del batallón de Azov, en un intercambio de prisioneros.

A cambio, Ucrania liberó a 55 soldados rusos y al oligarca ucraniano y amigo personal de Putin, detenido por alta traición, Viktor Medvedchuk, denostado tanto en Ucrania como en Rusia.

La medida fue vista por los sectores ultranacionalistas como una nueva muestra de debilidad del Kremlin frente a Ucrania. Tras la alegría exagerada por la movilización parcial, una vez más los «halcones» rusos cayeron en la decepción y la ira contra sus líderes.

El 23 de septiembre comenzaron las votaciones de los referéndums farsa de Lugansk, Donetsk, Jersón y Zaporiyia, la Unión Europea anunció un nuevo paquete de sanciones, Estados Unidos advirtió que respondería a un ataque ruso con armas nucleares sobre Ucrania y China se puso de perfil con una petición de «alto el fuego» que sonó a distanciamiento entre Putin y Xi Jinping.

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