259 días de guerra en Ucrania
Rusia ordena la retirada de sus tropas de Jersón y Zelenski desconfía
El presidente de Ucrania sospecha que puede ser una estratagema para emboscar a su ejército
El Ejército ruso anunció hoy lo que viene deslizando desde hace días: su retirada de la anexionada ciudad ucraniana de Jersón, la única capital regional bajo control ruso en todo el país.
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El mensaje oficial se produce después de difundir imágenes con la retirada de banderas de la Federación Rusa de este emblemático enclave. «Proponemos trasladar la defensa a la orilla izquierda del río Dniéper», dijo el jefe de la agrupación de fuerzas que combaten en Ucrania, el general Serguéi Surovikin, al informar al ministro de Defensa, Serguéi Shoigú, quien, de acuerdo a esa versión, dio luz verde al repliegue.
Ucrania logró liberar en pocos días un tercio del territorio ocupado por Rusia en la margen derecha del río Dniéper que atraviesa Jersón y tenía desde mediados del mes pasado la ofensiva preparada.
Desde entonces el Kremlin ordenó el traslado de la población y pidió a las autoridades regionales, civiles y militares que se desplazarán a zonas más seguras.
En este tiempo el gobierno de Volodimir Zelenski advirtió que Vladimir Putin tenía previsto bombardear la presa que sirve a la región con el objetivo de inundar toda la zona.
El Kremlin salió en diferentes ocasiones a desmentir esa versión, pero lo cierto es que se produjeron ataques que provocaron grietas en la estructura de concreto sin llegar a provocar la rotura de las paredes.
Zelenski desconfía del anuncio a bombo y platillo de Moscú de que ordenó la retirada de la totalidad de sus efectivos y sospecha que podría formar parte de una triquiñuela para emboscar a su ejército. El propio Putin frenó en ocasiones anteriores el repliegue de sus tropas.
Eso explica que las fuerzas ucranianas se muevan con cautela aunque ya dan por recuperado esta joya de la corona imperial.
Declaraciones recientes del presidente serbio, Aleksandar Vucic abonan las suspicacias del gobierno ucraniano. Vucic afirmó: «tenemos un momento difícil por delante, el próximo invierno será aún más difícil que este, porque nos enfrentamos a la batalla de Stalingrado, la batalla decisiva en la guerra de Ucrania, la batalla de Jersón en la que ambos bandos utilizan miles de tanques, aviones, artillería».
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El cerco a Jersón no es una novedad. A Rusia sólo le quedaban dos opciones: dar la batalla o retirarse. Optar por la primera y perder supondría una humillación mayor que la pérdida de este territorio.
«El desastre sería de proporciones tales que, en lo moral, podría equivaler a la derrota nazi de Stalingrado», advertía el almirante Juan Rodríguez Garat hace unos días. Pero, puntualizaba, «si gana, solo conseguirá mantener una posición amenazada, sin valor alguno desde el punto de vista de la estrategia militar, que tendrá que seguir defendiendo el resto de la guerra.»
En este contexto no parece descabellado que el anuncio del Kremlin responda a la verdad y en Jersón no quedé ya un soldado ruso.
La huida de las tropas rusas de Jersón vuelve a ser, en todo caso, una humillación para el ejército que presumía ante el mundo de ser uno de los más poderosos del planeta.