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Propaganda rusa San Petersburgo

Un cartel de propaganda militarista en San Petersburgo proclama «Gloria a los héroes de Rusia»AFP

448 días de guerra en Ucrania

Cómo funciona el aparato de propaganda de Putin y cómo afecta a la población desde el inicio de la guerra

Televisiones, radios, periódicos... hasta las redes sociales dentro de Rusia están diseñadas para transmitir un solo mensaje: «La operación militar especial –que no guerra– es necesaria»

«Aunque la gente mayor no apoye la guerra, no quiere hablar mal de su país para un medio extranjero», reconoce Elena –nombre ficticio por miedo a represalias– a El Debate. Los rusos que se oponen a la guerra de Ucrania temen expresar sus opiniones.

Cualquier oposición a la invasión puede ser motivo de detención. Incluso el simple hecho de pronunciar la palabra guerra puede suponer penas de cárcel. «Operación militar especial» es el nombre oficial que se usa en Rusia para referirse al conflicto ucraniano, y no hay más discusión.

El uso y control de la información es vital para un régimen como el que ha impuesto Putin. La información es poder y el Kremlin es bien consciente de ello. Rusia se ha convertido en uno de los países que mejor provecho ha sacado a la desinformación tanto dentro como fuera del país.

Al inicio de la guerra de Ucrania, la Unión Europea prohibió la difusión del canal RT y Sputnik en el espacio comunitario, precisamente, para evitar la distribución de noticias afines al Gobierno ruso. Pero Moscú se ha reinventado y es imposible frenar a un experto en desinformación como el Kremlin.

Youtubers, influencers, canales de Telegram. Todo vale con tal de esparcir la versión del Kremlin de la invasión. La propaganda rusa, a pesar de haberse modernizado y adaptado a los nuevos tiempos, tiene sus raíces sobre todo a partir de la exaltación de la figura del actual presidente ruso, Vladimir Putin.

Pero desde la guerra de Ucrania, los esfuerzos por resaltar a Putin se han exacerbado, así como la represión y la censura. Anastasia –nombre ficticio– confiesa que aquellos que se oponen a la guerra tienen medio de hablar y aún más si es por teléfono, ya que temen ser espiados por el régimen. La tarea de encontrar voces críticas se convierte en una ardua misión.

«Los trapos sucios se lavan en casa», nos viene a decir esta joven rusa

Los pocos que están dispuestos a hablar lo hacen bajo la promesa de que ni sus nombres ni su lugar de residencia serán revelados. «Los trapos sucios se lavan en casa», nos viene a decir esta joven rusa. En este sentido, nos explican que la propaganda rusa es bastante reconocible. El Kremlin se sirve de figuras televisivas o influyentes para transmitir su mensaje.

Todos ellos mantienen y repiten los mismos discursos, día tras día, programa tras programa. Entre las frases fetiche de estos propagandistas, repetidas hasta la saciedad desde el inicio de la guerra de Ucrania, destaca la manida: «Estamos en guerra con toda la OTAN».

Putin ha justificado su invasión del país vecino argumentado que la Alianza Atlántica estaba amenazando a Rusia con la ampliación de sus fronteras. «Si no hubiéramos atacado nosotros, ellos lo habrían hecho», defienden a ultranza desde Moscú.

Una teoría que empujó al presidente ruso a lanzar su «operación militar especial», que un año después ha provocado incontables bajas de soldados rusos, un reclutamiento forzoso y la peor pesadilla de Putin: la ampliación de la OTAN, con el ingreso de Finlandia y más pronto que tarde, el de Suecia.

«Los estamos liberando» –a los ucranianos–, repiten hasta el aburrimiento en los programas de prime time en la televisión rusa

Aún así, Rusia sigue vendiendo la idea de que la guerra es necesaria y un éxito. «Los estamos liberando» –a los ucranianos–, repiten hasta el aburrimiento en los programas de prime time en la televisión rusa. «No es culpa de Putin, se vio obligado a iniciar una operación especial», es otro de los eslóganes más oídos.

Los rostros más reconocidos de esta maquinaria del Kremlin son presentadores de televisión como Vladimir Solovyov, del programa Tarde con Vladimir Solovyov, en en el canal Rusia-1. Solovyov ha sido sancionado por Reino Unido y la Unión Europea por incitar a la violencia y atentar contra la soberanía de Ucrania.

La «Muñeca de hierro de Putin»

También destacan Dmitry Kiselyov o Mikhail Leontyev sancionados por Australia, y Olga Skabeyeva, quien llegó a recibir el apodo de «Muñeca de Hierro de Putin TV» por sus fuertes críticas a la oposición rusa. La propaganda ha mutado también en forma de blogueros e influencers, que hacen alarde de un gran sentimiento nacionalista y favorable al régimen.

Recientemente, dos de ellos han sido víctimas de ataques. Vladlen Tatarsky murió durante una explosión en una cafetería en San Petersburgo mientras ofrecía un discurso organizado por el Frente Cibernético Z, un grupo que en la red social Telegram se autodenominan «ciberejército proKremlin». Su verdadero nombre era Maxim Fomin.

Este mismo mes, el popular escritor nacionalista ruso Zajar Prilepin resultó herido al explotar un artefacto bajo el coche en el que viajaba. Prilepin es uno de los escritores más leídos de Rusia y se volvió muy popular en 2016 cuando reveló que se había trasladado con su familia al Donbás, donde llegó a ser subcomandante de un batallón de operaciones especiales creado por iniciativa propia que luchaba contra el Ejército ucraniano.

Este peculiar grupo de blogueros reciben el nombre de milbloggers y muchos de ellos son militares retirados o mantienen algún tipo de relación con el Ministerio de Defensa ruso. En ocasiones sorprende la dureza con la que critican la actuación del Ejército ruso en Ucrania, pero eso sí, ni una mala palabra sobre Putin ni de la invasión rusa, que defienden a ultranza.

Una maquinaria de desinformación perfectamente engrasada a todos los niveles y que penetra en todas las capas de la sociedad. Desde los más jóvenes, hasta los más mayores o los lugares más recónditos de la geografía rusa. Alexander –nombre ficticio– describe cómo hasta la cosa más trivial se convierte en un arma propagandística.

En las universidades se han empezado a implantar actividades como flashmobs, donde los estudiantes recrean símbolos de la guerra como una «Z»

El joven ruso explica que en las universidades se han empezado a implantar actividades como flashmobs, donde los estudiantes recrean símbolos de la guerra como una «Z» todo adornado con un hilo musical o cómo en las escuelas de Primaria se ofrece una una charla «sobre lo importante», es decir, patriotismo, exaltación de la figura de Putin, entre otras temáticas similares.

Las voces y medios críticos se han apagado, la televisión está plagada de programas que incitan a la guerra, incluso se han fomentado la emisión de películas sobre la II Guerra Mundial, que refuerza la retórica sobre la guerra de Ucrania. Televisiones, radios, periódicos... hasta las redes sociales dentro de la Federación Rusa están diseñadas para transmitir un solo mensaje: «La operación militar especial –que no guerra– es necesaria». Un relato que ha traspasado fronteras y es compartido también fuera de la Rusia de Putin.

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