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Alex Fergusson
AnálisisAlex FergussonCaracas, Venezuela

Comienza la última fase de la transición a la democracia en Venezuela: la Revolución de las Orquídeas

El próximo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha sido claro al asegurar que «los carteles de la droga le están haciendo la guerra a Estados Unidos y ahora es el momento de que Estados Unidos le haga la guerra a los carteles»

Actualizada 04:30

La gente pasa junto a un mural con la imagen del fallecido presidente venezolano Hugo Chávez y del libertador venezolano Simón Bolívar

La gente pasa junto a un mural con la imagen de Hugo Chávez y de Simón BolívarAFP

La contundente respuesta del pueblo venezolano a la convocatoria de María Corina Machado (MCM) a volver a las calles, el pasado 9 de enero, más allá y quizás por, el secuestro fallido, junto a las advertencias de la comunidad internacional, marcó el inicio de la última fase hacia la transición democrática con Edmundo González Urrutia como presidente.

Sin duda, a este proceso contribuirá el proyecto de Donald Trump centrado en la lucha contra el narcotráfico, las dictaduras y el terrorismo, principalmente en Iberoamérica y El Caribe.

Esa lucha que, por cierto, también debería ser de Europa y particularmente de España, por los negocios sucios con Venezuela y su apoyo a Podemos, a Junts y a ETA, y tomando en cuenta la magnitud del problema, como muestran los cargamentos que suman 18 toneladas de cocaína incautadas solo en los últimos meses cerca de las Islas Canarias, en República Dominicana rumbo a Europa, y en un puerto francés.

Al respecto, el próximo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha dicho que «los carteles de la droga le están haciendo la guerra a Estados Unidos y ahora es el momento de que Estados Unidos le haga la guerra a los carteles. Los carteles y sus aliados tienen la sangre de incontables millones en sus manos; millones de familias y personas están siendo destruidas». En esta misma línea, prometió que «cuando esté de vuelta en la Casa Blanca, los capos de la droga y los viciosos traficantes no volverán a dormir tranquilos».

Este planteamiento se vio reforzado por las declaraciones del zar de las fronteras designado, cuando dijo que en su Administración se tratará a los carteles de la droga igual que a los grupos terroristas, y que «planea borrarlos de la faz de la tierra». También ayudará el nombramiento de un «dream team» que lo acompañará en su gestión, todos, perfectamente conocedores del tema de Venezuela.

El agresivo plan presentado incluye varios puntos estratégicos de gran importancia y los dos primeros se proponen restaurar la seguridad del paso fronterizo con México y la «ruta del atlántico», que son definidas como la «gran autopista» del tráfico de cocaína y fentanilo, y de los delincuentes y terroristas enviados por Venezuela, especialmente la conocida banda político-criminal del 'Tren de Aragua', así como el despliegue de todos los activos militares necesarios, para imponer un embargo naval a los carteles, y garantizar que no puedan usar las aguas de la región para traficar drogas ilícitas y personas hacia los Estados Unidos y también a Europa y África.

El tercer punto estratégico, muy agresivo y polémico, es ordenar al Pentágono que haga «uso adecuado de las fuerzas especiales, de la guerra cibernética y de otras acciones abiertas o encubiertas para infligir el máximo daño posible a los líderes, a la infraestructura y a las operaciones de los carteles». El cuarto punto propone declarar como «organizaciones terroristas extranjeras» a los principales carteles de la droga.

La dimensión económica es el tema del quinto punto estratégico, que aspira a cortar el acceso de los carteles al sistema financiero mundial utilizado para blanquear el dinero, que luego es usado para apoyar a grupos terroristas y criminales, a lo que se sumará Europa con el «ajuste de tuercas» que anunció hace poco el Financial Times de Londres.

Otro elemento controversial pretende conseguir la plena cooperación de los gobiernos de la región para desmantelar los carteles de la droga, pero establece, y allí está lo controversial, que los países que se nieguen a colaborar «serán objeto de la desvelación de los datos que se tienen, mantenidos como secretos, sobre las actividades de corrupción, sobornos y vínculos internos de los políticos de esos países, con el narcotráfico y el terrorismo».

El último tema del plan no es menos polémico. Se trata de presentar propuestas para que se establezca medidas o leyes que garanticen que los capos y otros líderes importantes de los carteles y grupos terroristas puedan recibir la «pena de muerte», una vez que sean condenados por esos delitos.

Es obvio que en la mira de esta estrategia estará Venezuela, pues desde allí se movilizan anualmente más de 450 toneladas métricas de cocaína, con un valor en las calles de 75 mil millones de dólares, lo que significa el 25 % del tráfico en la conocida «ruta atlántica» que controla, a través de la red de alianzas de su cartel de los soles, con la guerrilla colombiana, los carteles mexicanos, la delincuencia internacional y los grupos criminales y terroristas enviados por Venezuela y que operan como protagonistas, creando caos en Estados Unidos e Iberoamérica.

Así pues, llegan días duros para las dictaduras del continente americano y especialmente para Nicolás Maduro, con este plan que comenzará a aplicarse en pocos días, pues las decisiones de su «Gobierno írrito» serán ilegales y no reconocibles a los ojos del mundo político, social y empresarial. Así que la Revolución de las Orquídeas ya comenzó y la esperanza permanece, aunque el final pudiera no estar a la vuelta de la esquina.

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