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El líder de la Francia Insumisa Jean-Luc Melenchon

El líder de La Francia Insumisa, Jean-Luc MelenchonAFP

La coalición de izquierdas se fractura en Francia y favorece la supervivencia del Gobierno de Bayrou

La división entre pragmatismo y confrontación ideológica debilita al progresismo y abre nuevas puertas al Gobierno de Bayrou

Ir a por lana y salir trasquilado es un refrán que alude a quien encuentra una pérdida donde buscaba obtener un beneficio. Jean-Luc Mélenchon, líder de La Francia Insumisa, presentó este jueves una moción de censura al primer ministro François Bayrou que desde el primer momento tenía escasísimas opciones de prosperar, ya que esta vez —al contrario de lo que pasó cuando tumbaron a Michel Barnier—, la derecha de Marine Le Pen no le iba a apoyar. Lo que no esperaba Mélenchon es que tampoco se sumaran a la misma los socialistas, uno de los principales grupos que integran el Nuevo Frente Popular, la gran coalición de izquierdas.

«El Partido Socialista fractura al Nuevo Frente Popular. Pero capitula solo. Los otros tres grupos votan la censura. Nosotros continuamos la lucha» señaló el propio Mélenchon criticando la decisión del líder socialista, Olivier Faure, de abstenerse de la moción. Sin el apoyo de socialistas, que cuentan con 66 diputados, la gran coalición de izquierdas que logró vencer las elecciones legislativas del pasado verano queda herida de muerte y favorece la hipotética supervivencia del Gobierno de Bayrou, que sale como el gran vencedor de esta decisión, logrando algo que ni pudo Barnier ni tampoco Emmanuel Macron: romper a la izquierda.

El primer ministro ha logrado dividir al bloque izquierdista gracias a una estrategia que combina el pragmatismo con la oferta de concesiones clave. Para evitar el apoyo socialista a la moción de censura, su gobierno aceptó medidas como la ampliación del presupuesto sanitario, la reversión de recortes en educación y una promesa de revisar la polémica reforma de pensiones de 2023. Estas maniobras fueron suficientes para que el líder socialista, Olivier Faure, justificara su abstención alegando que cualquier crisis gubernamental podría abrir la puerta a Marine Le Pen y su Agrupación Nacional (AN). Faure defendió que «no practicar la política del peor escenario» era crucial para evitar el ascenso de la «extrema derecha», un argumento que resonó, aunque no sin generar tensiones internas: ocho diputados socialistas votaron a favor de la moción, desafiando la línea oficial del partido.

La Francia Insumisa y el callejón de la confrontación

Jean-Luc Mélenchon, líder de LFI, no tardó en cargar contra el Partido Socialista tras la votación, acusándolos de fracturar al NFP y de «capitular solos». Para Mélenchon, la moción de censura representaba una oportunidad para marcar un límite al gobierno de Bayrou, al que describe como un ejecutor de políticas neoliberales disfrazadas de diálogo. Sin embargo, su estrategia de confrontación parece haber perdido fuerza, incluso dentro de sus propios aliados. Ecologistas y comunistas votaron a favor de la moción, pero algunos de sus diputados también rompieron la disciplina partidaria, reflejando las tensiones internas que atraviesan todos los sectores de la izquierda.

François Bayrou junto a Emmanuel Macron

François Bayrou junto a Emmanuel MacronAFP

Para Bayrou, la división de la izquierda no solo asegura su supervivencia, sino que le permite maniobrar con más flexibilidad en un Parlamento fragmentado. Aunque su gobierno sigue en una situación precaria, con desafíos inminentes como la aprobación de los presupuestos de 2025, el primer ministro ha conseguido algo que su predecesor, Michel Barnier, no logró: abrir un canal de negociación con los socialistas y evitar depender exclusivamente de la AN de Le Pen. Esta última, por su parte, ha optado por desmarcarse estratégicamente de la moción, consolidando su imagen como una fuerza política que no se deja arrastrar por el caos parlamentario, pero que sigue siendo indispensable en el tablero político.

¿El fin del Nuevo Frente Popular?

La fractura del NFP parece difícil de revertir a corto plazo. La salida de los socialistas de la línea común debilita enormemente la capacidad de la izquierda para actuar como un bloque cohesionado. Con sus 66 diputados, los socialistas representan una pieza clave para cualquier estrategia progresista en el Parlamento. Sin embargo, la distancia ideológica y estratégica con LFI, que ya era evidente durante las elecciones legislativas, parece ahora insalvable.

Este divorcio refleja un problema más amplio de la izquierda en Francia: la falta de un proyecto común que conecte con las necesidades de una sociedad polarizada y afectada por crisis económicas, sociales y medioambientales. Desde las reformas neoliberales de Macron hasta el auge de Le Pen, la izquierda no ha logrado ofrecer una alternativa convincente que capture el descontento ciudadano. En cambio, se ha enredado en disputas internas que debilitan su credibilidad.

La batalla por la reforma de pensiones y los presupuestos de 2025 será crucial para determinar el futuro de la izquierda y, posiblemente, el equilibrio de poder en Francia. Pero mientras los partidos progresistas continúen divididos entre el pragmatismo y la confrontación, la posibilidad de una alternativa real al actual gobierno seguirá siendo, al menos por ahora, un espejismo.

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