El Debate en América
Colombia se sube al tren de las manifestaciones que sacuden a Petro
Petro moviliza a sus bases para mandar el mensaje de que no sólo el poder político le pertenece sino la calle también, bajo la premisa de que es opositor y gobierno a la vez
Gustavo Petro ha convocado a sus seguidores a que se movilicen este martes a favor de un paquete de reformas con el que busca cambiar a Colombia. «Acompáñame este 14 de febrero. Que la salud sea para todo el pueblo colombiano, que la salud sea para Colombia», ha dicho en redes sociales.
Es el poder de la calle que hoy actúa como un colegislador activo y es capaz de apoyar, o presionar, a los congresistas para que aprueben las reformas, que incluyen cambios en salud, pensiones y temas laborales.
La legitimidad institucional del Congreso y el Poder Ejecutivo no parecen suficientes. La predisposición del presidente de Colombia por la democracia directa lo lleva a convocar a sus seguidores, que quieren mostrar su fuerza popular y representativa ante una oposición que marchará un día después en contra del paquete reformista.
Yo soy la calle, la calle soy
El recurso de la calle no se ha usado con frecuencia en Colombia. Tal vez porque en el país se solía marchar contra la guerrilla o el secuestro (2000) o la violencia (1980), no contra un presidente, un gobierno, que cada día generan más incentivos para movilizarse.
Eso ocurrió hasta la última década. Los estudiantes y, luego, la unión de varios sectores (indígenas, sindicalistas, profesores), han construido en los últimos 10 años un movimiento popular cohesionado y simbólico que lideró el paro nacional de 2021. Este diverso grupo es el corazón de las bases de Petro.
Por primera vez, Petro convoca a sus bases y de paso inaugura la democracia asambleísta en Colombia que se hace desde el balcón del palacio de gobierno y le da un rol subsidiario del Congreso.
Hace recordar su paso por la alcaldía en 2013 cuando después de su destitución de la Procuraduría llamó a sus seguidores en asamblea permanente frente al palacio de gobierno.
Busca dialogar desde la plaza, representar, y casi que dominar la Colombia popular, el «alma nacional», como la llamaba el historiador Germán Arciniegas, que hoy reúne el espíritu de los pueblos indígenas y afroamericanos con los vulnerables de ciudades y pueblos.
Estos sectores están hoy representados en el Congreso mediante el Pacto Histórico –el partido del presidente tiene la mayor representación en la cámara alta–– y los representantes de las curules indígenas y afroamericana, además, apoyan a Petro.
La representación «identitaria» de esa base popular se convierte en el elemento central de la democracia colombiana por encima de los representantes del Congreso.
Contra marcha
La otra Colombia que hoy es más de la mitad –44 % apoya a Petro–, va a marchar un día después del acto oficialista. Iba a movilizarse el 14, pero el presidente convocó a sus seguidores ese día y, con sensatez, el comité del paro contra el presidente cambió la fecha para evitar confrontaciones en las calles.
La oposición lleva más de cuatro marchas consecutivas contra el gobierno. Preocupado, Petro moviliza a sus bases para mandar el mensaje de que no sólo el poder político le pertenece, sino la calle, también, bajo la premisa de que es opositor y gobierno a la vez.
Hace las veces de institucionalista con un enorme poder político desde el Ejecutivo y el Congreso y tramita su agenda política por vía de las instituciones, pero también activa su arsenal de opositor, sobre todo en la calle, cuando lo necesita, como ahora.
Se trata de la lógica de la marcha-contra marcha; tu convocas, yo también, y si se puede el mismo día. Una estrategia común en América Latina. La que Perón solía usar cuando algunos opositores marchaban en su contra en Argentina, y Chávez retomó desde 2002 en Venezuela.
Alfonso Molina, periodista venezolano, narra en «2002: El año que vivimos en la calle», que, en aquel año, previo al golpe de Estado, se presentaron simultáneas marchas y contramarchas para apoyar o rechazar las reformas petroleras, y de ahí todo terminó mal.
Petro quiere ganarle la calle a la oposición
Esa dinámica no ha cambiado. Nicolás Maduro, en el momento de la mayor crisis política de su ilegítimo mandato, abril y mayo de 2017, citó diariamente a sus seguidores al centro de Caracas, mientras se gaseaba a los marchas opositoras para que no entraran al centro de la ciudad. Fueron dos meses y medio sin parar en las calles.
Colombia, sin embargo, no pasa por el mismo momento. La oposición ha aprendido de los errores en Venezuela y evita la simultaneidad de marchas, mientras que Petro ha convocado sólo a una movilización, la del 14, exclusivamente. Reducen el riesgo de choques, que tampoco son descartables por el corto de tiempo entre una y otra marcha.
También abre un nuevo pulso con el Congreso, lo presiona, y aprovecha su crisis de legitimidad, con las arengas populares de los ciudadanos para que, de un lado, apruebe las reformas, y, del otro, se mantengan en la coalición de Gobierno.
Calle, Congreso, Ejecutivo, Petro intenta dominar todo. ¿Y si pierde el Congreso?
Tanta acumulación podría desembocar en lo que Carlos Granés llama «tentación autoritaria».