Nostalgia
Sale a la luz el tesoro que soterró la calle M-30 cuando se construyó hace 50 años
Con cinco décadas a sus espaldas, la madrileña M-30 esconde un tesoro que muchos madrileños retienen en su memoria
A finales de los 60 dio comienzo uno de los proyectos más ambiciosos de Madrid: se trataba de una gran carretera de circunvalación que rodearía parte de la capital y permitiría cruzarla de norte a sur en cuestión de minutos.
Había nacido la M-30, un proyecto que fue inaugurado en 1974 y que rápidamente se convertiría en una arteria clave para la capital, pues sirvió para descongestionar las calles interiores durante el boom de los automóviles.
Adiós atascos
En aquellos años los automóviles marcaron el despegue económico de España y las calles de las ciudades no estaban preparadas para el tráfico que se les venía encima, por lo que se buscaron soluciones.
Lo que muy pocos saben es lo que hay debajo de la M-30. Se trata de un antiguo arroyo afluente del río Manzanares conocido como el Abroñigal.
En 1820 en el diccionario geográfico se menciona ya la existencia del mismo, un pequeño arroyo que en 1870 fue utilizado por el Canal de Isabel II como desagüe, año en el que se duplicó su capacidad.
Un reto para la época
Este arroyo constituyó un verdadero reto en la construcción de la M-30 pues había que desviar y canalizar su cauce a la vez que se aprovecharía la depresión que habría creado en el terreno como sistema de insonorización natural.
Podemos encontrar menciones del mismo en la obra La Colmena de Camilo José Cela, que situó allí algunos episodios de la novela. No son pocos los vecinos del barrio de Ventas, La Estrella o Moratalaz que recuerdan la existencia de aquel arroyo, que crecía de manera importante cuando había lluvias.
Desaparecido
El nudo sur de la M-30 terminaría por soterrar por completo el arroyo Abroñigal, que pasó a convertirse en un recuerdo del pasado.
Finalmente, el paso del tiempo y el crecimiento desmedido de la capital provocaron que la M-30 se quedara pequeña. Esto obligó a su ampliación y al cierre completo en la parte norte y oeste, tras lo cual además dejó de ser de titularidad estatal y pasó a municipal, convirtiéndose en la Calle M-30, tal y como deberíamos denominarla hoy en día.