Mondeño (1934-2023)
La figura del toreo que se retiró para vestir el hábito de los dominicos
Tomó la alternativa en 1959 y en pleno éxito profesional, en una época donde tuvo que medirse a grandes figuras del momento, se cortó la coleta en 1963 para ingresar en un convento de los padres dominicos
Juan García Jiménez
Matador de toros
Figura en los ruedos durante la década de 1960, a donde llegó huyendo de la miseria, se convirtió en un fenómeno mediático cuando decidió cortarse la coleta, en plena efervescencia profesional, para lucir durante un año el hábito de la orden de los dominicos.
Juan García «Mondeño» fue un caso particularísimo. Llegó al mundo de los toros como tantos otros en aquella España en blanco y negro huyendo de la miseria. De familia muy humilde, abrazó la causa de la tauromaquia y se hizo un nombre en una época en la que tuvo que competir contra grandes figuras de la constelación taurina: Paco Camino, Diego Puerta, El Viti o su mismísimo padrino de alternativa, Antonio Ordoñez.
Quienes le vieron recuerdan su corte vertical, su quietud y su valor seco, lo que le llevó a brillar también en un momento de vino y rosas para la tauromaquia española, donde los matadores eran auténticos protagonistas de la crónica social.
Se codeó con los figurones del momento y les miró de tú a tú. Alcanzó el reconocimiento de figura y con sangre lo pagó: muchas y graves cornadas, algo muy propio entre aquellos toreros que llegaban al ruedo buscando un medio de vida mejor.
Cuando declaró que en vez de torero él hubiera preferido ser misionero, muchos se sorprendieron, pero cuando pudo permitírselo, lo demostró con hechos. Sus inicios fueron en la plaza del Puerto de Santamaría. Como novillero tuvo tardes de gloria, como cuando descerrajó la Puerta del Príncipe de la Maestranza. Sin embargo, también llegaron los percances: una cogida aparatosa en Zafra (Extremadura) le afectó al nervio ciático y tuvo que torear varios festejos con una prótesis ortopédica, pero salió indemne.
El buen ambiente que causó su etapa inferior le propició tener una alternativa de postín, que tomó en la sevillana plaza de La Maestranza en 1959 con Antonio Ordoñez de padrino. Manolo Vázquez fue el testigo. Doctorado que posteriormente confirmaría un año después en Las Ventas con los mismos compañeros de cartel.
Cuando estaba en la cima de la carrera, vino su quizás más sonada decisión. Respondiendo a la vocación, anunció en 1964 que se retiraba de los ruedos para ingresar como novicio en los dominicos. Su toma del hábito, a donde acudió vestido de corto, fue filmado hasta por el NO-DO, así que se puede decir que de ello quedó constancia para toda España.
Su paso por los caminos religiosos fue, en todo caso, efímero, y decidió volver a ponerse el traje de luces, reapareciendo en Marbella en 1966. Se despidió definitivamente como matador en 1969 y se desvinculó por completo del mundo de los toros. En sus últimos años de vida estuvo totalmente alejado de los ruedos, y se marchó a vivir a París.