François Léotard (1942-2023)
El juguete roto de la derecha francesa
Todos los candidatos a los que apoyó en cuatro comicios presidenciales consecutivos fueron derrotados
François Gerard Marie Léotard
Novicio benedictino, sindicalista y alto funcionario antes de entrar en política, fue alcalde de Fréjus entre 1977 y 1997, diputado entre 1978 y 2001, ministro de Cultura entre 1986 y 1988 y de Defensa entre 1993 y 1995.
La conciencia política de François Léotard estalló a finales de 1959, a raíz del desmoronamiento de la presa de Malpasset, cuyo balance final fue de 423 muertos. El lugar se encontraba dentro del término municipal de Fréjus (Costa Azul), cuyo alcalde era su padre. Los ataques personales padecidos por este último convulsionaron a su hijo, que reaccionó inicialmente de forma algo dispersa: militancia en la izquierda mientras estudiaba Derecho y Ciencias Políticas y estancia de un año en un monasterio benedictino de Borgoña, donde llevaba el nombre de «Hermano Honorat».
Léotard encauzó definitivamente su trayectoria al opositar, con éxito, en la Escuela Nacional de Administración, vivero de referencia de las élites galas. Los ministerios en los que sirvió, y de modo especial el gabinete del entonces titular de Interior, el temible Michel Poniatowski, sirvieron de rampa de lanzamiento para una carrera política que comenzó en 1977, al ser elegido alcalde de Fréjus, episodio que le permitió, según sus propias palabras, «lavar el honor» de su padre.
Al año siguiente, fue elegido diputado en las filas del Partido Republicano (Pr), la formación del entonces presidente de la República, Valéry Giscard d'Estaing, integrada, a su vez, en la confederación centrista Unión para la Democracia Francesa, cuya misión era servir de contrapeso, dentro del centroderecha, al gaullismo. Por aquel entonces, Léotard era un «giscardiano» convencido. Cambió de ideas tras la derrota de su referente en las presidenciales de 1981: pensó que había llegado el momento de una nueva generación.
El órdago salió, en un principio, según lo previsto: en 1982 fue elegido presidente del Pr, rodeado de lo que la prensa gala llamaba «la bande à Léo». Sus puntales eran el tecnócrata Gérard Longuet, el ideólogo liberal –una osadía en Francia– Alain Madelin o el incisivo diputado François d’Aubert. Todos ellos fueron ministros en años sucesivos. Pero antes convenía elaborar un mensaje político atractivo. Léotard y los suyos optaron por una versión francesa de las ideas que entonces impartían Ronald Reagan y Margaret Thatcher. El producto estaba listo.
Sin embargo, el gran error de Léotard fue no saber canalizarlo. De entrada, no advirtió el resurgimiento político de Giscard. Además, nunca llegó a hacer sombra a Jacqiues Chirac. Semejante carencia de envergadura política lastró su carrera política. No logró ser lo que ambicionaba: ni fue candidato al Elíseo, ni siquiera jefe de Gobierno.
Tampoco tuvo suerte en sus dos etapas ministeriales. Ambas acaecieron en periodo de cohabitación, es decir, con presidente socialista (François Mitterrand) y jefes de Gobierno de centroderecha. Además, en vísperas de comicios presidenciales. En Cultura, apenas le dio tiempo a poner en marcha una ley de mecenazgo. Y perdió una «batalla cultural» ante la izquierda al aceptar que las columnas de Buren, esculturas de gusto discutible, permaneciesen en el patio del Palais-Royal, donde pegaban bien poco.
En Defensa, entre 1993 y 1995, hizo lo que pudo en las guerras balcánicas y decidió la controvertida intervención del Ejército francés en el genocidio de Ruanda. Aunque su principal error fue su falta de acierto político: todos los candidatos a los que apoyó en las presidenciales, terminaron siendo derrotados, desde Mitterrand en 1974 a Édouard Balladur en 1995, pasando por Giscard en 1981 y Raymond Barre en 1988.