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Robert Hanssen

AFP

Robert Hanssen (1944-2023)

El último gran traidor del FBI

Ni siquiera el final de la Guerra Fría le disuadió de seguir pasando información reservada a Rusia, que le agradeció los servicios prestados con 1.4 millones de dólares pagados entre 1979 y 2001

Robert Hanssen icono
Nació en Chicago (Illinois, EE. UU.) el 18 de abril de 1944 y falleció en la cárcel de alta seguridad de Florence (Colorado, EE. UU.) el 5 de junio de 2023)

Robert Philip Hanssen

Tras unos estudios de ciencia, con especialización tecnológica, postuló en 1976 a un cargo en el FBI. Tres años después, empezó su traición.

«¿Por qué habéis tardado tanto?», preguntó, displicente, Robert Hanssen a los agentes que le detuvieron el 18 de febrero de 2001 en un parque cercano a su domicilio. Ese día caía en domingo, y Hanssen, católico converso y miembro del Opus Dei, había acudido a misa antes de dejar a un amigo en el aeropuerto de Washington. Fue su último trayecto en libertad. Su detención fue indudablemente tardía, pero interrumpió para siempre uno de los más graves goteos de información reservada dirigida a Moscú de toda la historia de las relaciones entre Estados Unidos y la Unión Soviética, primero, y Rusia, a partir de 1991. Ni siquiera el fin de la Guerra Fría disuadió a Hanssen, agente del la Oficina Federal de Investigación (FBI) de seguir traicionando a su país.

Sus infracciones incluyeron comprometer la identidad de nueve agentes dobles, dos de los cuales fueron ejecutados posteriormente en Moscú, y revelaciones sobre los preparativos de guerra nuclear de Estados Unidos, incluyendo dónde atacaría a los soviéticos y cómo respondería Washington a un primer ataque de Moscú.

Informó también a los soviéticos de la existencia de un túnel de escucha bajo su embajada en Washington, lo que les permitió suministrar información desprovista de cualquier utilidad a las agencias de inteligencia estadounidenses durante años. En total, Hanssen entregó más de 6.000 páginas de material clasificado en «puntos muertos» de Washington y Nueva York.

Durante años, eludió los esfuerzos de contrainteligencia por su propia experiencia en ese campo y también por lo que el inspector general de la oficina dijo más tarde que eran importantes fallos de seguridad interna, incluso después de que entrara en el radar del FBI por violaciones del protocolo. «Aunque Hanssen escapó a la detección durante más de 20 años, esto no se debió a que fuera un 'espía maestro'», concluía el informe.

De habilidad, en todo caso, no carecía, pues durante casi un cuarto de siglo logró burlar a sus superiores y a su propia familia. Oficialmente, Hanssen vivía de modo austero, habiendo llegado a hipotecar su casa para poder pagar el colegio privado de sus hijos. Al final, terminó declarándose culpable de recibir más de 1,4 millones de dólares en efectivo y diamantes a cambio de sus servicios. Las sospechas afloraron, asimismo, por medio de un mal carácter que se fue intensificando con el paso del tiempo. La cuenta atrás para su desenmascaramiento empezó a finales del 2000, cuando el FBI reclutó a un antiguo oficial de inteligencia del KGB al que pagó millones de dólares y proporcionó información sobre un topo, era él, en la comunidad de inteligencia estadounidense.

Entre la información había una bolsa de basura de un lugar de entrega que contenía huellas dactilares parciales del topo y una cinta de casete en la que éste se quejaba de un pago de los rusos. La voz era inconfundiblemente la de Hanssen. El problema estribaba en que el Hanssen, que estaba a punto de jubilarse, estaba destinado en el Departamento de Estado, y el FBI quería capturarlo in fraganti en su propio terreno. Así ocurrió. El traidor Hanssen asumió los cargos de espionaje, intento de espionaje y conspiración para cometer espionaje, delitos que podían ser castigados con la pena de muerte, pero a cambio de su declaración de culpabilidad fue condenado a cadena perpetua, en contra de la opinión de muchos prebostes del FBI.

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