El hombre que indagó en la oscuridad del ser humano

Su pluma no llegó a nonagenaria, quizá porque su mundo literario 'nunca fue país para viejos'. Pero, justamente, una frase de No es país para viejos, una de sus novelas más famosas, recoge la esencia de su obra. «Nunca sabes de qué suerte peor te ha salvado tu mala suerte». Cormac McCarthy fue uno de los autores más importantes de la literatura norteamericana actual y acaba de fallecer a los 89 años.

Acostumbró a trasladarnos a los suburbios del sureste de los Estados Unidos, cuando no a enclaves de la América profunda en los que el sueño americano devoraba a la propia América. Y, si hacía falta, llevaba sus historias al extremo hasta convertirlas en ciencia ficción. Él nació en Rhode Island, pero a su pluma la inspiraron otros enclaves en los que quiso residir, como Tennessee, El Paso o Santa Fe.

En 2006 fue reconocido con el premio Pulitzer por La carretera y en 1992 con el National Book Award por la primera entrega de su trilogía de la frontera, Todos los hermosos caballos. Estos fueron dos de los reconocimientos más importantes que recibió durante su carrera. McCarthy era «un Faulkner revivido», decía George Steiner a finales de los 90; aunque esta afirmación no fue una gran revelación. Al estilo de McCarthy es, y seguirá siendo, al que más se le ha colgado la etiqueta de «faulkneriano» por la violencia de sus escenas y sus palabras o la oscuridad de unos personajes que vivían en los márgenes.

Huía de las etiquetas y de la exposición pública y por eso se convirtió en el escritor 'invisible'. A unos les recordaba a Hemingway y a otros a Melville. Si hablamos de sus historias de forajidos a veces recuerda a Irving; aunque en este caso, más que por las similitudes literarias ocurre porque de forma antagónica (por ejemplo, con su Trilogía de la frontera) nos llevó a los mismos espacios que más de cien años antes Irving había descrito en sus diarios de viaje. Pero en sus novelas McCarthy se olvidaba de la cinegética y daba caza al ser humano.

Novelas que siempre han sido carne de proyector y algunos de quienes las adaptaron supieron trasladar ese ambiente gris y apagado en los que McCArthy indagaba sobre la naturaleza humana. Sus tres novelas más conocidas llegaron a la gran pantalla: Todos los hermosos caballos fue llevada al cine por Billy Bob Thornton con bastante poco éxito, pero años más tarde, los hermanos Cohen sí consiguieron encarnar la psicología de personajes como Anton Chigurh y convertir las palabras escritas de McCarthy en algo visual. En 2009, John Hillcoat se puso tras la cámara para adaptar la historia postapocalíptica de La carretera que en el filme pierde parte de su fuerza al desviar los aspectos más impactantes de la novela.

En su último año de vida, casi tres lustros después de publicar su gran obra, vio la luz El pasajero y Stella Maris, una única novela dividida. Ahora, la pluma de McCarthy se cae, pero como dijo en una de esas contadas entrevistas, es probable que su obra siga oculta en las frases de otros, porque «lo malo es que los libros están hechos de otros libros». Seguro que pronto volvemos a hablar de McCarthy, quizá cuando, por fin, alguien ejecute lo que no han conseguido ni Todd Field ni Ridley Scott, adaptar una de sus grandes obras: Meridiano de sangre.