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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Demolición

Gracias a la condonación de la deuda, decretada por Franco, del Fútbol Club Barcelona, que en aquellos tiempos se llamaba Barcelona Club de Fútbol, el «Barça» pudo construir un gran estadio que se hizo llamar el «Nou Camp» y que ahora se llama el «Camp Nou»

Actualizada 01:41

José Solís Ruiz fue ministro en muchos Gobiernos del Generalísimo. Era cordial y ampuloso. Oratoria decimonónica. Capaz de encadenar un bello discurso de 30 minutos sin decir absolutamente nada. Fue responsable del quebranto del estudio de las lenguas clásicas y Humanidades en los colegios en beneficio de más horas de deporte. Famoso fue su enfrentamiento en las entonces Cortes Españolas con Adolfo Muñoz Alonso, culto, listo y muy antipático procurador murciano, partidario no sólo de mantener el estudio del Latín, Griego y Filosofía en los estudios primarios, sino de aumentar su enseñanza. El ministro Solís bramó desde el banco azul del Gobierno, que se ubicaba junto a la tribuna de oradores: 

-¡Menos latín y más deporte! 

Y Muñoz Alonso, desde su escaño, le amonestó respetuosamente: 

- Señor ministro, no se muestre Su Excelencia tan adverso al latín, porque gracias al latín y exclusivamente al latín, ustedes los naturales de Cabra se llaman egabrenses. 

Jaime Campmany, que era Director del diario Arriba y amigo y paisano de Muñoz Alonso, se atrevió –con posterior regaño gubernamental que no pasó de ahí–, a escribir y publicar en su sección La Pajarita de Papel el siguiente epigrama.

Quien dijera la palabra
​No es tema de discusión.
​Lo importante, en mi opinión,
​Es que el natural de Cabra
​No sea llamado cabrón.

A la postre, ganó Solís y en los colegios y escuelas de España, el latín y el griego perdieron horas de estudio, y la Filosofía, prácticamente, desapareció. Ganó el deporte, que dependía de la Secretaría Nacional de Educación Física y Deportes – Elola Olaso, Juan Antonio Samaranch–, que a su vez, era responsabilidad del ministro-secretario general del Movimiento, José Solís.

Gracias a la condonación de la deuda, decretada por Franco, del Fútbol Club Barcelona, que en aquellos tiempos se llamaba Barcelona Club de Fútbol, el «Barça» pudo construir un gran estadio que se hizo llamar el «Nou Camp» y que ahora se llama el «Camp Nou». Esas tonterías de por allí arriba. Eso contribuyó a que Barcelona se convirtiera en la ciudad más partidaria del Régimen de Franco de toda España, entusiasmo que se triplicó cuando la filial española de la FIAT, la SEAT –Sociedad Española de Automóviles de Turismo–, que tenía previsto instalarse en Valencia, por orden del jefe del Estado se ubicó en las inmediaciones de Barcelona. Franco fue doblemente agasajado por el Barcelona Club de Fútbol o Fútbol Club Barcelona, con sus insignias de oro y brillantes. Hace unos meses, con cincuenta años de retraso, las insignias al gran promotor y salvador del «Barça» le fueron anuladas por la Junta Directiva, y se solicitó a sus herederos la inmediata devolución. Uno de sus nietos me lo confesó. 

–Las devolveríamos encantados, porque ninguno somos del Barcelona desde que se murió el abuelo, pero el problema es que no tenemos ni puta idea de dónde están.

El 24 de septiembre de 1957, Solís Ruiz, ministro-secretario general del Movimiento, en nombre de S.E. el jefe del Estado, Generalísimo Franco, inauguró el «Nou Camp», en la actualidad «Camp Nou». Sus instalaciones antaño grandiosas, apenas se han renovado. Se trata pues, de una construcción franquista, y en cumplimiento de la Ley de la Memoria Histórica, inmersa en la posibilidad de ser demolida.

Lo que son las cosas. Que me aten esa mosca por el rabo.

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