Cuando 'Napoleonchu' da lecciones al mundo
A quien me temo que no van a salvar ni ellos ni Napoleonchu es a Pedro Sánchez, al que, después de esta muestra de maestría diplomática de nuestro ministro, Joe Biden lo ha excluido de su reunión con dirigentes europeos para estudiar la crisis de Ucrania. No hay derecho
Como no paramos de mejorar, el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, más conocido por Napoleonchu, ayer tuvo el valor de dar una lección a los ministros de Asuntos Exteriores del mundo entero sobre cómo resolver la grave crisis de Ucrania. Napoleonchu lleva seis meses en el cargo, su homólogo ruso, Serguéi Lavrov, cumplirá el 9 de marzo 18 años como ministro de Asuntos Exteriores. Menos mal que está Napoleonchu para ilustrarlo.
Desde Bruselas nuestro ministro anunció al mundo que hay que afrontar la crisis de Ucrania sobre la base de cuatro «d»: diplomacia, distensión, desescalada y disuasión. Sin duda debe tener detrás de él a una gran agencia de comunicación para haber conseguido elaborar un titular –más bien una cita– de tanto impacto.
La diplomacia es la base de toda la actuación exterior de cualquier país en nuestros días. El problema es cuando te enfrentas a algún país que sólo la emplea como subterfugio para tapar lo que de verdad está haciendo. Como es el caso de Rusia, que pretende demorar cualquier reacción para poder seguir tomando posiciones.
La distensión es lo único que parece imposible en este escenario. El 9 de enero de 1991 estuve en Ginebra en la reunión entre el secretario de Estado norteamericano, James Baker y el ministro de Asuntos Exteriores iraquí, Tarek el-Aziz. Muchos esperaban de ese encuentro que surgiese algo de distensión. Por supuesto, no fue así y la Guerra del Golfo se desató una semana después. Dudo que en el plazo de una semana dado por Moscú a Washington los rusos reciban propuestas que les parezcan aceptables. Porque ellos saben que en Occidente no hay voluntad de impedir la progresiva ocupación de Ucrania mediante el uso de la fuerza.
La desescalada es un principio perfecto para la Guerra Fría. Pero recordemos que esa guerra la perdió Rusia y por tanto son poco partidarios de repetir las estrategias que les costaron una «tragedia», según describe Vladimir Putin a la desintegración de la Unión Soviética. Pero Napoleonchu les va a convencer de que hay que retirarse. Tampoco sabemos de dónde. Si de las regiones del Este ucraniano en disputa hoy, o de la Península de Crimea, que Putin ocupó en marzo de 2014, «reinando» Barack Obama. A los rusos la propuesta de Napoleonchu debe haberles sonado a gloria: cualquier desescalada pasa simplemente porque Rusia no siga avanzando, no porque retroceda, porque eso sería una victoria para el Occidente libre.
La única «d» con sentido es la última: disuasión. Ésa es la que de verdad podría parar a Moscú. Porque la disuasión –o lo que es lo mismo, la dureza– implica meter miedo a Moscú. Pero me temo que Occidente va a perder esta confrontación –y nada me alegraría más que equivocarme– porque no hay voluntad de mover un dedo para frenar a Putin. Y él lo sabe. No hay fuerza de voluntad para poner tropas occidentales ante los rusos, no hay capacidad política de asumir bajas occidentales. Y Putin sabe que por eso va a ganar antes o después. Rusia es una dictadura en la que la opinión pública está silenciada y los opositores van muriendo uno tras otro por sorprendentes accidentes o envenenamientos, nunca se sabe a causa de qué. Y enfrente tiene a unos dirigentes políticos con los que le da la risa: en Estados Unidos, Joe Biden, que después de hacer una humillante retirada de Afganistán dijo la semana pasada que tampoco iba a haber una guerra por «un poco de Ucrania». Si no la hubo por Crimea… Boris Johnson va de fiesta en fiesta hasta que los suyos le den la patada final en el tafanario; Emmanuel Macron, dedicado a reforzar a la ultraderecha francesa –aliada de Putin– para impedir tener que enfrentarse en la segunda vuelta de las presidenciales a la candidata del RPR, la única que puede derrotarle, según las encuestas; Mario Draghi, deshojando la margarita de si quiere ser presidente de la República Italiana o no… Y en medio de todo eso ha llegado Napoleonchu para plantar cara a Putin desde un gobierno de coalición en que el otro socio apoya las tesis de Moscú. Porque los comunistas, todavía no han sabido ni querido evolucionar. Pero el matrimonio que guía a Napoleonchu los va a salvar.
A quien me temo que no van a salvar ni ellos ni Napoleonchu es a Pedro Sánchez, al que, después de esta muestra de maestría diplomática de nuestro ministro, Joe Biden lo ha excluido de su reunión con dirigentes europeos para estudiar la crisis de Ucrania. No hay derecho.
PS: Ministro, diga al hombre que tiene destinado en Praga sin hacer nada útil y ganando un pastón después de que lo echaron de la ejecutiva de UGT que deje de arremeter contra mí en defensa de usted desde una cuenta anónima de Twitter con apenas 400 seguidores. Yo me callaré cuando dejen ustedes de hacer el ridículo.