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HorizonteRamón Pérez-Maura

Alguien a quien Rusia tiene pavor

Rusia tiene especial miedo a las acciones de Bellingcat. Cuando los servicios de inteligencia de cualquier Estado descubren algo, hay terreno para negociar y decidir entre dos países qué se publica y qué no. Cuando es una agencia privada, no pueden hacer nada

Actualizada 04:26

Déjenme que se lo cuente. En el mundo hay elementos relevantes de la política internacional que evolucionan sustancialmente y quizá no nos damos cuenta. Por ejemplo, hace cincuenta o sesenta años, los mercenarios eran unos soldados de fortuna al servicio de cualquier jefe que estuviese dispuesto a pagarles una soldada. Hoy son profesionales buscados con enorme interés por empresas multinacionales para ponerles al servicio, no de pequeños dictadores africanos, que también, sino a las órdenes de las grandes potencias democráticas, como Estados Unidos o el Reino Unido –y no sé si también alguno al sur de Inglaterra–. Los mercenarios tienen una preparación casi equivalente a la de nuestros soldados profesionales, tienen una paga sustancialmente mejor, lo que hace que muchos soldados dejen las filas de su Ejército y se vayan a trabajar para la empresa privada «de seguridad» y tienen una doble ventaja imbatible sobre las tropas regulares: cuando mueren en combate, en Londres o Washington no tienen que dar ruedas de prensa para explicar las bajas, ni rendir honores o funerales de Estado. Los entierran en privado y sus familias reciben una pensión de viudedad u orfandad muy superior a la que tendrían si el caído sólo disfrutara de su condición de soldado del Ejército de los Estados Unidos u otro aliado de la OTAN.

A este gran cambio generado en los últimos años por la aparición de los ejércitos «privados» se han unido en los últimos tiempos las agencias de inteligencia privadas. El 29 de octubre de 2018 el Comité Español por la Unión Paneuropea –que yo presidía– entregó el XV Premio Otto de Habsburgo al exministro Íñigo Méndez de Vigo. En el almuerzo en el Nuevo Club de Madrid estuvo presente la exvicepresidenta del Gobierno y exmandamás del CNI Soraya Sáenz de Santamaría y un accionista relevante de Bellingcat. Esta es una de las agencias de inteligencia privada más relevantes del mundo y una referencia para los servicios más respetados, como el MI6 británico –según he tenido ocasión de comprobar presencialmente– o el Mossad. Aquel día de 2018 el accionista de Bellingcat preguntó a la ya exvicepresidenta si podría ayudar a su agencia a conseguir del CNI unos datos que estaban fuera del alcance de la inteligencia privada, pero que eran minucia para el CNI y tampoco un secreto especialmente relevante. Le dio los nombres de dos agentes del KGB con un largo historial en diferentes acciones de desestabilización en Europa que habían entrado en Barcelona días antes del falso referendo del 1 de octubre de 2017. Le dijo en qué vuelo habían llegado y le pidió ayuda para averiguar –por medio del CNI– en qué vuelo habían salido. Esa información no llegó nunca a Bellingcat de fuente española. El pasado mes de septiembre The New York Times publicó –El Debate, con perdón,  todavía no había aparecido- cómo una agencia de inteligencia europea demostraba la conexión del KGB con el intento secesionista en Cataluña. Nadie la mencionó, pero era Bellingcat, que llevaba un lustro trabajando en esta pista.

Por más interés que esto pueda tener en España, es probablemente la historia menos relevante en la que ha trabajado Bellingcat desde su creación en 2014. Entre otros muchos, algunos de los casos verdaderamente importantes son:

  • En 2018 Bellingcat demostró el papel jugado por Rusia en el envenenamiento de Sergei Skripal y su hija. Él era un agente doble que trabajaba para los servicios británicos y los rusos.

  • El 8 de enero de 2020 el vuelo PS752 de Ukranian Airlines se estrelló cuando despegaba del aeropuerto internacional de Teherán. Bellingcat probó con videos que el avión fue derribado por las autoridades iraníes con un misil tierra-aire.

  • En diciembre de 2020 Bellingcat demostró cómo los servicios rusos habían envenenado al dirigente opositor Alexei Navalny y casi mataron a su mujer por error.

  • El vuelo 17 de Malaysia Airlines de Amsterdam a Kuala Lumpur fue derribado el 14 de julio de 2014 cuando sobrevolaba Ucrania. Bellingcat pudo demostrar que el avión fue alcanzado por un misil ruso de la 53 Brigada Antiaérea de la Federación Rusa, evidencia aceptada por el juzgado holandés que condenó a Rusia.

Rusia tiene especial miedo, casi pavor, a las acciones de Bellingcat. Cuando los servicios de inteligencia de cualquier Estado descubren algo, hay terreno para negociar y decidir entre dos países qué se publica y qué no. Cuando es una agencia privada, no pueden hacer nada. Y esta agencia acaba de nombrar su nuevo director ejecutivo a mi amigo Christo Grozev, un austriaco nacido búlgaro, que lleva años amargando la vida al Kremlin y que puede jugar un papel muy relevante en el conflicto que vivimos en Ucrania. Grande.

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