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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

A los votantes del PSOE

¿Están dispuestos a tragar y seguir apoyando a un partido que se sostiene sobre otro que es la marca blanca de quienes mataban a los socialistas vascos?

Actualizada 10:04

Vamos a contar unos hechos que todo votante socialista y militante del PSOE debería tener muy presentes. Y no, no estamos refiriéndonos a las cicatrices de una Guerra Civil de hace ochenta años, cuyos protagonistas ya están muertos. Vamos a hablar de un crimen cometido hace solo 14 años. Se trata del asesinato de un español de 43 años, casado y padre de tres hijos, que siguen vivos y recuerdan cada día con desazón lo sucedido el 7 de marzo de 2008, jornada que seguirá retumbando en sus cabezas el resto de sus días («parece como si hubiese sido ayer», lamentan). La historia es la siguiente:

Isaías Carrasco Miguel era hijo de emigrantes zamoranos llegados a Guipúzcoa. Vivía en Mondragón y trabajaba de cajero en un peaje de la A-1. Se había afiliado joven a UGT y el PSE, mostrando así su compromiso con sus ideas socialistas y con su lealtad a España. Estaba casado con Marian y tenía tres hijos: Sandra, de 20 años; Ainara, de 14 y Adei, de 4. Entre 2003 y mayo de 2007, Isaías fue concejal en Mondragón. Al no salir reelegido renunció a llevar escolta, aunque seguía haciendo vida de partido en el PSE.

El último día de su vida, salió de su casa de Mondragón a la una y media de la tarde para acudir a su puesto de trabajo en el peaje. Era la jornada de cierre de las elecciones generales. Isaías se subió a su utilitario, aparcado frente a su casa. Un corpulento pistolero de ETA, Beñat Aginalde, estudiante de Medicina, se acercó y le descerrajó cinco tiros (en la cabeza, el cuello, un brazo y dos en el abdomen). Un cómplice recogió al asesino en un coche y huyeron. Las detonaciones sobresaltaron a su mujer y sus hijas, que bajaron a la calle y se lo encontraron desangrándose. Isaías salió del vehículo, dio dos pasos y se desplomó, todavía vivo.

Su hija mayor, Sandra, ha relatado alguna vez aquel momento durísimo: «Una chica me decía: '¡Tapa, tapa los agujeros!' Pero es que yo no podía, porque no veía. Había muchísima sangre y no se veían las heridas de las balas».

Isaías Carrasco murió en el hospital local a las 14.40 horas. El entierro resultó sobrecogedor. Era imposible no emocionarse ante la dignidad dolorida de su familia y de sus compañeros socialistas que portaron el féretro, entre ellos un Patxi López muy compungido. El PSOE y su gente prometieron que jamás olvidarían aquel crimen.

Hoy sabemos que las víctimas de ETA recibían un doble castigo. Además de perder a sus seres queridos, luego sufrían un inhumano vacío social. Marian, la viuda, se mudó con sus hijos a otro barrio, «porque en la calle donde vivíamos estaba el chivato» (algún vecino había informado a ETA de los hábitos exactos de Isaías, una víctima fácil, un simple currante que había cometido el pecado imperdonable de ser del PSOE en aquel País Vasco). «Personas que siempre me saludaban dejaron de hacerlo, era muy doloroso». Sandra, la hija mayor, perdió de repente a todos sus amigos: «Me quedé más sola que la una». Aquel frío social acabó convirtiéndose en una depresión.

Marian y sus hijos no entienden la política de mercedes del Estado hacia los terroristas. Lógicamente, les repugnan también los homenajes a etarras. «Cuando piden derechos para los presos, yo pienso, ¿y qué derechos tuvo Isaías? Cuando veo una foto de la bienvenida a un preso me llevan los siete demonios», explicaron en el décimo aniversario del asesinato.

ETA, que mató a trece militantes y simpatizantes socialistas, fue derrotada por el Estado español. Pero en el plano político se mantuvo viva a través de un partido que encarnaba la cara pública de la banda terrorista. Esa marca se llama hoy Bildu. Pedro Sánchez prometió en su día reiteradamente que jamás tendría nada que ver con Bildu, la formación post-etarra. Cuando una periodista le repitió la pregunta, le respondió enojado, enfatizando que el PSOE nunca mantendría ningún tipo de relación con ese partido.

Hoy, sin embargo, Bildu es socio preferente del PSOE. Este jueves, Sánchez ha salvado gracias a sus votos uno de sus decretos más importantes, donde en cierto modo se jugaba el tramo final de la legislatura. Le debe un balón de oxígeno al partido heredero de los que asesinaron con cinco disparos a bocajarro a su correligionario Isaías Carrasco. ¿Y por qué se ha vuelto Bildu tan dadivoso son Sánchez? Pues es evidente, porque tal y como ha contado Otegui, el PSOE de Sánchez ha llegado a un acuerdo con ellos para ir sacando de la cárcel al goteo a todos los sicarios etarras. Ese es el precio del apoyo de Bildu.

Todo este giro resulta moralmente asqueroso. Hay muchísimos votantes del PSOE que son personas honestas, con la conciencia en su sitio, y deben hacerse la siguiente pregunta: ¿resulta admisible seguir votando a un tipo que al cortejar y aceptar el apoyo del mundo de ETA está escupiendo sobre la memoria de los más valientes héroes del Partido Socialista Obrero Español?

Del envilecido aparato del partido y de sus diputados no cabe esperar ya nada. Pero todavía confiamos en que ahí fuera, en la calle, queden algunos simpatizantes socialistas decentes, capaces de anotar esta infamia en su memoria y de pasar factura al amoral que la ha perpetrado.

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