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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Milagros del analfabetismo numérico

La cifra que se está repitiendo cada día, dos millones de visitantes en Madrid por el Orgullo Gay, por supuesto es falsa

Actualizada 13:31

John Allen Paulos, de 77 años, es un profesor de matemáticas estadounidense, autor de libros divulgativos llenos de paradojas numéricas y sentido del humor. De chaval disfruté leyendo su obra El hombre anumérico: el analfabetismo matemático y sus consecuencias. Allí, Paulos señalaba la siguiente contradicción: no saber leer está socialmente mal visto, sin embargo muchas personas alardean de ser unos lerdos con las matemáticas. El resultado es una sociedad que maneja mal las cifras y se vuelve por ello fácilmente manipulable.

Como ejemplo supremo de dominio de los números, Paulos relata una conocida anécdota. El portentoso matemático indio Srinivasa Ramanujan, que falleció prematuramente en 1920 con solo 32 años, agonizaba en un hospital inglés cuando recibió la visita de su mentor y colega G. H. Hardy. Por darle un poco de palique, Hardy le comentó que el taxi en que había venido tenía un número soso, el 1.729. Desde su lecho, Ramanujan replicó al segundo: «No, no. Ese número es muy interesante. Es el menor que se puede expresar como suma de dos cubos de dos maneras distintas».

Lo de Ramanujan no es lo habitual, claro. Paulos explica que si el hombre del tiempo de la tele anuncia que el sábado habrá un 50 % de posibilidades de lluvia y el domingo también un 50 %, la mayoría de la gente concluye erróneamente que el fin de semana lloverá. El profesor también nos divierte con curiosidades estadísticas: conviene viajar siempre en avión con una bomba, recomienda bromeando, porque las posibilidades de que haya dos en un mismo vuelo tienden a cero.

Me he acordado de todo esto al hilo de la ligereza con que se manejan las grandes cifras en los medios españoles. Por ejemplo, durante años se publicó por sistema que la Diada separatista reunía a 1,5 millones de personas en Barcelona, ciudad de 1,6 millones de habitantes. Es evidente que el dato era falso, pero nadie se detuvo a comprobarlo y desenmascararlo.

Otro tanto sucede estos días con las llamadas fiestas del Orgullo, que han reunido a cinco ministros en Chueca (cuando jamás se movilizarían por las tremendas estrecheces que pasan muchas familias españolas). La pasión arcoíris se ha extrapolado ya a periódicos antaño de derechas, plegados ahora al pensamiento «progresista». En uno de ellos leo que el Orgullo «traerá a Madrid a dos millones de gais», cifra que se repite en todos los medios del sanchismo. Puede ser. O no. Veamos:

Empecemos por el transporte. Imaginemos que para el Orgullo fletamos vuelos chárter con el avión más grande del mundo, el Airbus A380, capaz de llevar a 555 pasajeros. Si llegasen a Barajas 500 de esos aviones repletos de simpatizantes de La Causa, lo cual son cifras propias del Desembarco de Normandía, llegarían a Madrid por vía aérea 277.500 gais. Si hiciésemos lo mismo con el AVE más grande que circula en España, de 730 pasajeros, organizando 500 viajes llevaríamos a la capital de España a 365.000 gais. Es decir, con un despliegue aéreo y ferroviario jamás visto, traeríamos a 642.000 personas a Madrid para el Orgullo. Pero todavía nos faltarían 1,3 millones para llegar a los famosos dos millones. Tendrían que venir por carretera y ello provocaría atascos extra en las entradas de Madrid, que no se ven. Toda la ciudad estaría tomada, pero la realidad es que se percibe más o menos el mismo número de visitantes que cuando juega un equipo guiri contra el Madrid en la Champions.

Pasemos ahora a alojar a los dos famosos millones. En la Comunidad de Madrid existen unas 120.000 plazas de hotel y en la capital, unos 15.000 apartamentos turísticos, donde podríamos meter a 60.000 personas. En total podríamos alojar a 180.000 (si todos los hoteles estuviesen vacíos). Nos faltan todavía 1,8 millones de gais a los que buscar un techo, aunque algunos fuesen a casas particulares de amigos.

Vayamos ahora a Chueca. En la pequeña plaza que da nombre al barrio caben como mucho unas 4.400 personas, descontando las terrazas. Pongamos que en la plaza Pedro Zerolo cupiesen cuatro veces más (unas 17.000 personas). Las dos plazas repletas albergarían 38.000 personas. Dado que Chueca no es exactamente Manhattan, sino un barrio más bien pequeño, no sé me ocurre dónde se han metido nuestros dos millones de gais.

Por supuesto que habrá muchísima gente este fin de semana en los desfiles. Pero para acercarnos a la verdad probablemente haya que quitarle un cero a la manida cifra de los dos millones. Aunque el rigor matemático resulta políticamente incorrecto en esta sorprendente España, donde ser heterosexual y no portar abalorios homosexuales en la Semana Grande empieza a señalarse como una antigualla conservadora, pues así lo ha decidido una empalagosa ingeniería social que aspira a dirigir hasta nuestra biología.

Conmovedor, por cierto, ver al ministro Marlaska clamando desesperado en Chueca contra una supuesta persecución de los gais que, por fortuna, ya apenas existe, mientras aplaudía el viernes en Rabat «el importante trabajo de contención» de las fuerzas de seguridad de Marruecos que masacraron a más de veinte subsaharianos en la valla de Melilla. Igual los pobres tenían la desgracia de ser heterosexuales…

Por supuesto que hay que respetar los derechos de los homosexuales. Ahí estamos plenamente de acuerdo. Pero con todos los problemas que padece hoy España es evidente que existen causas infravaloradas que merecerían más atención que esta obsesión arcoíris impulsada desde la oficialidad. Lo que está ocurriendo es sencillo: la izquierda ha perdido la batalla de ideas, se ha quedado sin mensaje para el cuerpo amplio de la sociedad –las familias– y ha abrazo la causa del victimismo de las minorías y el hedonismo, porque ya no tiene otra.

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