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Unas líneasEduardo de Rivas

El inmovilismo de Feijóo

La táctica recuerda a los tiempos de Rajoy, que lo decía todo sin llegar a decir nada, como el que cruza el río sin querer mojarse. De puntillas, con cuidado

Actualizada 09:25

Ayer volví de vacaciones y aunque cuando uno está lejos del periódico trata de olvidarse de Sánchez, de la crisis y hasta de la contraseña de su ordenador, siempre hay quien te pregunta por las noticias del día, como si por ser periodista te enteraras entre baño y baño en la playa del último escándalo de Moncloa. Como si fueran pocos.

Como andaluz, la pregunta obligada era el reciente éxito de Juanma Moreno. Un triunfo histórico para un partido que estaba llamado a ser la eterna oposición en una tierra socialista por naturaleza. «Si no ha cambiado nada», me decía alguno todavía sorprendido por los resultados. Ese, precisamente, fue el secreto del presidente de la Junta de Andalucía: cambiar las cosas sin llamar la atención, con el sigilo suficiente para que el ciudadano no se alarmara y revertiera su voto.

Buena nota de esta táctica ha tomado Alberto Núñez Feijóo. Habla, critica y hace oposición sin que se perciba, con un deje gallego que recuerda a los tiempos de Rajoy, que lo decía todo sin llegar a decir nada, como el que cruza el río sin querer mojarse. De puntillas, con cuidado. Feijóo sabe que está en un momento en el que lo importante es no meter la pata, porque ya se ocuparán sus oponentes de hacerle ganar puntos –y escaños–. Lo importante es no perderlos.

En el Gobierno la estrategia parece ser la contraria: sacarle a la palestra. Los ministros socialistas se turnan para ponerle el capote con la intención de que entre como lo haría un Miura en Las Ventas. Pero obtienen el silencio por respuesta. Un día sí y otro también. Feijóo se mantiene al margen de debates absurdos en los que sí permite que entren perfiles capaces de agitar a las masas como puede ser Isabel Díaz Ayuso. Feijóo, poniéndose de perfil con su táctica inmovilista, gana enteros por el centro mientras otros rascan por la derecha. En Génova todo suma mientras en Moncloa todos hacen por restar.

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