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El Camino de Olona

No se trata de que Vox salga con un parte médico de Olona como si fuese Gareth Bale, bastaría con explicar si lo suyo es un punto final o tres puntos suspensivos

Actualizada 08:33

Siento un profundo respeto por los abogados del Estado y, en general, por todos aquellos que sacan adelante una oposición para trabajar en nuestro poder judicial. Lo he visto de cerca, y es algo que pone a prueba la vocación y la determinación de quien lo intenta. Por muy buena cabeza que se tenga, conlleva muchísima disciplina, soledad y ciertas dosis de incertidumbre. No es un desafío apto para mercenarios de lo público a la caza de un sueldo para toda la vida. Es algo mucho más hondo.

Por eso me sorprendió la renuncia de Macarena Olona. No tanto sus razones –inopinables– como su silencio y el del partido, que han contribuido a crear un clima enrarecido en torno a las circunstancias completas de su marcha. Al ser la tercera mujer en menos de un mes que renunciaba a su puesto sin más explicación que la salud –antes fueron Adriana Lastra y Dolores Delgado–, cualquier persona más o menos suspicaz habría pensado mal. De seguir a este ritmo, la política española terminaría siendo algo así como el pelotón del Tour de Francia, el colectivo con mayor porcentaje de asmáticos del que hay noticia.

Tras casi un mes sin aparecer por Twitter, tablón de anuncios de la modernidad y de la nueva política que en parte representa Vox, Macarena Olona escribió lo siguiente: «Con cada mensaje, palabra de aliento, abrazo, estáis marcando mis pasos. Voy de vuestra mano. Camino a vuestro lado. Donde quiero estar». El enunciado es deliberadamente ambiguo, similar a una frase que dejó Aznar en mayo de 2013 cuando le preguntaron si volvería a la política aprovechando que Rajoy no era capaz de revertir con su mayoría absoluta los vicios heredados del zapaterismo: «Yo cumpliré con mi responsabilidad, con mi conciencia, con mi partido y con mi país. Con todas sus consecuencias».

Olona de momento va a cumplir con su promesa de hacer el Camino de Santiago. Otra cosa es si (como decía Aznar) cumplirá con su partido, que de tan callado que está vamos a empezar a pensar que se ha disuelto.

Naturalmente no se trata de salir con un parte médico de Macarena Olona como si fuese Gareth Bale, que era propenso a borrarse, bastaría con decirle a los votantes de Vox si lo suyo es un punto final o tres puntos suspensivos. Comprobar, en definitiva, si en Vox también hay diferencias internas como en cualquier organización más o menos humana. La excusa de que el partido no está para saciar la curiosidad de los periodistas o que cuanto más se habla menos se trabaja tampoco vale, pues ya sabemos que el Congreso es, en dura pugna con los profesores, el gremio con más vacaciones de toda España.

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