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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Pam, Ire y Lilith siguen disfrutando

Mientras pagamos a políticas adolescentes para que lo pasen 'chupi' vemos como se traban los fondos europeos por incompetencia de un Gobierno de aficionados

Actualizada 10:00

Ángela Rodríguez Martínez, alias Pam, pontevedresa de 32 años que se autodefine como «feminista, bisexual y galega», está que se sale. Quién le iba a decir a ella, que estudió Filosofía y no ha llegado a tener jamás una nómina laboral fuera de la política, que iba a culminar ya un año como secretaria de Estado en el 'Chupi' Ministerio de Irene Montero.

Es un trabajo gay-guay. Viajas en el Falcon del mismísimo Peter, en excursión trasatlántica a Nueva York con la coartada de promocionar el aborto en Estados Unidos. Acudes a saraos «progresistas» en Madrid, donde te invitan y te hacen la pelota. No curras un pijo y en el Ministerio reina un ambientazo chulísimo, de colegueo y buen rollismo LGTBI. La ministra, Irene, es un amor, una más, al mismo nivel de todas y todes. Al principio hasta se venía con su bebé al despacho. Hasta que «la ultraderecha» le montó un pollo y ahora tiene que hacer como que trabaja.

Pam intentó en 2016 convertirse en la jefa de Podemos en Galicia. Pero palmó las primarias (seguramente alguna conjura de la ultraderechona machista). Se alistó entonces en un nuevo invento llamado En Marea y con 26 años sonó la flauta: acabó de diputada en Madrid, lo que si jamás has dado un palo al agua es como si te toca la lotería. En su labor de secretaria de Estado de Igualdad y contra la Violencia de género no es que Pam se haya revelado como una lumbrera (cada vez hay más crímenes contra las mujeres). Pero la tarjeta de cargo público le sirve para alternar y la nómina es estupenda, «o brutal» (adjetivo favorito de sus coleguis del Ministerio).

Como secretaria de Estado que es, esta semana a Pam la han invitado a la audiencia en el Palacio Real por el Día de la Fiesta Nacional. Allá se fue junto a Ire, la ministra, y Lilith Verstrynge (también secretaria de Estado y también parada de larga duración hasta que se enroló en Podemos).

Pam, Ire y Lilith echan pestes a diario de la Monarquía. Lo de la Fiesta Nacional Española y el Día de la Hispanidad también les da repelús. Porque ellas, que son muy inteligentes, están muy bien preparadas y quieren «volver a casa solas y borrachas», saben que España nunca ha existido, que es un invento de Franco. Lo que mola es la «nación de naciones». No hay nada más avanzado, moderno y solidario que el separatismo catalán y vasco, que propugna que uno de Tarrasa es superior a uno de Lugo y que los de Irún tienen un glorioso RH, que los convierten en elfos frente a las razas inferiores de Algeciras y Ponferrada.

Pero claro, ir al Palacio Real sin hacer un pequeño show no queda bien. Así que Pam subió a su cuenta de Instagram una foto con careto perplejo frente a la invitación de la Casa Real, que recomendaba a las «señoras» acudir de «vestido corto». Como audaz y sublime gesto feminista, Pam decidió ponerse una corbata en señal de rebeldía y hacerse unos selfies con morritos de enojo. No se habla de otra cosa en Occidente y seguro que los Reyes están preocupadísimos por la denuncia protocolaria de nuestra Pam, «feminista, lesbiana e galega».

Hecho el alarde, Pam, Ire Y Lilith se fueron encantadas al Palacio en su berlina oficial. Lo pasaron chachi y más tarde subieron a sus redes fotos joviales, donde se las ve extasiadas al verse admitidas en recepción tan señalada.

Este es el nivel del actual Gobierno de España. Tal vez por ello a veces sufrimos síncopes como el de la tarde de este viernes, cuando Bloomberg, la mayor agencia económica del mundo, alertó de que España puede perder parte de sus 160.000 millones de fondos europeos por incumplir el ultimátum de Bruselas para instalar de una vez el sistema informático de control exigido. Por fortuna, una amenaza desmentida al final del día por la Comisión Europea, aunque el retraso está ahí.

No solo son sectarios hasta el odio. No solo hacen gala de un constante rencor cebado de envida. Además son unos paquetes, pues no saben desempeñar su trabajo. Destaca en ese aspecto Nadia Calviño, probablemente el personaje más sobrevalorado de nuestra escena pública, pues a pesar de toda su altiva circunspección no da una. No ha sabido ni impartir las órdenes pertinentes para implantar un software de auditoría y poner así a buen recaudo los fondos europeos. Eso sí, somos líderes mundiales en subcultura de la muerte, ecologismo de cartón piedra, victimismo LGTBI y cantamañanismo aplicado.

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