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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

«A Feijóo le queda grande Madrid»

Es la última coletilla de la izquierda para desmontar a un rival que se les ha ido atragantando en las encuestas

Actualizada 14:42

Se trata de una máxima elemental de la liza política: si tienes un rival complicado debes intentar desmontarlo, rebajar su prestigio ante el público. En el caso de Sánchez, eso se traduce en descender al barro y disparar sin reparo alguno contra el enemigo con toda la munición que pilles.

Tal y como se esperaba, Feijóo mejoró nada más llegar las titubeantes prestaciones demoscópicas de Casado. Así que Sánchez ha dado orden de tirar a dar. El PSOE y el Orfeón Progresista se han puesto a trabajar. Como no han encontrado muertos revolviendo en el armario de su adversario, lo que han hecho es intentar erosionarlo con el siguiente argumento: «A Feijóo le queda grande Madrid». Es la coletilla en boga de Ferraz y su tertulianismo. Según esta línea argumental, el líder del PP sería una especie de Paco Martínez Soria, extraviado con su boina calada frente a los desafíos de la villa y corte, falto de preparación para la tarea que le ha caído encima.

La crítica resulta curiosa viniendo de quien viene, pues disfrutamos de un Gobierno repleto de medianías que apenas han trabajado fuera de la política. La portavoz del Ejecutivo, Sonrisas Rodríguez, es una aparattchick profesional del PSOE que ejercía de alcaldesa de una ciudad de 48.000 almas. Irene Montero pasó de la caja de un súper a ministra, merced a la promoción digital de su pareja masculina (puro feminismo). Ione Belarra todavía se pellizca incrédula cada vez que se sube al coche oficial (o al Falcon de Peter). Yolanda Díaz a lo más a lo que había llegado era a teniente de alcalde de Ferrol y diputada con fama de Judas en el Parlamento Gallego. Iceta, el de Cultura, carece de título universitario. Incluso el currículo de Sánchez deja bastante que desear. Trabajó un poco como asesor en Bruselas enchufado por el PSOE, luego fue concejal en Madrid y tertuliano en programas de serie B, diputado cuando corrió la lista en el Congreso por una baja y profesor en una universidad menor, con una tesis doctoral célebre por tener más trampas que en un campo de minas.

Feijóo puede gustar más o menos y ciertamente no duerme con un libro de Popper, Schumpeter o Roger Scruton debajo de la almohada. Pero es licenciado en Derecho, dirigió el Insalud cuando suponía gestionar el grueso de la sanidad pública española, presidió Correos durante tres años y gobernó en Galicia durante trece. Se distinguió en la Xunta por cuadrar los balances y ante la crisis de la covid la región resultó una de las menos castigadas de España merced a una gestión cabal (mientras Mi Persona e llla Maravilla batían todos los récords de incompetencia). Probablemente gasta un currículo un poco mejor que el de su tocayo Garzón, la mujer de Pablo Iglesias, Rufián, Aragonès o el propio Sánchez (que por cierto, no ha ganado una mayoría absoluta en su vida).

Solo el 49 % de la población madrileña ha nacido en la ciudad. Resulta absurdo presentar la capital de España como una meca laberíntica, llena de secretos para iniciados y donde solo sabría moverse una crema local de toda la vida. Feijóo será un provinciano, pues sí, ciertamente: como Ramón y Cajal, que era de Petilla de Aragón; Cela, de Iria Flavia; Picasso, de Málaga; Franco, de Ferrol; Felipe González, de Sevilla; Camarón, de San Fernando; Concepción Arenal, de Ferrol; o la magnífica Isabel la Católica, nacida en Madrigal de las altas Torres (Ávila).

Madrid somos todos, porque es la fusión de todas las almas de España –y de Hispanoamérica– y la estupenda capital de un maravilloso país, que no se acaba en los lindes de la M-30. Así que se torna un poco cargante, y bastante paletillo, el desprecio del regresismo «progresista» hacia Feijóo invocando sotto voce su condición de provinciano (a mucha honra, y de Los Peares, para más señas, donde confluyen el Miño y el Sil en un bucólico espectáculo de naturaleza pura).

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