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Agua de timónCarmen Martínez Castro

Una de vampiros

Todo el espectáculo de esta semana en el Parlamento más parece el guion de un cuento disparatado que el desarrollo normal del debate sobre los asuntos que interesan a los ciudadanos

Actualizada 01:30

Esteban González Pons, el vicesecretario del Partido Popular, acaba de publicar una novela delirante, «El escaño de Satanás». Dudo que exista en España un solo político al que se le pudiera ocurrir situar una novela de terror gótico en Congreso de los Diputados, con una vampira de la época de los Austrias comiéndose a las señorías que se ponen a tiro y sembrando todo de ratas y de moscas asquerosas. Pero Esteban González Pons, que siempre ha sido un político original y con sentido del humor, ha querido correrse una juerga y a fe que lo ha logrado. La melancólica falta de luz de Bruselas, puede producir este tipo de reacciones en los espíritus exuberantes del Mediterráneo; cualquier exageración ha de ser comprendida.

Andaba yo enfrascada en la lectura de las truculencias de la vampira por los pasillos del Congreso la misma noche en que se aprobó la derogación del delito de sedición y pensé que ese momento esperpéntico de la política española bien merecía haber formado parte de la serie de delirios fabulados por Gonzalez Pons en su novela. Ninguno de nosotros hubiera imaginado, ni en nuestros peores desvaríos, que los golpistas de Cataluña llegarían a tener tanto poder como para reescribir el código penal, que es tanto como reescribir la historia de lo que ocurrió hace solo cinco años.

De hecho, todo el espectáculo de esta semana en el Parlamento más parece el guion de un cuento disparatado que el desarrollo normal del debate sobre los asuntos que interesan a los ciudadanos. Este congreso es, en sí mismo, un puro esperpento.

La cosa empezó hace tiempo, cuando los diputados empezaron a jurar sus cargos hasta por la gloria de sus madres para no hacerlo por la Constitución, tal como exige el reglamento. Degenerando hemos llegado a lo de esta semana, incluido el sainete de las lágrimas de Irene Montero. La santa patrona a quien se encomiendan los violadores que esperan ver reducidas sus penas, ha dejado de ser la Agustina de Aragón de la podemia para ponerse a hacer pucheros y lloriquear cuando le han obsequiado con el mismo tratamiento que ella dispensa a los demás. Ahora es la lobita buena maltratada por los corderos y la creadora de una nueva teoría sobre la violencia política en virtud de la cual las críticas a la izquierda son violencia, pero los escraches a la derecha son jarabe democrático.

Del mismo modo, el Partido Socialista –todos a una, Fuenteovejuna– pretende convencernos de que dejar que los delincuentes dicten el contenido del código penal es un avance que nos equipara a Europa y no una afrenta a nuestro sistema judicial.

No hay vampiro más insaciable que los socios escogidos por Sánchez para apuntalar su presidencia ni hay monstruo más tenebroso que esa alianza blindada entre el PSOE, ERC y Bildu que esta semana se ha presentado en sociedad. Ese tripartito no ha nacido para sacar adelante los últimos presupuestos de Sánchez, sino para cambiar nuestro régimen constitucional en la próxima legislatura, lo de jueves pasado sólo ha sido un anticipo. No tiene nada de ficción ni es una novela de terror. Es la realidad y por eso da más miedo.

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