O todos culpables
El culpable de esta sostenida entrega de España a la indignidad es Sánchez, su Gobierno, sus parlamentarios, sus barones autonómicos y quienes los apoyan por un beneficio
El magistrado y vocal del CGPJ José María Macías viene manifestándose, libre y responsablemente, sobre cuestiones que atañen al alto órgano al que pertenece. Primero opinó en una mesa redonda, mayo de 2021, que «el Gobierno pretende desactivar el poder judicial para desactivar el sistema democrático y a través de ello impulsar un cambio de régimen». En septiembre de aquel año afirmó: «El Gobierno no tiene la menor intención de adecuar el marco normativo español a lo exigido por Europa». Posteriormente, ya en septiembre de 2022, en el Foro Judicial Independiente el portavoz de Justicia de Podemos y secretario general del PCE, Enrique Santiago, citó críticamente a Macías por sus declaraciones en las que responsabilizaba al Gobierno «del estropicio a la Justicia». Además, el abogado comunista sostuvo que «hay una coordinación entre el PP y ese grupo del Poder Judicial (el denominado sector conservador) para evitar el cumplimiento constitucional».
Ningún miembro del llamado sector progresista protestó cuando la vocal del CGPJ, Pilar Sepúlveda, progresista ella, manifestó su apoyo al indulto de Griñán cuya condena acababa de ser avalada por el Tribunal Supremo. El caso de la piel fina o gruesa, lágrimas más o menos, según de qué y para qué, no es sólo cosa de Irene Montero cuando acusa de machismo a una diputada, o sea mujer, que acababa de decir, probablemente pasándose y dando argumentos de defensa a la ministra, lo que comparten muchos españoles, pero nuestra lideresa de la igualdad asumía y entendía el machismo de su pareja, un hombre, que dijo lo mismo de Ana Botella y también la ministra olvidó el deseo de ese mismo político de maltratar a una periodista hasta hacerla sangrar. Irene Montero inmediatamente tildó de fascistas a los diputados de la derecha, pero por lo visto eso no se considera un insulto y llamar fascistas y machistas a los jueces tampoco. Teniendo en cuenta el amplísimo porcentaje de mujeres en la judicatura el insulto es un esperpento. Está claro que el ministerio de Igual-dá sólo defiende a las mujeres que piensan como su titular. La ley del embudo tan normalizada en Podemos
La desaparición por la puerta de atrás del delito de sedición, unido en el caso de los condenados por el intento golpista independentista catalán al de malversación de caudales públicos, dejará libres como pajaritos a quienes ya han afirmado (Junqueras entre ellos) que la próxima declaración de independencia «será menos costosa» y presionan a Sánchez para que haya un Tribunal Constitucional «sin jueces fascistas anticatalanes». Los deseos de ERC son órdenes para la Moncloa.
Sánchez ha instaurado la mentira como hábito de gobierno. Ganó la moción de censura por la manipulación de una sentencia debida al juez De Prada como más tarde concluyó el Tribunal Supremo. («De Prada y Rosell no cumplen con la apariencia de independencia que debe tener el CGPJ», señaló José María Macías). En aquella moción faltó el programa detallado que el candidato se comprometía a aplicar; era tal el lío de sus apoyos que no era posible presentar un programa coherente más allá de echar de la Moncloa a Rajoy. Cuando convocó elecciones no cumplió ninguna de sus promesas electorales; en 24 horas pactó con quien dijo que les quitaría el sueño a él y a los españoles; luego pactó con Bildu –«¿Cuántas veces quiere que le repita que nunca pactaré con Bildu?»– Y ahora es su socio preferente.
Sánchez es un mentiroso patológico. Hace tiempo que vengo suponiéndole otras patologías pero no soy un experto. Lo cierto es que cualquier español de cualquier ideología sensata no podía suponer que viviríamos la realidad que padecemos hoy, ni siquiera en tiempos de Zapatero, el maestro Ciruela de Sánchez. Asistimos al desmontaje gradual pero acelerado del modelo de Estado que marca la Constitución, desde la división de poderes a la esencia de la Monarquía parlamentaria. No es un secreto, y los ciudadanos viven, sienten, leen y piensan, se puedan equivocar o no, que aparentemente nunca un Rey ha sido tan presionado como ahora, incluso en asuntos más cercanos a su intimidad como puedan serlo las relaciones entre un padre y un hijo. Un sabio amigo mío, que no es maestro Ciruela sino prócer universitario, sostiene que cuanto más se fortalece el papel de Podemos y de los socios independentistas catalanes, más se presiona a la más alta autoridad del país, acaso para hacerle pagar el patriótico, oportuno y valiente discurso del 3 de octubre de 2017 tras la ilegal declaración de independencia de Cataluña.
Y no pasa nada. Siempre pasa nada. El PP pidió que se retratasen los diputados socialistas al votar por llamamiento la iniciativa parlamentaria-trampa que llegó al Congreso de los Diputados, sin informes previos y por una vía indecente, el fin del delito de sedición. Ahora Feijóo tiene una responsabilidad añadida de cara a las elecciones de mayo y a las generales: publicar en los medios provinciales y regionales los nombres y fotografías de los diputados que tan gozosa y vocingleramente gritaron su sí a ese atropello democrático. A ver cómo lo explican. Para el PP ese debería ser un eje de campaña. Basta ya de engaños y manipulaciones. Los españoles están en silencio o no, pero votan.
El culpable de esta sostenida entrega de España a la indignidad es Sánchez, su Gobierno, sus parlamentarios, sus barones autonómicos y quienes los apoyan por un beneficio. Sin una denuncia suficiente y sostenida de la alternativa, todos seremos culpables. Mirar para otro lado, el buenismo, ya no es opción.
- Juan Van-Halen es escritor y académico correspondiente de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando