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Pecados capitalesMayte Alcaraz

Zapatero, Fuertes y el plato

El tiempo que le deja libre su misión de blanqueador de dictadores caribeños, lo ocupa el leonés en muñir las alianzas del Gobierno con separatistas y filoetarras

Actualizada 01:30

Gloria Fuertes era una poetisa infantil, ingenua y definitivamente talentosa. Escribía dulces poemas a los niños para hacerles entender las tragedias humanas explicadas con fábulas mágicas y palabras sencillas. «No matemos al vecino/invitémosle a tocino», decía la escritora madrileña para animar a los peques a solucionar los problemas de la vida. Es comprensible que José Luis Rodríguez Zapatero, ese presidente que vendía talante mientras sentaba a su mesa a los albaceas del terrorismo, recurra a la cándida literatura de Gloria para defender a Irene Montero. La ternura de la escritora es un buen antídoto contra la perversión política de ZP y Montero.

El guionista original del sanchismo se subió a la tribuna de la Internacional Socialista y ante la carne de su carne del actual Gobierno, parafraseó a Fuertes, enarcando una ceja y con voz de monitora de jardín de infancia: «Lamer la piel de la persona que se ama/lamer un plato/pegar un sello:/usemos la lengua para todo menos para herir», en referencia a las palabras de la diputada de Vox, Carla Toscano, sobre la ministra de Igualdad. Y, por alusiones: «No hay salida/me estoy acostumbrando a tu saliva», Gloria Fuertes.

No sé si fue más bochornosa la incursión literaria de Zapatero o los aplausos que arrancó del respetable, encabezados por Sánchez, que celebraba su ascenso a la presidencia de la IS, donde está él, tres socialistas fracasados y los dictadores bolivarianos. Cincuentones con el alma gélida y las intenciones más despiadadas de nuestra historia, temblando de emoción con los relatos infantiles de Gloria.

El presidente que llegó al poder tras el mayor atentado terrorista de la historia de Europa, convirtió la política en una ciénaga y la pedantería en una forma de infantilizar a los votantes. «No matemos al vecino, invitémosle a tocino», escribió la admirada Gloria: por eso Zapatero bajaba de las nubes a ratos para recortar el sueldo a los funcionarios y congelar las pensiones, para coser cordones sanitarios y cavar las primeras trincheras para uso y disfrute posterior de Sánchez.

De este presidente tóxico, lleno de buenas palabras, sonrisas falsas y discursos cursis, pero ni un buen hecho, nos queda el odio, el resentimiento identitario y la semilla de la que brotaría Podemos y la versión felona del actual PSOE sanchista. El tiempo que le deja libre su misión de blanqueador de dictadores caribeños, lo ocupa el leonés en muñir las alianzas del Gobierno socialista con separatistas y filoetarras, así, con todas las letras, porque él es un devoto de pasar página de ETA, como si de la memoria de las víctimas se pudiera borrar a sus padres mutilados o a sus hijos en ataúdes blancos: «No pensad en los difuntos,/ Dormid juntos», escribió Gloria. Así que Zapatero apadrinó la Alianza de las Civilizaciones, mientras algunos de sus interlocutores amparaban atentados islamistas en Europa. Con este corrosivo presidente empezó todo. Pobre Gloria Fuertes. Y pobre España.

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