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Cosas que pasanAlfonso Ussía

El humor ausente

En Inglaterra, en Italia, en Francia, el humor es cultura. En España, los dogmáticos de las izquierdas –comunismo y socialismo–, han convencido a sus partidarios de que el humor es un desarreglo intelectual de las derechas

Actualizada 01:30

Si algo se añora en España es el humor. El humor y el sentido del humor. Vivimos tristes y preocupados. Los días del invierno norteño ceden a las oscuridades a partir de las 17:30 horas. Aprovecho para repasar carpetas con cartas, documentos y testimonios firmados. Me topo con una tarjeta postal con una preciosa vista de Fuenterrabía. Me la regaló Antonio Mingote. Se la envió Miguel Mihura, aquel genio. De genio a genio. Mihura y su hermano Jerónimo estrenaban el piso que habían comprado en la fronteriza y noble ciudad guipuzcoana. Desde su terraza, las playas, el espigón que separa la de Fuenterrabía y la de Hendaya, y la mar. En su descripción del litoral vasco, José María de Areilza describe brillantemente sus melancolías. «El mar de los vascos, los mejores marinos y pescadores de España, el mar de las traineras balleneras y los naufragios en los nortazos enfurecidos. El que rompe en la costa desde el Abra al Cabo Híguer de Fuenterrabía, la última roca de nuestra Patria». No tan lírico se muestra Miguel Mihura en su tarjeta a Mingote: «Querido Antoñito. Aquí estoy, en mi nuevo piso de Fuenterrabía. Me he comprado un catalejo para seguir el paso de los barcos por el horizonte. Y sigo el paso de los barcos por el horizonte, porque tengo muerta la pilila. Que de tenerla como siempre la he tenido, viva y coleando, iba a ver pasar los barcos por el horizonte la madre de Juan Sebastián Elcano. Ya sabes dónde tienes tu casa. Te abraza y te quiere, Miguel». Miguel Mihura y Enrique Jardiel Poncela no se llevaban bien. Jardiel, de talento descomunal, era también un gran trabajador. Mihura, lo contrario de un estajanovista. Se encerraba en un hotel con Tono para escribir una comedia, se reían de las ocurrencias de uno y otro, y cuando se les acababa el dinero, volvían a Madrid sin un renglón escrito. Pero en trances de urgencia eran capaces de escribir una comedia en dos días. Jardiel, autor de Angelina y el Honor de un Brigadier, le acusa a Mihura en una carta destemplada de plagio. «Y te escribo, Miguel, porque todo tiene un límite y tú lo has traspasado. Fíjate si existe el límite, que lo tiene hasta la provincia de Badajoz». Hasta en la indignación, el humor sobrevolaba. Jardiel, además de su asombrosa producción teatral y su pionera dedicación al Cine, se divertía tejiendo aforismos encadenados. –¿Qué es una rueda? La que se pincha. ¿Qué es la leche? La que se corta. ¿Qué es el cuchillo de un hotel? El que ni pincha ni corta.

Eran todos ellos, los componentes de la bautizada por José López Rubio, la Generación Simpática del 27. Hijos de Muñoz-Seca, Arniches, Antonio Paso, y Joaquín Abati –El Conde Sisebuto– entre otros.

Mihura, Tono, Jardiel, el joven Mingote, Enrique Herreros, Álvaro de Laiglesia, Evaristo Acevedo, Jorge Llopis, autor de Las Mil Peores Poesías de la Lengua Castellana, parodiando a los poetas clásicos y románticos. Aquí la parodia de Gustavo Adolfo Bécquer.

¿Qué es huevo frito? Dices mientras clavas
Tus pupilas en el pálido trasluz.
¿Qué es huevo frito? ¿ Y tú me lo preguntas?
¡Huevo frito eres tú!

Escritores, críticos y dibujantes de La Codorniz. Todos cultos, sabios e instruidos. Sea comparada La Codorniz –con la censura acechando sus páginas–, con la porquería de El Jueves, síntesis del peor gusto y ausencia de talento. «Eco de Sociedad. El marqués de Villavespa se compra una moto verde». La agudeza y el humor sin ácido. En el franquismo el humor estaba presente en la sociedad, y la crítica con dos lecturas, y hasta con tres repasos. Se anunciaban mucho los jerséis femeninos «Escorpión». Bellísimas modelos con su jersey. El mensaje publicitario lógico. «Éste es un jersey Escorpión». A plena página, en La Codorniz el dibujo de una mujer de frente desnuda. «Éste no es un jersey Escorpión». Y estaban los poetas satíricos, y las tertulias literarias rebosadas de ingenio. De ahí nacen los Cela, Ramón Gómez de la Serna, González-Ruano, Wenceslao, y tirando hacia nuestros días, Berlanga, Campmany, Luis Escobar… Los directores y actores de cine eran cultos y no analfabetos, y críticos con el sistema. Ahí Rafael Azcona, a cuya sombra creció Luis García Berlanga. Y los Ozores, que jamás pidieron una peseta de subvención y se hicieron ricos –que no millonarios–, con su talento. Y Tip, claro, y al final, el gran Garmendia, poeta satírico y festivo sevillano.

To be or not to be,
That is the question,
De papas con tomate
¡Cómo me he «puestion»!

Y los chistes. Políticos, picantes, religiosos, provinciales. ¿Dónde están los anónimos creadores de aquellos chistes tan buenos que florecían nuevos todas las semanas? Incluso en los apuros, las humildades, las necesidades y los quebrantos se vivía con el humor presente. En Inglaterra, en Italia, en Francia, el humor es cultura. En España, los dogmáticos de las izquierdas –comunismo y socialismo–, han convencido a sus militantes y partidarios que el humor es un desarreglo intelectual de las derechas. El dogma y el humor no se llevan. El humor de izquierdas es Almodóvar, y su chusma. El humor por el humor es fascista.

El gran humor ha muerto. Y lo hemos enterrado entre todos, sin respeto y sin memoria.

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