Fútbol de sardana
Jamás me he aburrido tanto viendo un partido de fútbol. Nuevamente, con la victoria de Marruecos, triunfaron Sánchez, Begoña y Mohamed
Rompí mi promesa y seguí por televisión, obedeciendo a mis nietos, el gran espectáculo futbolístico que protagonizaron en aquel lugar del siglo XI las selecciones de Marruecos y España. Los marroquíes me parecieron malísimos, y los españoles, un grupo de cursis que confundió el fútbol con una sardana. Está científicamente demostrado –lean a Browosky, Lindemann, Laurent, Girolamo Tagiatelle, Stepanov ó Gonçalves Do Brito–, que la sardana es la danza popular más sosa y aburrida de cuantas se interpretan en este conflictivo planeta. En el noroeste de Islandia, se baila en las fiestas patronales el Bogodor un baile trepidante que rememora la declaración de amor de un viquingo tímido a una joven enamorada de un pescador de ballenas que emigró de Islandia para instalarse en Benidorm. Desde que comienza el baile con la primera declaración del viquingo tímido hasta que los padres de la joven le revelan que su amor vive en Benidorm, transcurren cinco horas de gélida monotonía, sosería melódica, insulsez, apatía, insipidez y aburrimiento. No obstante –lean a Browosky, Lindemann, Laurent, Girolamo Tagliatelle, Stepánov ó Gonçalves do Brito–, la sardana está considerada aún más aburrida que la danza del Bogodor. Y la selección de España es, cuando juega al fútbol, un tostón muy superior a una sardana. Sea recordado el caso del propietario de los ultamarinos Cucurull-Gisbert de Tarrasa, que iniciando los compases de la sardana «Vía Layetana», falleció de un síncope vascular por pensar en lo que le restaba de danza sosteniendo con su mano derecha la mano izquierda de la directora de la empresa textil «El Cotó Suau S.L» (El Algodón Suave S.L), Montserrat Fallarás de Godó, que mientras bailaba no paraba de hablar.
Luis Enrique, el seleccionador de España, protagoniza un extraño caso identitario. Es un asturiano catalanista, que animó a los catalanes independentistas a votar en el refrendo ilegal de la República de los siete segundos. Fue un notable futbolista del Palancas después de pasar por el Sporting de Gijón y el Real Madrid, y su corazón es azulgrana. Influido por el catalán-catarí Xavi, su única obsesión es la «posesió» de la «pilota», de tal modo que en el referido encuentro entre Marruecos y España, nuestra selección consiguió el 78 por ciento de la posesión del balón, culminando más de 1.200 pases –la mayoría hacia su propia portería–, y sólo dos lanzamientos contra la puerta contraria. Los de Marruecos, apenas experimentaron un susto. Y cumplidos los 120 minutos reglamentados con prórroga incluida, los experimentados futbolistas españoles marraron los tres penaltis que pudieron lanzar al portero marroquí Bono. El cuarto no lo fallaron porque, a pesar de sus buenas intenciones, los españoles ya estaban eliminados. Entre los futbolistas españoles más ardientes destacó el novio de la hija, y futuro yerno de Luis Enrique, Ferrán Torres, al que ni Floro Recatado consideraría titular en el Spartak de Puerto Hurraco, glorioso club desaparecido porque no le permitieron superar su ruina mediante palancas de ningún tipo.
Jamás me he aburrido tanto viendo un partido de fútbol. Nuevamente, con la victoria de Marruecos, triunfaron Sánchez, Begoña y Mohamed, que vio el partido desde Rabat y al que se le apreciaba en un bolsillo de la chilaba un bulto sospechoso, más telefónico que de fuchingamen. El futbol-sardana, a pesar de la «posesió», nos mandó a paseo.