Haga lo que haga, Ayuso es «una loca»
El móvil real de la gran manifestación de Madrid fue erosionar la popularidad de la presidenta madrileña, porque la sanidad sufre problemas en toda España
La izquierda española –o mejor dicho, plurinacional– posee una notable capacidad de simplificar el universo complejo de las neuronas para deglutirlo en lemas simplistas tipo «teletubbie». Por ejemplo: Ayuso es «una loca ultraliberal», y haga lo que haga, está mal. Veamos:
-Ayuso y su equipo logran montar en el pico más mortífero de la pandemia un hospital público de campaña en Ifema, en lo que constituye una sensacional proeza de ingeniería de emergencia, solo comparable a lo hecho en China. ¿Opinión de la izquierda? Una macanada, una bobería.
-Ayuso demanda durante la pandemia varias medidas que Sánchez se niega a aceptar, pero que al final el Gobierno acaba adoptando una tras otra. Conclusión de la izquierda: Ayuso solo quiere chupar foco enfrentándose a Sánchez.
-Ayuso permite respirar a las empresas, mientras Sánchez firma la mayor caída del PIB de la OCDE con su cierre a cal y canto e inconstitucional. La izquierda: Ayuso juega a la ruleta rusa con la vida de «la gente».
-Ayuso abre un hospital público de emergencias contra las epidemias, el Zendal. La izquierda, que se ha pasado la vida reclamando inversión en sanidad, pone a parir la iniciativa (y hasta sabotean el centro de manera infame).
-La espera media en atención primaria en la Comunidad de Madrid está en la mitad del promedio nacional y las listas de espera para operarse son de las más bajas. ¿Conclusión de la izquierda? Ayuso ha desmantelado la sanidad pública.
Ayuso, como todo el mundo, tiene sus luces y sombras. En mi experiencia particular he notado que la atención primaria ha empeorado. Pero en las últimas semanas también he visto en mi círculo como esa sanidad madrileña desmantelada ofrecía un tratamiento pionero con células madre a una enferma de cáncer, o cómo atajaba una trombosis seria a dos buenos amigos, o como trataba con delicadeza exquisita al bebé de otro, o como sufragaba las sesiones de fisio que necesitaba una amiga… Además, he tenido ocasión de charlar con varios hispanomericanos que se han venido aquí. Y resulta, oh, que están flipados con todo lo que les ofrece –¡gratis!– la sanidad pública española (en este caso, la madrileña).
El problema de la sanidad pública española existe, por supuesto, y es evidente: población cada vez más envejecida y con más achaques, una carta de servicios creciente y unos dineros públicos que ya no dan para más. La izquierda siempre se fuma un pequeño detalle: las cosas hay que pagarlas y los fondos son finitos. En España está pendiente un análisis sincero y profundo del modelo para poder hacerlo viable (al igual que ocurre con las pensiones). Pero como eso exige tomar medidas y reconocer verdades incómodas, resulta más fácil la demagogia.
Ha habido protestas y huelgas de los profesionales sanitarios en Cantabria, Galicia, Valencia, Cataluña, Navarra… Las quejas se repiten por toda España y con gobiernos de todos los colores. Pero en las televisiones del imperio «progresista» solo existe un problema sanitario: Madrid.
Hay que abogar por la mejor sanidad pública posible. Pero el móvil real de la enorme manifestación de este domingo en Madrid era otro. La izquierda espolea la protesta sanitaria como su única esperanza para poder erosionar la popularidad de Ayuso, quien según las encuestas volverá a golearlos el 28 de mayo (allá andaba entre la multitud la pobre Reyes Maroto, hundida en las simas de la demoscopia, a ver si pescaba algún votito frente a Almeida).
Ojalá se hablase en serio de la sanidad pública, por desgracia en crisis en toda Europa, un continente sumido en un dulce declive y con una demografía espantosa. La vaca no da más de sí. Esa es la verdad. Aunque no resulte nada socialista reconocerlo.
(PD: Jeta épica de la Delegación del Gobierno en Madrid, que ante dos manifestaciones similares, la de ayer y la contraria a Sánchez de finales de enero, da a la de la izquierda 250.000 asistentes y a la de la derecha solo 31.000. En una democracia normal una delegada del Gobierno que manipula así estaría dimitiendo esta misma mañana. Pero aquí no pasa nada. Lo hace la izquierda, que tiene bula).