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Perro come perroAntonio R. Naranjo

Por qué (casi) todo depende de Ayuso

En siete semanas se celebra un plebiscito nacional sobre Pedro Sánchez y hay dos lugares de España que tienen la clave

Actualizada 01:30

El 28 de mayo hay Elecciones Municipales y Autonómicas, que técnicamente eligen a alcaldes y presidentes regionales de toda España pero, en la práctica, son un plebiscito sobre Pedro Sánchez.

Desde el pueblo más pequeño hasta la Comunidad más relevante van a decidir, en realidad, si tiran a la lona al presidente y a su Gobierno o, por el contrario, si le dan oxígeno para llegar a las Generales con alguna opción de sobrevivir.

Todos los sondeos serios, que son la totalidad con la excepción indecorosa del CIS del comisario Tezanos, pronostican una debacle socialista ahora y en diciembre, fecha prevista para los comicios nacionales; y nunca se había percibido en el ambiente tanta indignación, tanto rechazo y tanta manía contra un presidente: ni siquiera Zapatero o Aznar suscitaron tanto repudio entre sus detractores como ha logrado cosechar Sánchez, detestado por méritos propios incluso en amplios sectores de la izquierda clásica.

Y sin embargo, no todo el pescado está vendido: la fragmentación del voto, la poderosa maquinaria propagandística de un Estado al servicio espurio del sanchismo, el monocultivo mediático en favor del relato mentiroso de Sánchez, las trampas de toda laya que es capaz de hacer el Régimen para inducir el voto y las peculiaridades de la Ley D'Hont dejan un margen a la duda, reforzado por la evidencia de que, pase lo que pase, el suelo electoral histórico del PSOE siempre roza el 25 por ciento, algo mayor que el asegurado para el PP en toda circunstancia.

En principio, todo parece sonreír a la alternativa: la desaparición de Ciudadanos, la fragmentación de la izquierda, la deplorable situación económica y la sonrojante hoja de servicios de Sánchez y de sus socios perfilan un paisaje favorable al PP, que tiene menos competidores en su espectro y puede morder en una parte del de su rival, la de aquellos votantes moderados horrorizados con la entrega del PSOE a esa mezcla nacionalpopulista que corroe las entrañas institucionales de España y augura graves consecuencias si conserva el poder.

Pero solo se confirmará la tendencia, hasta hacerse irreversible, si el 28M pasan dos cosas, al menos: que Ayuso consiga la mayoría absoluta y que el PSOE pierda la Comunidad Valenciana. El impacto de ambas circunstancias colocaría a Feijóo en el camino para obtener los dos puntos porcentuales más que necesita para derrotar, sin margen a la duda, a un Pedro Sánchez todavía convencido de que hay tiempo para la remontada.

Si Ayuso no obtiene ese resultado y si Ximo Puig se mantiene en la Generalidad valenciana, los deseos sanchistas, por delirantes que parezcan ahora, dejarán de ser una quimera para convertirse en una posibilidad y los meses mediantes entre la cita electoral autonómica y la nacional le servirán para reforzar su apuesta, con un despliegue de demagogia y de juego sucio que no tendrá precedentes.

Esto es lo que va a estar en juego en apenas siete semanas, más allá de incógnitas relevantes pero de menor impacto general como el futuro del Ayuntamiento de Barcelona o el color de los gobiernos de Castilla-La Mancha, Extremadura o Aragón, donde soplan vientos de cambio importantes pero no definitivos.

Por eso, pese a la complejidad de todo proceso electoral y a la injusticia que puede comportar apostar por el voto útil frente al voto «sentido», los detractores de Sánchez, los ciudadanos que le quieren fuera y con él a todo lo que le rodea, tienen el camino más despejado que nunca: solo tienen que coger la papeleta en la que, aunque formalmente aparezca el nombre de un candidato concreto de cualquier partido a un cargo público o regional, aparece en el fondo un retrato serigrafiado de Sánchez y una cruz para tacharlo o indultarlo.

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