El último bulo del sanchismo
El sanchismo solo ha sido posible gracias al cinturón mediático que libró al todavía presidente del Gobierno de la más mínima exigencia de rendición de cuentas
Esta noche descubriremos la auténtica distancia que media entre esos dos sintagmas que acuñó el Felipe González en su esplendor de los años ochenta y que recuperó el Sánchez desarbolado de este verano de 2023. En apenas unas horas comprobaremos la diferencia entre la opinión pública y la opinión publicada. Cada noche electoral se produce el mismo ejercicio de contraste entre lo que pensamos los opinadores de lo que piensan los españoles y lo que estos piensan en realidad, pero esta noche el asunto tiene un interés especial. El sanchismo solo ha sido posible gracias al cinturón mediático que libró al todavía presidente del Gobierno de la más mínima exigencia de rendición de cuentas; algunas entrevistas que hemos visto en los últimos días de esta campaña no han hecho más que confirmar esta anormalidad democrática. Esta noche sabremos si los ciudadanos son tan comprensivos con Sánchez como lo han sido la mayoría de medios de comunicación.
Si analizamos lo ocurrido a lo largo de la legislatura, no hay muchas dudas sobre la valoración que Pedro Sánchez suscita entre la opinión pública. Con él al frente, el PSOE ha perdido con estrépito las elecciones en Galicia, País Vasco, Madrid en dos ocasiones –la última con mayoría absoluta–, Castilla y León, Andalucía y finalmente las municipales y autonómicas del pasado 28 de mayo. Pero a pesar de ese rechazo incontestable y verificable, una parte significativa de la opinión publicada ha estado coqueteando durante toda esta campaña con el sueño de la remontada gracias al optimismo del algunas encuestas y la fe del carbonero en los dudosos méritos del candidato socialista. El sanchismo mediático, siguiendo los bandazos estratégicos dictados por Moncloa, ha hecho cabriolas entre las mentiras y los cambios de opinión, los tribunales de honor a los periodistas desafectos y el apocalipsis zombie que se anuncia con la hipotética entrada de Vox en el Gobierno. Esa mezcla de fe y desesperación les ha llevado a jalear como una genialidad la convocatoria de las elecciones para el día 23 de julio, a recuperar al Rodríguez Zapatero de los cinco millones de parados como estrella de la campaña o a buscar la bala de plata contra Feijóo en unas fotos con treinta años y cinco campañas electorales de antigüedad. Un supuesto escándalo digno de la prueba del carbono 14, que ya era viejo cuando a Sánchez le estaban redactando su tesis doctoral.
El único logro objetivo de la campaña de la izquierda ha sido el ocultamiento de su pasado más inmediato y de su gestión en el Gobierno. Se ha hablado mucho de mentiras, de periodistas o de la extrema derecha. Se ha hablado hasta de Virginia Woolf , de la plancha de Yolanda Díaz y de una cosa misteriosa llamada «perro sanxe», que al parecer le hace gracia a los socialistas, pero no se ha hablado lo suficiente de las alianzas con Bildu y ERC, de las consecuencias de la ley del sí es sí o del empobrecimiento generalizado de las familias españolas. Solo el lema «Que te vote Txapote» fue capaz de romper esa realidad paralela construida por una izquierda experta en relatos y torpe en realidades.
A pesar de todo ello no existe un solo dato objetivo ni un análisis mínimamente racional que haga creíble esa recuperación milagrosa que se han afanado en vender. Esta noche veremos que el sueño de la remontada no es más que el último bulo del sanchismo.