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Agua de timónCarmen Martínez Castro

Mucho puede no ser suficiente

No son sus méritos sino su falta de escrúpulos lo que hace de Sánchez un rival tan peligroso

Actualizada 01:30

Los encuestadores se han ganado un protagonismo estelar en este arranque de campaña porque están trabajando a destajo. Nunca habíamos tenido ante nosotros semejante aluvión de encuestas; nos bombardean con tantos sondeos que vivimos instalados en una notable confusión: ya no sabemos si Sumar suma o resta, si Vox avanza o retrocede o si Feijóo estará en los 130 o en los 150 escaños. Solo hay dos certezas que nos ayudan a orientarnos en esta jungla demoscópica: una, que Narciso Michavila acierta casi siempre y la otra que Félix Tezanos no acierta nunca. La mejor autopsia que se le ha hecho al cadáver del CIS no ha venido de ningún grupo de la extrema derecha mediática; la firmó Kiko Llaneras en las páginas de El País con un dato demoledor, de las 36 elecciones celebradas en España desde 2018 el CIS falló el resultado en todas las ocasiones menos en una. Fallos clamorosos con unas desviaciones desconocidas hasta entonces y siempre a favor de la izquierda. El CIS ha dicho que el PP va a ganar por poco y todos sabemos que va a ganar por mucho. Pero mucho puede no ser suficiente.

En cualquier país normal, cuya política no se hubiera corrompida por la ausencia de escrúpulos y la polarización que hemos visto en estos años no habría incertidumbre alguna ante la convocatoria electoral. Todo el mundo entendería y asumiría que Feijóo, con una ventaja de 30 o 40 escaños sobre Sánchez es el único presidente posible. El único democráticamente aceptable.

El principio de que gobierne la lista más votada requiere matices, no puede ser una máxima universal porque los pactos parlamentarios son necesarios y legítimos, pero no hasta el punto de pasar por encima de un mandato ciudadano abrumador. No es lo mismo ganar las elecciones con un margen de un punto, como fue la exigua victoria de Fernández Vara en Extremadura, que hacerlo con una ventaja de diecisiete puntos sobre el segundo partido, como ha hecho López Miras en Murcia.

A diferencia de otros sistemas electorales mayoritarios, el nuestro se basa en una proporcionalidad que garantiza la representación parlamentaria a las minorías. Eso es algo muy saludable desde el punto de vista democrático, salvo que ese protagonismo se convierta en un instrumento para bloquear o impedir el mandato mayoritario de los ciudadanos.

En 1993 Aznar ganó las elecciones por un margen de 15 escaños y un punto sobre Felipe González. A González los números le daban para formar un gobierno pero renunció a intentarlo para que lo hiciera el vencedor de las elecciones. En 2016 Rajoy le sacó a Sánchez 11 puntos de ventaja y 53 escaños de diferencia. Lejos de dimitir por su fracaso, Sánchez no dejó de conspirar para contravenir aquel rotundo mandato ciudadano hasta que lo logró con una moción de censura torticera y tramposa.

No son sus méritos sino su falta de escrúpulos lo que hace de Sánchez un rival tan peligroso. Eso es algo que debe tener presente Feijóo en el debate de mañana y todos los españoles cuando votemos el 23 de julio.

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