El valor de un juez contra la corrupción del Barça
Cómo es posible la modesta repercusión mediática que ha tenido el escándalo Negreira. Habrá quien diga que no ha sido tan reducida. Pero lo cierto es que su impacto en los medios ha sido nimio en comparación con el caso Rubiales
Advierto ante todo que no me gusta ni interesa el fútbol. Ni el masculino ni el femenino. Que sigo con distanciamiento lo que rodea a ese deporte. Pero que he prestado un poco más de atención a los escándalos del FC Barcelona por no poder dar crédito al cúmulo de ilegalidades que se resumen en dos: el escándalo de compra de árbitros y, como consecuencia de esta inmoralidad, la financiación de la reforma del Camp Nou que puede hacer que el Barça no disponga de los 1.500 millones en préstamos que ha gestionado para la reforma del estadio.
Lo de la reforma del Camp Nou me ha traído a la memoria una historia de la primera construcción de ese campo, en la década de 1950. Esa era una España en la que tímidamente empezaba el desarrollo y el caso del estadio barcelonista fue visto por Emilio Botín-Sanz de Sautuola y López –abuelo de la actual presidenta del Santander– como una oportunidad excepcional para la expansión del banco por toda España.
En aquella época había una legislación bancaria muy restrictiva y un banco no podía abrir una segunda sucursal en una ciudad hasta que no hubiera superado determinado número de cuentacorrentistas en esa localidad. No recuerdo la cifra exacta, pero digamos que 100. Así que Emilio Botín llegó a un acuerdo con el FC Barcelona por el que el Banco de Santander financiaría la construcción del estadio en unas condiciones muy favorables a cambio de que los socios del Barcelona se hicieran cuentacorrentistas del Santander, aunque no fuese más que con una peseta cada uno. Miles de socios del Barça cumplieron las peticiones realizadas desde su club y el Santander empezó a abrir oficinas por toda Cataluña. Eran otros tiempos.
Ahora el FC Barcelona tiene que acudir a fondos y prestamistas extraños. Extraños, pero no tontos. La operación iniciada ayer por el juez Joaquín Aguirre, demostrando valor y tenacidad, puede generar una enorme desconfianza en esos inversores. Yo desde luego no podría un céntimo en un sitio con un historial como el que se está descubriendo.
Mi pregunta ahora es que cómo es posible la modesta repercusión mediática que ha tenido el escándalo Negreira. Habrá quien diga que no ha sido tan reducida. Pero lo cierto es que su impacto en los medios ha sido nimio en comparación con el caso Rubiales. ¿Cuál de los dos tiene, objetivamente, mayor gravedad para el deporte español?
Creo que gracias al juez Aguirre aún es posible que se demuestre que todos somos iguales ante la ley, también en este caso. Pero, lo que seguro que se demuestra igualmente es que no se mide a todos por el mismo rasero cuando se trata de casos de corrupción. Y eso que el fútbol es la gran pasión nacional y por eso se pueden pagar mordidas del volumen del que se está investigando. Que el caso Negreira indique que se ha estado haciendo trampas en la liga de fútbol durante años, que aparezcan indicios más que significativos, y que no haya un clamor mediático contra este escándalo sólo puede ocurrir en un país de charanga y pandereta. En una sociedad profundamente enferma.
Con mi más efusiva felicitación para mi colega Alejandro Entrambasaguas por haber anticipado esta noticia ayer en El Debate.