Envilecimiento
No aborrecer un crimen porque la víctima es de otro partido es envilecimiento. Más aún aplaudirlo en privado. Los méritos de Vidal-Quadras solo se esconden a quienes están cegados por el odio ideológico, el resentimiento o la envidia, es decir, a quienes padecen un proceso de envilecimiento agudo e irreversible
Obrar reiteradamente el mal puede conducir al envilecimiento, pero la vileza no es lo mismo que la maldad. El envilecimiento consiste en aceptar el mal como algo normal, incluso como algo bueno y deseable. Existen muchos casos en la vida pública española actual. Votar a quien miente a sabiendas de que lo hace produce el inmediato envilecimiento del votante. Como aceptar la mentira en general como algo inevitable, e incluso bueno, sobre todo si beneficia a uno mismo o a su grupo. Quien miente es un inmoral. Quien acepta la mentira se envilece.
Un periodista puede mentir o hacer una valoración en la que no cree por alguno motivo, incluso la venalidad. Pero si cambia sistemáticamente de opinión según gira el Gobierno o un partido político, o si vende su opinión al mejor pagador, se envilece irremediablemente. Un político puede mentir, incluso no se trata de un caso extraordinario, y cometer así una inmoralidad y un engaño a los ciudadanos, por ejemplo, rechazar una medida en la campaña electoral y en el programa y después adoptarla porque se lo exigen votos necesarios para la investidura. Pero al convertirse en medida normal de su gobierno, ya no se trata de un hecho aislado sino de envilecimiento. Por cierto, desde el punto de vista moral, la falsa promesa es equiparable a la mentira. El político ovino que sigue dócil al pastor en sus vaivenes y mentiras es un político vil.
Vivir bajo un régimen o un Gobierno al que no se le reconoce legitimidad envilece al ciudadano. Solo caben dos opciones: obedecer a quien se considera con justo título para hacerlo o contribuir a su destitución. Pero ser gobernado por quien uno considera indigno de hacerlo conduce al envilecimiento. No todo Gobierno legal es legítimo. Por ejemplo, deja de serlo si no se somete a la Constitución y a la ley. Un Gobierno legal que consagrara el derecho a la pederastia sería un Gobierno ilegítimo.
Nos pueden arrebatar la vida, la libertad, la propiedad, la Constitución y la democracia, pero aceptarlo resignadamente es vileza. Heráclito dijo que debíamos luchar por las leyes como por las murallas de la ciudad. Y don Quijote, que la libertad es algo por lo que los hombres debemos arriesgar nuestras vidas. Julián Marías afirmó que la libertad no es algo que se recibe u otorga, sino algo que uno se toma. Otra cosa es envilecimiento.
Un jurista que sabe que una conducta o decisión es contraria a Derecho y, a pesar de ello, la apoya por motivos interesados o ideológicos, es un jurista vil, en definitiva, un prevaricador.
Aceptar la compraventa de votos y saber que el Gobierno enajena la legalidad a cambio de votos envilece a los ciudadanos que lo aceptan. Una cosa es un Gobierno de coalición, con cesiones mutuas (sería el caso del PSOE y Sumar) y otra enajenar la honradez política y las libertades ciudadanas por siete votos.
En general, preferir los valores inferiores a los superiores, y los negativos (contravalores) a los positivos, conduce por vía segura al envilecimiento. Uno puede obrar mal y saber que ha obrado mal sin llegar a envilecerse. Pero se envilece si aparenta que se trata de un bien o si lo asume como un bien. El envilecimiento es una degradación de la persona.
Y pasemos para concluir a un caso paradigmático: algunas reacciones al atentado terrorista sufrido por Alejo Vidal-Quadras. Ha habido silencios y condenas con sordina y cosas aún peores. No aborrecer un crimen porque la víctima es de otro partido es envilecimiento. Más aún aplaudirlo en privado. Los méritos de Vidal-Quadras solo se esconden a quienes están cegados por el odio ideológico, el resentimiento o la envidia, es decir, a quienes padecen un proceso de envilecimiento agudo e irreversible. Es un ejemplo claro de que el envilecimiento es patología que se va adueñando de gran parte de la sociedad española.