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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Majestada

La Reina debió evitar su postura en lo que, más que un asunto que hiere al idioma español, hace intuir un peligroso posicionamiento ideológico

Actualizada 01:30

Lo que tanto nos divirtió de Tip se puede convertir en una majadería lingüística oficial.

Cenábamos con los Reyes Juan Carlos y Sofía los que hacíamos el espacio de humor El Estado del Debate de la Nación dentro de Protagonistas, con Luis Del Olmo a la cabeza.

Faltaban diez minutos para la medianoche. Antonio Mingote, Antonio Ozores, Chumy Chúmez, José Luis Coll y el arriba firmante. Fue el insuperable Luis Sánchez Polack, Tip, el encargado de dedicar a los Reyes las últimas palabras y dar por terminada la cena. Y Tip, con solemne delicadeza, se dirigió a Los Reyes de esta manera: «Majestad, Majestada». La primera que rompió a reír fue la Reina. Después les reconoció su preocupación. «Majestad, Majestada:

»Son las 11,45 de la noche. Y según me han informado, algunas de las líneas del Metro se cierran a las 12 en punto. Majestad Don Juan Carlos, Majestada Doña Sofía, egregias criaturas mías. Si cierran a las 12 el Metro, ¿cómo van a volver a La Zarzuela en noche tan desapacible y fría? ¿En taxi, en autobús? Este agradable ágape hay que darlo por terminado. Y con el permiso de Su Majestad y de Su Majestada, procedo a ello. ¡Corran, corran hasta la estación más cercana y no pierdan el último Metro!»

Todavía el lenguaje inclusivo producía risa y jolgorio. No se adivinaba en el horizonte social de España la necedad en el idioma. Algunos políticos socialistas y el lehendakari Ibarreche con su habitual «vascos y vascas», usaban de la moda «progresista».

«Compañeros y compañeras». Una moda, por otra parte, machista a todas luces. Los primeros en ser nombrados eran los compañeros y los vascos, y los segundos, las compañeras y las vascas. Pero el tercer género no se vislumbraba hasta la llegada de la mamarrachería de Podemos, con Irene Montero y Susana Díaz de abanderadas del ridículo. Los «Niños, niñas y niñes» se juntaron para jugar en los recreos. La Real Academia Española dictaminó que el lenguaje inclusivo utilizado por el buenismo igualatorio de la izquierda, y el feminazismo de Podemos, amén de constituir una aberración lingüística superaba con creces el límite del cursilismo, de la cursilería.

En la reunión anual de los directores del Instituto Cervantes, convocada por su presidente, el poeta granadino enchufado Luis García Montero y celebrada en el Centro Niemeyer de Avilés, presidido por la Reina Leticia, la Reina mostró su apoyo al lenguaje inclusivo, y lo usó con firmeza y desparpajo. Quizá influida (no «influenciada», por favor) por la eximia escritora y vencedora del último Planeta, Sonsoles Ónega, hija del hoy socialista y último jefe de Prensa de la Guardia del Generalísimo Franco, Fernando del mismo apellido.

En mi opinión, la Reina no debe meterse en esos charcos.

El lenguaje inclusivo, además de una aberrante cursilería, alerta en quienes lo utilizan una militancia en las izquierdas. Y la Reina no acierta haciendo el juego a la parcialidad.

La Reina tiene que ser imparcial, y en cuestiones que afectan a la lengua de todos los españoles –y cuatrocientos millones de humanos en el resto del mundo–, su faro no puede ser otro que la Real Academia Española. El propio Luis García Montero afirmó sentirse muy satisfecho por «el interés de la Reina en el lenguaje inclusivo». Algo de crítica se deduce de las palabras de una de las participantes, la catedrática de Lengua Española Estrella Montolío Durán: «Han tenido oportunidad de hablar sobre situaciones que no se resuelven sólo con decir «ciudadanos y ciudadanas». Usando del idioma inclusivo, la Reina se ha apropiado de su dignidad de «Monarca» –consorte–, dejando al Rey como nuevo «Monarco» de España.

Tip lo vio cuando era gracioso y divertido el esperpento del lenguaje.

La Reina debió evitar su postura en lo que, más que un asunto que hiere al idioma español, hace intuir un peligroso posicionamiento ideológico.

Creo que se ha equivocado, Majestada.

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