El aullador del Pisuerga
En un mundo en el que empieza a considerarse normal que las mascotas hereden la fortuna de sus amos, nada tiene de extraño que un gobernante entregue a un mono aullador una cartera ministerial
El rico hacendado brasileño, Joao Silveiro das Antas, heredó de su padre el imperio del caucho. Era el mayor productor y exportador de caucho del mundo. Sus interminables selvas rodeaban la ciudad de Manaos, en el Río Negro, brazo del Amazonas. A pocos centenares de metros del límite de Manaos, ya en la selva, se levanta el Teatro de Ópera del Amazonas, construido por los millonarios del caucho a finales del siglo XIX. Un teatro impresionante alzado en un lugar inaudito. Menguó el caucho y el señor Silveiro se dedicó a la ganadería y el turismo. Y capturó a un bebé de mono aullador del Amazonas «Allouatta Palliatta», que es un mono estremecedor. Adoptó al mono, lo amaestró, y le educó a su manera. Siempre lo tenía a su lado, y el mono obedecía a su amo con una disciplina y diligencia admirables. El aullido y el aspecto de un mono aullador adulto son terroríficos, y Samá, que así se llamaba el primate, disfrutaba atemorizando a los paisanos de su amo cuando éste le ordenaba el ataque. Algunos visitantes no requeridos por el señor Silveiro fallecieron del susto cuando Samá se precipitó hacia ellos cumpliendo las órdenes de su querido propietario.
Las cosas de la selva se quedan en la selva y no salen de la selva.
Una mañana, un grupo de cazadores contratados por los enemigos del señor Silveiro acribillaron a balazos al dueño y al mono, y Manaos recuperó la tranquilidad. El organizador del grupo de cazadores era el jefe de Policía de Manaos, detalle que contribuyó al urgente archivo del caso.
Ignoro el nivel de conocimiento de Sánchez de las selvas y sus criaturas. Empeorando lo presente, también Sánchez tiene a su servicio un mono aullador. Obediente y dispuesto a todo si recibe una orden de su amo.
Se trata del mono aullador del Pisuerga, «Allouatta Pisoraca», fiel y dispuesto a todo si el Sumo Hortera le ordena que actúe. Tanta confianza ha depositado el Sumo Hortera en su «Allouatta Pisoraca» –Pisoraca es la denominación romana del río Pisuerga–, que le ha nombrado ministro de su Gobierno. En un mundo en el que empieza a considerarse normal que las mascotas hereden la fortuna de sus amos, nada tiene de extraño que un gobernante entregue a un mono aullador una cartera ministerial. Y aúlla contra todo aquel que se atreve a criticar a su amo, o a sus compañeros de partido cuando se mueven en la foto, del mismo modo que regala a los amigos de su dueño toda suerte de cargos y canonjías aunque el amigo de su dueño sea un desastre morrocotudo. De tal forma, que el amigo de quien viaja con dos peluqueros para ser maquillado, un tal Juan Manuel Serrano, que en cinco años ha arruinado una empresa pública con más de 150 años de boyante existencia –Correos–, en premio a su clamorosa incompetencia, ha sido nombrado por el «Allouatta Pisoraca», presidente del ente público que gestiona las autopistas, ente que depende directamente del Ministerio de Transportes. Hay que reconocer que el hombre que viaja con dos peluqueros y maquilladores –ya podía ceder alguno a la ministra Ribera, la que amamanta a los lobos y señala a los jueces–, es un amigo extraordinario. No importa que haya dejado a Correos en bancarrota y pelota picada. Ahora, por medio de su aullador, le encomienda la gestión y conservación de las autopistas, de tal manera que en dos años los usuarios de automóviles circularán por las viejas carreteras nacionales, comarcales y carriles de arena, para evitar caer a 120 kilómetros por hora en los socavones autopisteros que Serrano y su ministro se opongan a reparar si no afectan a los conductores catalanes o vascos.
Lo que hoy escribo es un canto a la lealtad de las mascotas para con sus amos. Y entiendo que me ha salido el artículo divinamente.