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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Lo de Rubiales y Hermoso

He vuelto a ver y analizar la escena, y no se me ocurre otra cosa que aquello constituyó una común metedura de pata. No se puede exigir discreción ni estilo a un patán. Y no es admisible el cambio de actitud en veinticuatro horas de una mujer mal aconsejada

Actualizada 01:30

Rubiales, el anterior presidente de la RFEF, era íntimo de Sánchez. Un Koldo más. Sus irregularidades se las pasó el Gobierno por los paisajes entreperniles. Presumiblemente se embolsó comisiones. Paralizó, lo que pudo, el expediente de sobornos continuados del Barcelona a determinados árbitros. Se rodeó de sospechosos. Con Piqué de comisionista, se llevó la Supercopa de España a Arabia. Apoyó al presunto mantenedor del fraude arbitral, Medina Cantaleix, que últimamente anda desaparecido. A Rubiales tendrían que haberle llamado los jueces muchos años atrás. Ahora descansa en la República Dominicana, la nación que han elegido los corruptos del socialismo para disfrutar de sus fortunas indocumentadas. Y ha sido reclamado, a petición de la Fiscalía, por la Justicia, para que explique un poco lo que se antoja inexplicable.

Rubiales es un «malaclase». En la final del Campeonato del Mundo de fútbol femenino –que en mi humilde opinión, ni es futbol ni es femenino–, la selección española se proclamó campeona. Asistieron la Reina y la Infanta Sofía, y delante de ellas, Rubiales, máximo federativo del fútbol español, protagonizó una escena de insuperable grosería. Cuando felicitaba a las jugadoras, le llegó el turno a Jenny –o Jeni–, Hermoso, gran experta en fallar los lanzamientos desde el punto del penalti. Lo he visto en muchas ocasiones. Rubiales abraza a la futbolista, ésta responde al abrazo, se dicen algo, Rubiales le da un pico en los labios, ella no aparta los brazos ni parece sentirse incómoda, y aquí se acaba el cuento. Pero un día más tarde, se pone en marcha la maquinaria del 'solo sí es sí', y una abogada del sindicato de las futbolistas españolas, le acusa de haber abusado de quien no pareció sentirse abusada o no se apercibió de ello durante el abuso. Y a ese chuleta que no había sido empapelado por asuntos mucho más graves, se le cayó el mundo sobre su calva. La maquinaria del ultrafeminismo, ha conseguido que una fiscal solicite para este ser tan poco recomendable, una pena de dos años de prisión y una indemnización a la sufrida centrocampista de 100.000 euros. El problema, a mi modo de ver, que puede estropear las ambiciones del sindicato y la jugadora, es que la escena ha sido vista por millones de testigos en todo el mundo, y no se aprecia en la jugadora española ningún gesto de rechazo o de incomodidad.

Rubiales es un pájaro de cuentas, pero en el caso que nos ocupa, su posible extralimitación no supera la gravedad de la ridiculez.

En torno a la futbolista madrileña, se montó un barullo histérico. Fue cuando ella se dio cuenta de que había sido vejada y casi violada por el presidente socialista de la Federación. Lágrimas y declaraciones. Heroína nacional para Irene Montero y Yolanda Díaz.

Un montaje desorbitado. El fútbol femenino es mucho más activo en el vestuario que sobre el terreno de juego. He vuelto a ver y analizar la escena, y no se me ocurre otra cosa que aquello constituyó una común metedura de pata. No se puede exigir discreción ni estilo a un patán. Y no es admisible el cambio de actitud en veinticuatro horas de una mujer mal aconsejada.

Sucede que el miedo paraliza el respeto a la verdad de cada uno. El miedo a ser insultado, tachado de fascista y machista en las redes sociales, y de ultraderechista enemigo de las reivindicaciones –muchas de ellas lógicas, justas y bienvenidas–, de las mujeres. Pero este caso no tiene recorrido, comparado con los que podrían acercar a Rubiales, a sus colaboradores y socios a las puertas de los albergues penitenciarios.

Y prueba de los silencios atemorizados es el escaso seguimiento voluntario de los aficionados al fútbol a una Selección que se ha proclamado campeona del Mundo. El fútbol femenino es ruinoso, y cuando parecía que podía dejar de serlo, las maniobras políticas del feminismo visceral han detenido su ascenso en la estima popular.

Rubiales es un manipulador, un mequetrefe y un comisionista. Que se enfrente a sus responsabilidades. Socio de Piqué, y leal defensor del escándalo de los sobornos arbitrales del Barcelona. Exportador de torneos españoles a cambio de petrodólares. Y otras cosas, que irán apareciendo. Pero esos 2 años de cárcel y 100.000 euros de indemnización que solicita la señora fiscal no tienen ni una rendija de seriedad.

Otra cosa es que ya esté condenado.

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