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HorizonteRamón Pérez-Maura

Lo que va de Begoña Gómez al Rey Juan Carlos

¿Podría Begoña Gómez darse hoy un baño de multitudes así? ¿Se atreverían los suyos a decir que mañana va a ir un acto de caridad en la Puerta del Sol a ver qué público va y cómo reacciona? Yo apuesto a que no

Actualizada 01:30

Qué maravillosa coincidencia la fecha de la boda de José Luis Martínez-Almeida y Teresa Urquijo y los escándalos en la familia del presidente del Gobierno que echó al Rey Juan Carlos de España. No hacen más que surgir informaciones que ubican precisamente en 2020 los primeros trapicheos de la mujer del presidente del Gobierno con Air Europa y Aldama. Esos eran los días en que el mismísimo Pedro Sánchez decía que de Don Juan Carlos eran «perturbadoras e inquietantes las noticias que me llegan». Pedía explicaciones mientras sabía perfectamente lo que estaba ocurriendo en la Moncloa en el despacho de su mujer. ¿O es que su mujer le mentía sobre sus actividades?

Cuando Sánchez distraía la atención de todos apuntando al viejo Rey al que el 3 de agosto de 2020 hizo salir de España ¿quién iba a prestar unos segundos de atención a lo que ocurría a puerta cerrada en unos despachos que nunca habían sido empleados con fines comerciales?

Y digo que hay una feliz coincidencia porque en estas horas la prensa libre ofrece noticias todos los días sobre los escándalos que asolan a Begoña Gómez y en paralelo cuenta cómo ha sido aclamado el Rey Juan Carlos. Yo tuve el privilegio de asistir a la boda del pasado sábado por mi parentesco con la novia, pero sobre todo por mi amistad con sus padres y con sus abuelos maternos. Ver a la totalidad de la abarrotada Iglesia de San Francisco de Borja ponerse en pie cuando entró Don Juan Carlos, fue muy emocionante. Nadie hizo una señal. Fue absolutamente espontáneo. Verle, y ponerse en pie. Me dirán que claro, los invitados a la boda eran de un sector de la sociedad elitista y milongas parecidas. Vale. Compro pulpo como animal de compañía.

Me gustaría que echaran una ojeada a las imágenes del público que abarrotaba la acera de la calle Serrano. No tenían exactamente pinta de ser en su mayoría vecinos del barrio de Salamanca. Algunos habían venido con bocadillo -vaya usted a saber desde dónde. Esas personas, ciudadanos de a pie mantenidos detrás de unas vallas, aclamaron al Rey Juan Carlos a la entrada y a la salida del templo, cuando se mantuvo un poco más de tiempo posando con sus hijas y nietos que habían acudido a la ceremonia. Ni que decir tiene, más tarde, al final del almuerzo en casa de su prima hermana, Doña Teresa de Borbón-Dos Sicilias, cuando el alcalde y novio dio las gracias a los Reyes Don Juan Carlos y Doña Sofía, la totalidad de los cientos de asistentes que llenábamos una enorme carpa nos pusimos en pie y aplaudimos. A mí me alegró mucho ver al viejo Rey emocionado por el apoyo recibido y que después se quedase a ver el baile de los novios y un algo más.

Ahora piensen ustedes. ¿Podría Begoña Gómez darse hoy un baño de multitudes así? ¿Se atreverían los suyos a decir que mañana va a ir un acto de caridad en la Puerta del Sol a ver qué público va y cómo reacciona? Yo apuesto a que no. Y es cierto que Gómez no tiene hoy ninguna causa penal abierta, ni está condenada por nada. Pero tampoco estaba el Rey Juan Carlos condenado por nada y lo mandaron al exilio.

Con este Gobierno la doble vara de medir está en uso siempre que le conviene. Desde el 12 de octubre de 2018 sabemos que Sánchez aspira a equipararse con la Familia Real. No para de dar empujones para ubicarse ahí. Ahora ya sabemos que se puede equiparar a su mujer al Rey Juan Carlos al que él le creó las condiciones para que lo enviasen a la expatriación y al que sigue prohibiendo dormir en el Palacio de la Zarzuela, su casa. Pero el Rey Juan Carlos ya ha sido eximido de toda culpa. Ahora hay que terminar de saber qué era lo que hacía Begoña Gómez en palacio.

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