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Post-itJorge Sanz Casillas

Menos mal que tenemos Rey

Felipe VI representa la antítesis moral del sanchismo. Mientras él prescindió de su padre y su hermana, Sánchez ha rehabilitado a una imputada (su mujer) y a una condenada por prevaricación (Magdalena Álvarez)

Actualizada 01:30

Uno de los principales defectos de nuestra clase política es el adanismo, esa creencia según la cual antes de su llegada «todo esto era campo» y vivíamos en una especie de penumbra material y espiritual. Poco menos que trajeron la Ilustración. A mayores, existe entre otros muchos diputados el convencimiento de que el escaño es una patente de corso, que la soberanía nacional reside únicamente en el Congreso y que, por tanto, el resto de poderes debe hincar rodilla ante el legislativo.

Pedro Sánchez es de esa misma tesis: lo dijo en TVE y resulta inquietante. Primero por su escasa comprensión lectora (pues en la Constitución no pone eso) y segundo por lo que se desprende de ello: que no contempla contrapesos más allá de su penosa mayoría (léase Carles Puigdemont). Ni el Senado, ni el Supremo, ni el Rey se le ponen por delante. Lo mismo da la política exterior que la sentencia de los ERE de Andalucía. Si Sánchez dice que Magdalena Álvarez es víctima de la «derecha y la ultraderecha», Pumpido se remanga y le anula la condena, convirtiendo el Tribunal Constitucional en una sala de segunda lectura.

Planteadas así las cosas, menos mal que tenemos Rey, pues Felipe VI supone la antítesis moral del sanchismo. Mientras él prescindió de su padre y su hermana, Sánchez ha rehabilitado a una imputada (su mujer) y a una condenada por prevaricación (Magdalena Álvarez). Con ese sentido de la institucionalidad, con esa manera de estar en la vida, solo pensar en una República manejada por políticos resulta desalentador a la par que caro. Por poner un ejemplo, el CIS nos cuesta cada año 12,6 millones de euros frente a los 8,4 de nuestra Casa Real. Y encima fallando, pues Tezanos no ha acertado ni con el ganador de las generales, las europeas y las vascas. Por poner otro, las embajadas catalanas en el extranjero nos salen por otros 15 millones (que ya me dirás para qué queremos una delegación de la Generalitat en Tokio, Seúl o Río de Janeiro). Y por dar uno más: solo en el año 2023, Renfe tuvo que abonar 42 millones de euros en indemnizaciones por retrasos en los trenes. Es cinco veces el presupuesto del que dispone la Corona, que además dejó sin gastar 710.214 euros, según su memoria anual.

La comparación resulta odiosa en lo ético, en lo estético y en lo funcional. Desde que Sánchez asumió el poder, ha colocado a ministros suyos en la Fiscalía, en el Consejo de Estado y en el Constitucional. También ha puesto a orgullosos militantes en Adif y Radio Televisión Española. Incluso ha empotrado a amigos de juventud y parientes en Correos y la Universidad Complutense (con los efectos conocidos). Si ha hecho eso como segunda autoridad del Estado, qué no haría siendo la primera. No hay ninguna duda. Entre una monarquía hereditaria y un dedazo interesado, yo lo tengo claro: viva el Rey y viva España.

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