Sánchez no es España
Anunció Sánchez en un mitin que se beneficiaría a la condenada Magdalena Álvarez y así ha sido. No se respeta ética y tampoco estética. Todo vale. Y no es casual: se busca que se sepa quién manda
La celebración del décimo aniversario del reinado de Felipe VI respondió a la intención de hacer más visible una Corona distinta, abierta, responsable y ejemplar. Aquel 19 de junio de 2014 el Rey anunció «una Monarquía renovada para un tiempo nuevo» A los diez años el Rey resumió sus afanes: servicio, compromiso y deber. No es usual conmemorar un décimo aniversario, en nuestra historia no hay precedente. En un cambio tan radical con lo anterior como el reinado de Juan Carlos I no se celebraron aniversarios. En esta ocasión la realidad demandaba una presencia singular de la Corona ante el pueblo español. Esa realidad ingrata se debe al Gobierno y a sus socios; el presidente ausente ante los ataques a la Corona y sus socios queriendo ser letales.
La situación resulta preocupante aunque vivamos como si fuese normal. No lo es. El Gobierno está dividido como ningún otro en democracia, con ministros y socios que declaran trabajar para que Felipe VI sea el último Rey, y si es con guillotina de por medio mejor, con el Ejecutivo trampeando de mala manera para evitar controles del resto de los Poderes constitucionales y escapar de la parálisis a que su debilidad le condena cambiando normas, enmascarando martingalas infumables como la que trata de evitar la mayoritaria voluntad del Senado, imponer sus mayorías en el CGPJ, maniatar a los medios de comunicación que aún no controla, o garantizarse, como ya ha hecho, la sumisión total de la Fiscalía. Lo que sucede en España no es ni mucho menos normal.
Una imagen relevante se produjo cuando el Rey se disponía a condecorar a un grupo de españoles de bien: el fiscal general del Estado en posición cómplice con Sánchez, su imputada mujer y la inefable presidenta del Congreso. La tropa alrededor del «puto amo» (Puente dixit). No lejos estaba el presidente del Constitucional, otra pieza clave. Ya no se oculta nada. Anunció Sánchez en un mitin que se beneficiaría a la condenada Magdalena Álvarez y así ha sido. No se respeta ética y tampoco estética. Todo vale. Y no es casual: se busca que se sepa quién manda.
Sobre la celebración ya sabemos que en Zarzuela todo, o casi todo, ha de consultarse con Moncloa, y sorprende que en un Estado constituido en autonomías no fuesen invitados sus presidentes. Se condecoraba a un ciudadano por cada Comunidad y las dos ciudades autónomas y no estuvieron sus presidentes, probablemente responsables, de una u otra manera, de sus propuestas. También supongo que influiría Moncloa en que no fuese invitado el actual jefe de la oposición, cabeza del partido más votado en España.
Más sorprendente para muchos españoles resultaron las ausencias del Rey padre Juan Carlos I y de la Reina Sofía. En el acontecimiento de hace diez años era indiscutible la figura del Rey padre que no tiene ninguna cuenta pendiente con la Justicia y es un español más; el único privado de derechos constitucionales como el de libre residencia. Es bochornosa esta situación injusta, ingrata, que como se conoció en su día partió de la voluntad de Moncloa. Más allá de la opinión falseada de la izquierda y sus extremismos, Juan Carlos I fue el puente necesario para llegar a la democracia. Por eso la izquierda inteligente, que no es la actual, asumió el reto y colaboró decididamente en tal empresa.
En medio de la celebración institucional irrumpió, como no, el Gobierno con sus machadas. Ayer recibió el presidente argentino Milei la Medalla Internacional de la Comunidad de Madrid durante un viaje en el que también recibió el premio anual del Instituto Juan de Mariana. No sorprendió el tratamiento de estos actos por los medios que le gustan a Sánchez –«los suyos»– llenos de descalificaciones. Pero el fango es de otros. Los ministros se lanzaron en tromba contra Ayuso repitiendo consignas como papagayos. Consideraron desleal la distinción a Milei porque «insultó a España». Falso. Milei no ataco ni insultó a España. Sánchez no es España y Begoña Gómez tampoco. El presidente argentino recordó, en el ambiente de un mitin, algo que repetía la prensa internacional. Había comenzado aquel lío el finísimo y prudentísimo ministro Puente llamando drogadicto a Milei.
Milei programó un viaje no oficial a España, pero solicitó ser recibido por el Rey. De jefe de Estado a jefe de Estado. La audiencia no se produjo. El Artículo 56.1 de la C.E. señala que el Rey «asume la más alta representación del Estado español en las relaciones internacionales, especialmente con las naciones de su comunidad histórica». Esa función regia va más allá de un desencuentro personal, desde luego exagerado, con una nación hermana con la que nos unen, además, intereses económicos importantes que afectan a españoles. Sánchez no es España, Majestad. Por fortuna.