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Agua de timónCarmen Martínez Castro

Torrente, presidente

Imagínense lo que puede dar de sí Torrente buscando el expediente académico de Begoña Gómez, conspirando para sabotear el regreso de Puigdemont a España o como infiltrado en la dirección de Sumar

Actualizada 01:30

Adoro a Santiago Segura. Soy tan fan de él como de Luis de la Fuente. Ambos han conseguido triunfar sin someterse ni a uno solo de los tópicos que supuestamente alfombran el camino hacia el éxito en sus respectivas disciplinas. Luis de la Fuente es la antítesis de esos entrenadores estrella que pretenden ser más protagonistas que sus propios jugadores. Se ha inventado una selección de la nada, la ha colocado en la final y de remate nos ha obsequiado ese momento glorioso en el que desasnó a un compañero periodista explicándole la diferencia entre fe y superstición. Todavía me pregunto cómo pudieron resistir los fusibles de Tele-Intxaurrondo sin fundirse ante semejante derroche de serenidad y candor.

Lo mismo me ocurre con Santiago Segura. Segura es el director más taquillero de España porque entiende el cine como lo que siempre fue, un medio de entretener al personal y no de darnos agobiantes lecciones de supremacía moral. Su familia cinematográfica no es un instrumento para luchar contra el heteropatriarcado sino para echar unas risas sin mayor afán de solemnidad. Si alguna lección se puede extraer de sus inocentes peripecias es que a España le vendría mucho mejor tener muchas más familias numerosas como la de sus películas, en vez de tanto hogar solitario.

También tengo debilidad por Torrente. Creo que Santiago Segura ha conseguido fundir en él dos clásicos de la cultura española como son el pícaro y el esperpento. Diez años después del último episodio de la saga, Santiago Segura acaba de anunciar una próxima entrega, «Torrente, presidente», y el título es toda una declaración de intenciones. Desaparecido Berlanga, solo Segura-Torrente puede hacer una crónica ajustada a la sarta de despropósitos que llevamos viviendo en la política española desde hace algunos meses.

Imagínense lo que puede dar de sí Torrente buscando el expediente académico de Begoña Gómez, siguiendo el rastro de la bilocación del hermano del presidente entre Elvas, Badajoz y El Espinar, conspirando para sabotear el regreso de Puigdemont a España o como infiltrado en la dirección de Sumar. Añádanle algunos secundarios de lujo como Gabriel Rufián, la pareja Abalos-Koldo con su séquito de Jessicas y Andreas o el ministro Oscar Puente, experto en insultos y averías ferroviarias y tendrán la parodia perfecta la realidad española.

Incluso tenemos candidatos inmejorables para seguir tradición de villanos legendarios de la saga. A José Luis Moreno, Espartaco Santoni o Francisco, bien les podrían suceder Puigdemont y su corte de Waterloo, Víctor de Aldama y sus coches de lujo o Delcy Rodríguez con sus maletas. Cualquiera de ellos compondría un malo extraordinario, pero a todos les ganaría por goleada, Cándido Conde Pumpido con su gesto adusto y su toga embarrada hasta las puñetas.

«Torrente, presidente» es lo que se merecen los protagonistas de esta época de la política española, aunque no sé cómo va a conseguir Santiago Segura que la ficción nos siga pareciendo una ficción y no un episodio más de esta realidad disparatada de cada día. Un tiempo de pícaros y de esperpentos.

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