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17 de septiembre de 2024

Cosas que pasanAlfonso Ussía

Genios olvidados

Estuve apenas diez minutos siguiendo la retransmisión del guateque inaugural de los Juegos Olímpicos de París. Bochornoso espectáculo

Actualizada 01:30

Escribí recientemente que nada me aburre más que pasear. Estuve apenas diez minutos siguiendo la retransmisión del guateque inaugural de los Juegos Olímpicos de París. Bochornoso espectáculo. La católica Francia ridiculizando a Cristo. Francia es mahometana, y a mí, Mahoma, al que no he conocido personalmente, me cae muy mal. Apagué el bicho y opté por pasear. Y durante el paseo, recordé el comentario de un amable lector de El Debate. Me recordaba, después de leer mi texto dedicado a Manolito el Pollero, la existencia de otros geniales poetas humorísticos no mencionados –jamás olvidados–, en aquel artículo. Y los he repasado, y rindo homenaje a «Emilio», que me ha obligado con justicia a recordar a los genios silenciados por el analfabetismo imperante. Como el militar Pablo Perellada Molas, que firmaba en Blanco y Negro con el seudónimo de Melitón González, autor de los poemas La Razón Oficial y las Chimeneas. Y Hablar en Castellano; o Ramón López Montenegro, con su examen rimado de un alumno zote. O el estupendo Vital Aza, con su divertida narración en cuartetas octosílabas de una cacería de osos en Asturias; o los poemas humorísticos de Juan Pérez-Zúñiga y Joaquín Abati, éste último autor de El Conde Sisebuto. Conservo preciosamente encuadernada su última edición del Círculo de Lectores, con las prodigiosas ilustraciones de Antonio Mingote. Y claro, Carlos Luis de Cuenca, tío del poeta Luis Alberto de Cuenca, académico y brillante gestor de la Biblioteca Nacional antes de ser sustituido por Rosa Regás, cuyo reciente fallecimiento me obliga a la caridad de no enjuiciarla. Y el sevillano bohemio José Antonio Garmendia.

To be or not to be,
That is the question.
De papas con tomate…
¡Cómo me he «puestion»!

Y los romances de Tip, que escribía mucho mejor que Coll, aunque no se le reconociera porque Coll era de izquierdas y Tip de derechas. Y Llopis, y «Ludi», el gran «Ludi» gijonés, Luis Martínez Valdés, tío abuelo de Francisco Álvárez-Cascos –pero con mejor humor–, con su Kilo de Versos que incluye su maravillosa creación en italiano macarrónico El Castelo Sangrienti. Lo de siempre. La rica heredera guapa y calentorra, el novio oculto, el padre, el barón de Chente Mata, suspicaz y vigilante, y la tragedia. En nombre de «Ludi» se la regalo a mis lectores más jóvenes, que no habrán tenido la oportunidad de su lectura porque encontrar esa joya es empresa casi imposible.

Trachedia desarrollata
En el ruinosi Castelo
Del barón de Chente Mata.
¡Si no é cherta e veritata
Que m´arranquen un capello!

Tras morisca ventaneta,
Con le semblante contenti,
A primorosa Julieta
Murmura una cansoneta
Que marcha en alas del vienti.

Es sua voche melodiosa
Cual la campane de Huesca.
Es chentile, candorosa,
E más fresca qui una rosa,
¡quichás, demasiato fresca!

A bordo d´una barqueta
Llega un mancebi eleganti
Vestidato de etiqueta
Con gorra de «sportman», guanti,
E gabani con faldeta.

Fumando brevas a pasti
Fragua algún plane siniestri,
Perque a la paloma casti
Le hace con el ojo diestri
La seña del as de basti.

La joven, enamorata,
Le arroja una escalinata
Fabricata con cordeli,
E per ella, le donceli
Como un felini, esguilata.

Le patre, qu´era un Nerone,
Observó l´operachone
Desde un huerti exuberanti,
Donde tene plantachone
De pementone picanti.

Aparte del pementone,
Cultivaba: le melone,
Le fabi, la remolachi,
La chufi, le macarrone
E le turrón de Guirlachi.

Le burlato personache
Da uno grito de corache
Al ver que sua filla vile
Está con furia salvache
Abrazando a un zascandile.

Altamente incomodati,
Les apunta sin pietati
Con una vieja escopeti
Per profanare el respeti
De un lugare tan sacrati.

Sona una detonachone
E una descarga chertera
Atraviesa le pulmone
Del galán e la pendone.
¡Fue una morte de primera!
Furiosi, desesperati,
Y con el juicio incompleti,
Les tritura el esqueleti
Poniendo al uno al tomati
Y al otro a la vinagreti.

Abre luego le balcone
Y se tiri en direchone
Vertical sobre un peñasqui,
Quedando allí le barone
Como un centolli sin casqui.

Todos los astros del chelo
Se tiñeron d´escarlata;
Desde entonces, no es camelo,
Non s´abrió más el Castelo
Del barón de Chente Mata.

Extenso, pero no como la inauguración mahometana de los Juegos Olímpicos de París. En este caso, ha merecido la pena el paseo.

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