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Perro come perroAntonio R. Naranjo

¿Y si España ya no existe?

El verdadero 'procés' lo encabeza Sánchez y es más peligroso y destructivo que ningún otro

Actualizada 01:30

Hay un punto loco divertido en todas las vergüenzas que Sánchez nos provoca y hace sufrir desde que en 2018 protagonizara la primera entrega de «Piratas de Ferraz», germen de una larga saga de asaltos ondeando la bandera negra de la calavera.

Ninguna gravedad se pierde por apreciar la comicidad del retorno de Puigdemont, con Marlaska y el jefe de los Mossos mirando para otro lado y silbando, con la misma solvencia para el engaño que un japonés para el flamenco o Salvador Illa para una pandemia.

Ese punto delirante de Carles trotando por la calle, en volandas de cuatro o cinco leales, para subirse al estrado, autodeterminarse a sí mismo y desaparecer en algún maletero secesionista no tiene parangón, salvo en alguna escena de «Amanece que no es poco»: allí, junto a los comicios para elegir prostituta del pueblo y los novelistas que escriben como Faulkner sin querer, tendría cabida la escena coral catalana.

«Todos somos contingentes, solo tú eres necesario».

Pero bajo el disfraz mamarracho, no ha desaparecido la Republiqueta catalana y además ha irrumpido la española, impulsada por un nuevo «procés» que empeora al ya conocido y sofocado por el Estado de derecho, sin necesidad de compensar a los cabecillas del inicial, tratados como merecían, con derogación de sus funciones, órdenes de detención, juicios impecables y condenas merecidas.

Porque con Sánchez, al separatismo catalán le ha pasado como al vasco: unos no necesitan ya matar ni otros perpetrar golpes de Estado para alcanzar sus objetivos, con menos fuegos artificiales y más lentos pero mucho más eficaces.

Con o sin Puigdemont, que ahora puede imitar a un yihadista y volar el Gobierno de Sánchez aunque él mismo se inmole o tragar quina (me inclino por la primera opción), el precio de la ambición sanchista ha sido quintuplicar las opciones de victoria nacionalista y extender el virus por toda España, hoy sometida a una subasta pornográfica que pone en venta sus pilares fundacionales.

Legalizar la persecución al español, suscribir el marco «plurinacional», aceptar la hegemonía de una Agencia Tributaria catalana, asumir la bilateralidad con dos comunidades, tolerar el derecho a decidir como hipótesis y adaptar la historia al relato victimista de los verdugos transforma al PSOE de Sánchez en inductor de ese nuevo 'procés', mucho mayor y mucho peor que el original.

Puigdemont, Otegi o Junqueras, paradójicamente, son los únicos españoles con capacidad de desestabilizar al peor Gobierno imaginable, pero es dudoso que lo hagan ante la certeza de que no hay partido más independentista ya que el propio PSOE, siempre detrás de las grandes convulsiones sufridas por España desde que lo fundara Pablo Iglesias en 1879.

Primero para llegar, después para sobrevivir y ahora para pasar a la historia, el plan de Sánchez es el mismo: destruir España y refundarla, orgulloso de que esa demolición lleve su apellido y dispuesto a presumir de que, gracias a su proeza, tendremos tres siglos de paz. Aunque sea la típica de los cementerios.

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