El hermanísimo de Sánchez
El líder del PSOE no puede huir de la realidad: tiene a su hermano, a su esposa y a su partido bajo sospecha. Y a él mismo
Sobre el hermano de Pedro Sánchez han circulado todo tipo de rumores, algunos de ellos increíbles, que no deben ser reproducidos: por respeto al aludido, elemental deontología y paciencia, que siempre hay tiempo para averiguar qué hay de verdad y cuánto de fábula.
Pero, junto a esa historia paralela, ficticia o indemostrable, hay otra tan cierta, documentada y demostrable como la que pesa sobre Begoña Gómez, la esposa investigada por andanzas que, sean o no delito, son incuestionables y desde luego impresentables.
Los hechos con David son los siguientes: fue contratado a dedo por la Diputación socialista de Badajoz, logrando un empleo público bien remunerado que a nadie, de no ser familiar del presidente del Gobierno, le hubieran regalado.
Además, no se presentaba habitualmente en su puesto de trabajo, algo inusual para el común de los mortales y al parecer imposible legalmente en sus tareas, relacionadas con la música, en la que es imposible la teledirección, el teletrabajo, la teleenseñanza y todas las teles que se nos ocurran.
Por si todo esto fuera poco, se empadronó fiscalmente en un pueblo de Portugal, lo que en sí mismo es tan repudiable ya de entrada como las trapacerías de su cuñada: el reproche ético, estético y político es imprescindible, más allá de qué consecuencias penales pueda o no tener.
Marcharse de España para pagar menos impuestos cuando te han regalado un trabajo en la Administración Pública es intolerable, y también sospechoso si el destino elegido es el mismo, por casualidad o no, que donde han situado su sede varias de las empresas de uno de los hombres clave de la «trama PSOE», más conocida por el nombre de uno de sus ilustres cabecillas, el ínclito Koldo García.
Si a esto se le añade un enriquecimiento repentino, enorme y en muy poco tiempo, nadie podrá decir que no hay razones para investigar al hermano pequeño del presidente del Gobierno por varios delitos de tráfico de influencias, malversación o fraude a Hacienda y la Seguridad Social.
La Agencia Tributaria, según revelación de El Debate, ya le ha remitido al juez encargado de la instrucción un informe demostrativo de que David Azagra, nombre artístico del personaje, ha sido incapaz de dar una explicación razonable a la posesión de bienes y patrimonio por valor de 1.7 millones de euros, en un periodo en el que sus ingresos verificables no superaron en mucho los 200.000 euros, una cifra estupenda, sobre todo si no ha comportado esfuerzo alguno para lograrla.
Estos son los hechos, tan meridianos como los referidos a Begoña: a ella le regalaron una cátedra sin acreditar méritos ni ser licenciada, negociada en La Moncloa con el rector, dedicada al ámbito de los fondos públicos y asociada a empresas y directivos beneficiarios de contratos y rescates millonarios rubricados de un modo u otro por su marido.
A todas las fechorías constitucionales que perpetra Sánchez, con Cataluña ahora como gran protagonista, le añade así una escandalera sin precedentes en su entorno más cercano, el familiar, y en la organización que dirige manu militari, el PSOE.
Y por mucho que amenace, señale o coaccione a jueces y periodistas incompatibles con la sumisión, los hechos hablan por si solos y exigen mucho más ya que una explicación: Sánchez tiene que demostrar que, aunque David y Begoña anden como un pato, naden como un pato y vuelen como un pato; no son un pato. Y como probablemente eso es imposible de justificar, solo le queda una huida hacia adelante que jamás culmina con éxito.