Andy Sea
Glory se metió en el baúl, Andy Sea lo serró partiéndolo en dos partes, y Glory falleció en el acto, terriblemente mutilada. Andy Sea demostró que había sido un mal cálculo, y fue absuelto por la Justicia
A pesar de su primer apellido, Andrés Mar, nació y vivió siempre en Madrid. De niño, los Reyes Magos le trajeron el juego de Magia «Borrás» y se aficionó a los trucos. Se convirtió en un mago espectacular. Pero le molestaba viajar, y su territorio de éxitos terminaba en Toledo. Comprendió que para ser un gran mago había que inventarse un nombre más inglés, y como se llamaba Andrés Mar, pasó a anunciarse como ilusionista con la denominación profesional de Andy Sea.
Era fabuloso con las cartas y el sombrero. De su sombrero de copa no surgían palomas y conejitos blancos, sino avestruces y cerdos. Su bellísima ayudante, Gloria Cielo –Glory Sky-, falleció apenas diez días después de ser contratada. Andy Sea dominaba los naipes y los sombreros, pero no trabajó en exceso el truco del baúl con mujer dentro. Un truco, que hoy día, abuchean hasta los niños pequeños. Glory se introducía en un baúl, Andy Sea tomaba entre sus manos una sierra, partía el baúl por la mitad, y Glory aparecía sonriente con su minivestido de lentejuelas cuando todos los espectadores la daban por muerta. Más o menos salió del trance en sus primeras exhibiciones, pero en Villa del Prado, durante la fiesta de la vendimia, erró en el truco. Glory se metió en el baúl, Andy Sea lo serró partiéndolo en dos partes, y Glory falleció en el acto, terriblemente mutilada. Andy Sea demostró que había sido un mal cálculo, y fue absuelto por la Justicia, si bien en la sentencia se le prohibía seguir ejerciendo su profesión de mago.
Andy Sea era un joven enamoradizo y cordial, y no podía reprimir las lágrimas cuando recordaba la visión del cuerpo de Glory Sky rebanado a la altura del ombligo.
Diez años más tarde, se le permitió actuar de nuevo. Lo malo es que no encontró a ninguna mujer dispuesta a trabajar a sus órdenes, de ayudante. El público festivo se cansó de sus trucos con las barajas y de ver cómo sacaba cerdos de cincuenta kilos de su sombrero de copa. Y preparó el gran número de su vida. «El Hombre Fuego».
Inauguró su novedoso y arriesgado número en Buitrago de Lozoya. El cartel publicitario era terrorífico. Andy Sea devorado por las llamas. Pero sólo se trataba de un truco, de un número genial, de un invento que podía hacerle millonario siempre que aceptara trabajar a más de 100 kilómetros a la redonda de Madrid. Buitrago de Lozoya se halla en un precioso valle al pie de Somosierra, a 76 kilómetros. Y aceptó.
«¡¡¡Por primera vez en la Historia Universal de la Magia, Andy Sea se convertirá en el “Hombre Fuego!!!, anunció con voz cantarina el presentador del acto. Ovación indescriptible. Andy surgió de las bambalinas con una elegante capa negra. Muy piano, piano, se deshizo de la capa, y apareció casi desnudo, cubierto tan sólo por unos calzoncillos ajustados marca “Monflorit». La mencionada marca se había hecho cargo de sus honorarios y lógicamente, Andy Sea paseó por el escenario con los calzoncillos de su patrocinador, mostrando paquete.
Bien paseado, y con el público en silencio, Andy Sea, se roció el cuerpo con un supuesto líquido inflamable.
El público, en pavoroso silencio.
Extrajo de sus calzoncillos «Monflorit» una caja de cerillas, prendió una de ellas, y comenzó a arder. El Público rompió en una ovación atronadora. Ovación que impidió oir los alaridos de Andy Sea, que por otra parte, parecían ser un añadido dramático del número. Cuando llegaron los bomberos, no quedaba de Andy Sea ni una uña. Todo era un montón de cenizas.
La gente creía que Andy Sea aparecería de nuevo con su capa y sus calzoncillos «Monflorit» y que lo de los bomberos también formaba parte del espectáculo. Cuando llegó el juez de guardia y los funcionarios de la funeraria «La Muerte Dichosa», el público se escamó.
Andy Sea había fallecido abrasado.
Es lo lógico cuando se prende fuego a un cuerpo rociado de gasolina.
Esto es el relato de un hecho veraz.
Y no puedo arreglarlo.
Lo siento de veras.