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GaleanaEdurne Uriarte

Pero ¿qué es el discurso del odio?

Hay formas más sutiles del lenguaje del odio que practica la izquierda como es el uso del término «ultra» para fomentar el odio hacia determinados líderes y partidos

Actualizada 01:30

Es asombroso el descarado sesgo que practica la izquierda con el discurso del odio. Tanto para escandalizarse como para denunciarlo. Se ha indignado por el discurso del odio en redes sociales tras el asesinato de un niño en Mocejón, y con razón, porque ese discurso del odio contra los inmigrantes ha existido y ha sido terrible. Pero calla y se muestra indiferente ante otros muchos discursos del odio, alentados por la propia izquierda o por el nacionalismo. Desde los que defienden a los asesinos terroristas hasta los que fomentan el odio hacia la Iglesia católica y los católicos.

Estamos todos de acuerdo en que debemos combatir los discursos del odio. Pero todos ellos. Y he ahí el problema, que algunos solo son capaces de reconocer determinado tipo de discursos del odio, pero se tapan los ojos ante otros, o los practican ellos mismos. Por ejemplo, no he oído una sola palabra de indignación de la izquierda ante el discurso de la actriz Itziar Ituño como pregonera de las fiestas de Bilbao deseando la vuelta a casa de sus queridos asesinos etarras. ¿O eso no es discurso de odio contra todas las víctimas del terrorismo? ¿Pero sí lo sería contra las víctimas de la violencia de género si esa actriz dijera lo mismo de sus asesinos?

Pero hay además otras formas más sutiles de lenguaje del odio que practica profusamente la izquierda. Y el uso del término «ultra» es una excelente muestra de ese lenguaje que fomenta el rechazo hacia determinados grupos políticos. Porque ultra es un adjetivo que se utiliza habitualmente para aumentar la carga negativa sobre algunos partidos y líderes. Para enfatizar que sus posiciones serían peligrosas, brutales o amenazadoras para la libertad, la democracia o el progreso. Mientras que el concepto de radical, o el de extremista, puede usarse para indicar solamente una posición más a la izquierda o a la derecha de otros partidos, el concepto de ultra apunta al mal, al miedo.

Pues bien, son constantes en los medios de izquierdas los titulares que anteceden con el adjetivo ultra la mención a políticos y partidos de derechas, mientras que los nacionalistas o los de extrema izquierda jamás son calificados ni como ultras ni como ninguna otra cosa. Como mucho, a algunos, como a Otegi, los llaman «abertzales», es decir, patriotas, adoptando el término positivo que han propuesto los propios nacionalistas.

Pedro Sánchez se atragantará cualquier día de estos con la palabra ultra de tanto como la repite. Y eso es discurso del odio. Porque tiene una clara finalidad: fomentar el rechazo, el miedo y el odio hacia determinados grupos y líderes políticos. Nada tiene que ver con identificar posiciones políticas. Si fuera así, tendría que aplicar el término igualmente a los socialistas y redoblarlo con los votantes de Sumar, de Podemos y de Bildu. Porque hay un 29 por ciento de votantes socialistas que dicen ser extremistas (de izquierdas), y nada menos que un 45 por ciento de votantes de Sumar y un 63 por ciento de votantes de Bildu, mientras que los votantes del PP que dicen identificarse con posiciones extremistas (de derechas) son un 23 por ciento, y los de Vox, un 33 por ciento, es decir, a la par de los socialistas (Encuesta postelectoral Elecciones Europeas del CIS).

A unos, la izquierda los llama progresistas, a otros, ultras. Puro lenguaje del odio.

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