La mentira lo pudre todo, Pedro
Has ido tan lejos que haces que hasta un chisgarabís como Page nos parezca Winston Churchill. Que ya es decir
La sonrisa postiza, más forzada que aquel viejo Seat 127 que tuve de chaval cuando le tocaba subir el puerto del Manzanal. El porte habitual de suficiencia narcisista, embutido en los vaqueros ceñidos de los sábados de arenga (qué moderno, qué guapo y qué alto soy y qué bien me queda el moreno de La Mareta). Enfrente, la aplatanada grey sumisa de Ferraz, que entre su país y sus carguitos ha elegido, por supuesto, los carguitos.
Solo un extenuado Lambán, con una dignidad que emocionaba por estar en lo más crudo de su enfermedad, y Page, que por una vez tuvo arrestos, osaron a soltarte la estruendosa verdad: el cupo catalán es insolidario e inconstitucional y estás liquidando la igualdad, teórica gran enseña de la izquierda.
Crees, Pedro, que levitas sobre el bien y el mal, con barra libre para todo. Y sin embargo no dejas de ser un jactancioso peso pluma, que se limita a ganar tiempo flotando en una balsa inflada de engaño y de traiciones a la nación que prometiste servir.
Seguirás contando tu granero de votos, por supuesto. Habéis conseguido que el odio de una parte del público a la alternancia –«que no gobierne jamás la derecha»– se anteponga a todo argumento y toda apelación a los hechos. Pero cuando los académicos del futuro acometan un balance ecuánime, aparecerás como una insólita infección moral que enrareció la vida pública al haber dado carta blanca a la mentira. Has querido convertir el engaño en una estrategia homologable. Y eso es lo peor de tu legado, por tratarse de la piedra angular sobre la que se ha levantado una montaña de podredumbre política.
A tus votantes les vale todo. Ya lo sabemos. ¡Que no venga Vox! (y si no existiese Vox, sería el PP). Pero a los observadores que no estamos en la secta todavía nos queda –por ahora– el raro privilegio de pensar y discrepar. Y todo lo que ibas soltando en Ferraz se desplomaba sobre el suelo de lo falsario según salía de tu boca.
Empezaste con un poco de victimismo teatrero: «Gobernar puede ser muy duro cuando atacan con mentiras a los que quieres», exclamabas compungido, con ojillos de cordero degollado. Evocaste aquellos cinco días de retiro, asegurando que sospesaste tirar la toalla. Ni de coña. Ni por un segundo. Fue solo una cortina de humo para afianzarte en el poder cuando emergía la ola de roña de Ábalos y de tus familiares. Un montaje para el que utilizaste incluso al Rey, obligándolo a departir sobre una dimisión que fue siempre un globo sonda.
Aseguras serio y enfático que el debate sobre la financiación «es una cuestión de modelos, no de territorios». Mentira. Lo que tú has planteado es un puro asunto de territorios, pues primas a una región con el dinero que detraes a las demás solo para comprarle a tu partido un Gobierno autonómico (y rindiéndote de paso a la cantinela de un victimismo antiespañol de médula supremacista). No hay más. Resaltas como justificación que habrá más dinero para todas las regiones. Pero comportándote como un trilero evitas detallar que para Cataluña serán 13.200 millones más y para las comunidades restantes, solo 800 millones. También eludes otra verdad: nos vas a abrasar a impuestos para pagar tu peaje a los separatistas.
Criticas «los bulos y las fake news», cuando eres el maestro supremo. Con rostro de alma pura y ofendida, apuntas que «los socialistas siempre hemos ejercido la oposición desde el respecto y la consideración». Cuando no paráis de insultar y de amenazar, cuando ese matón que has sentado en un ministerio se ha convertido en una máquina de ofender, cuando tú mismo postulas «un muro» contra tus adversarios e insultas a los que no te votan como «fachosfera».
Presumes de los datos de empleo, cuando los estudios independientes han establecido que has borrado 750.000 parados mediante una manipulación semántica. Presumes de la gestión contra la pandemia, que fue una mezcla de abuso de poder (dos condenas del TC por encerrarnos inconstitucionalmente), mentiras (comité de experto, datos falsos de análisis, cifras de muertos maquilladas), y cuando te echaste a un lado y traspasaste el problema a las autonomías cuando te desbordó por tu incompetencia.
Hablas de que «hay Gobierno para largo», cuando pendes del capricho del pulgar de ERC y Puigdemont, pues eres su rehén, porque así lo has querido, incluso a precio de ir vendiendo a España a plazos.
Pides a la oposición «que no intenten ganar con el fango lo que no consiguieron en las urnas», cuando lo cierto es que te ganaron las generales y que has perdido los cuatro últimos comicios en que hemos podidos votar todos los españoles (municipales, autonómicas, generales y europeas), porque la mayoría del público no te soporta, Pedro, porque no puedes ni pisar un bar sin una sinfonía de improperios.
Proclamas que «vamos a combatir la corrupción», cuando estás embadurnado en ella, con el escándalo de Ábalos, con tu infame fiscal general al borde de la imputación, cuando no has ofrecido ni una explicación sobre la situación de tu mujer y tu hermano, más allá de acosar y denunciar a un juez y ordenar a los tuyos que repitan como papagayos que «todo es falso».
En tu audacia anumérica incluso osas a soltar que «seguiremos consolidando las cuentas públicas», cachondeo fino, cuando has disparado la deuda gastando sin tasa y cuando lo que escurres bajo la alfombra nos hará temblar el día que se destape.
La mentira lo pudre todo, Pedro. No hemos sabido ponerle coto a tiempo y ahora esa carcoma corroe el sistema, bien expandida por la ventaja propagandística que te otorga tu cuasi monopolio televisivo y el control de todas las instituciones del Estado. De todas: mangoneas desde el TC hasta Telefónica, pasando por la fiscalía, la presidencia del Supremo, el CIS, TVE, el Banco de España… Pero frente a tu voracidad de aliento autocrático, que no conoce límites, queda todavía el baluarte defensivo que la Corona, templada, cautelosa, pero que sigue ahí, y sobre todo, la voluntad de millones de españoles dispuestos a defender su libertad.
Has ido tan lejos, Pedro, que haces que hasta un chisgarabís como Page parezca Winston Churchill. Que ya es decir.