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Cosas que pasanAlfonso Ussía

La tumbona y remolona

Un tonto silencioso pasa desapercibido, pero una tonta habladora –ella, Marisú, la Belarra, Irene Montero, y otras que ocuparían el espacio de este amable artículo–, siempre caen en la autodelación

Actualizada 01:30

En el diccionario Esperanto-Español Español-Esperanto de Inglada Ors y Villanueva (José Espasa Editor, Barcelona 1907), se nos asegura que «madrugar» en esperanto se dice «frumateno o frumatene».

Pero el esperanto, como el batúa, también ha evolucionado, y ahora se dice de una manera completamente distinta. No se preocupen. No hagan caso de este preámbulo. Se trata de una majadería que sólo puede conducir al fondo y la forma del texto porque me lo ha inspirado una política con muchas «emes» que podría formar parte, sin esfuerzo alguno, de la relación de los Doscientos Cincuenta Políticos Más Tontos de España, más o menos en el puesto decimoctavo, que es posición muy valorada en la clasificación oficial. Mónica García, ministra de Sanidad sin competencias, abandonó su trabajo de anestesista durante la pandemia para dedicarse enteramente a la política. En los hospitales se madruga y en la política, no. Es decir, que no es tan tonta en sus objetivos, pero sí en el uso de su verborrea, que siempre termina por traicionarla. Un tonto silencioso pasa desapercibido, pero una tonta habladora –ella, Marisú, la Belarra, Irene Montero, y otras que ocuparían el espacio de este amable artículo–, siempre caen en la autodelación. Ahora, para justificar su deserción en la anestesiología en hospital público, trabajo que exige del esfuerzo de madrugar, ha soltado las siguientes tonterías:

«Madrugar no garantiza el éxito. Es perjudicial para la salud y la sociedad».

Sabíamos que no madrugaba y que no daba con un palo al agua, pero de ahí a reconocerlo en pleno desempeño de una cartera ministerial, media largo trecho entre la imprudencia y la desfachatez con la presuntuosa bobada. Madrugar no garantiza el éxito, pero se trata de una obligación establecida por el horario del trabajo. De un cumplimiento. Y que resulta perjudicial para la salud y la sociedad, tiene miga. Si eso lo dice una ministra, su obligación es exponer a renglón seguida la explicación que merece tan original denuncia. Y al mismo tiempo, simultáneamente, establecer el baremo recomendado a la sociedad para que no se sienta perjudicada cuando suena el despertador. Si el despertador se enloquece a las 11 de la mañana, la sociedad se beneficia. Los hospitales abren sus consultas al mediodía, los mercados abren sus tiendas a las 12,15, los servicios públicos y transportes no se mueven de sus hangares o cocheras hasta las 13 horas, y la sociedad, ante la laxitud y la indolencia, vive feliz e ilusionada, como ella. Pero no creo que madrugar sea antónimo de éxito. Decía don Juan March Ordinas, el fundador de la saga, porquero en su juventud mallorquina, que para tener éxito en los negocios se tiene que trabajar desde una hora antes que los demás y dejar de trabajar una hora después. El fundador de Planeta, don Jóse Manuel Lara Álvarez, opinaba que un negocio que no permite que el presidente llegue a su despacho a las 11 de la mañana no es un buen negocio. Una visión muy particular y exclusiva. Porque, para llegar a su despacho de Planeta a las 11 de la mañana, Jóse Manuel Lara tuvo que madrugar durante cincuenta años de su vida, y formar el equipo que le permitía ocupar su despacho a las once de la mañana, a sabiendas de que su equipo, desde las primeras horas de la mañana, trabajaba siguiendo sus instrucciones. Don Emilio Botín citó a un director general del Banco de Santander a las seis y media. Lógicamente, el director general le preguntó: –¿De la tarde?–; y don Emilio, gesticulando con decepción le respondió: –De la mañana. Si yo me levanto, se levanta usted–.

El agricultor, el pescador, el ganadero, el carpintero, el médico, el ingeniero, el profesor y el alumno, madrugan. Los dirigentes sindicales y la ministra de Sanidad no lo hacen en beneficio de la sociedad, y eso hay que agradecérselo. Pero tendrían que ser más discretos en su generosidad social. El Refranero Español de Rodríguez Marín dedica más de doscientos refranes, contradictorios, a las bondades y defectos de abandonar el sobre a tempranas horas de la mañana. Se trata de la sabiduría popular, y son más los partidarios de no pegar sello que cumplir con sus obligaciones.

Una ministra puede ser más vaga que la chaqueta de un guardia, que nunca he entendido lo que tiene que ver la chaqueta de un guardia con la vagancia, pero ahí está el dicho popular. Mónica, madre, mema, ministra y mucho más, es una vaga que ha encontrado su sitio. Un ministerio cuyas responsabilidades están plenamente transferidas a las autonomías. Un ministerio con un coche oficial, el de ella. Pero su longitud de lengua ha traicionado su molicie. Ya ha reconocido lo que todos sabíamos. Que no sirve para nada.

Al menos, le deseamos que duerma mucho y bien.

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