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Un mundo felizJaume Vives

La parida de la paridad

La paridad, además de una parida, es una falta de respeto hacia las que forman parte de la cuota pero también hacia las que han participado sin necesidad de cuotas

Actualizada 01:30

Existe una persona y no me atrevo a decir a qué sexo pertenece porque, aunque se identifica con algo raro, no quisiera yo referirme a ella de un modo que no se correspondiera con la realidad —extraordinariamente camuflada en su caso—, la cual ha decidido retirarse del jurado cinematográfico de la sección Brigadoon del Festival de Cine de Sitges porque, a su parecer, no había suficientes hembras y personas no binarias entre los seleccionados.

Hablamos de una persona superdivertida (aunque no lo sea voluntariamente), que pide a quienes se dirigen a ella, lo hagan con uno de esos pronombres inventados que suena especialmente ridículo en catalán: Elli (el equivalente a elle). La presentan como «critiqui de cinema». De tan cuqui que sueni a uni li entrin ganis di llirir.

Espero que esto sirva para inhabilitarla muchos años como jurado de cualquier certamen. Una persona que mira las partes nobles de los concursantes y no su obra tiene algo en la azotea que no funciona muy bien.

Si el jurado tuviera que valorar una partida de Furor de chicos contra chicas (y chiquis), entonces sí tendría que haber una proporción parecida de machos y hembras para que la cosa estuviera igualada y tuviera gracia el asunto.

Pero, si de lo que se trata es de valorar una película, no hace falta mirar debajo de la ropa para que la competición esté igualada. Es suficiente con sentarse en la butaca, darle al play y que gane quien haya hecho la mejor película (aunque todos sean hombres heteropatriarcales, normativos, tóxicos y con masculinidad frágil).

La paridad, además de una parida, es una falta de respeto hacia las que forman parte de la cuota, pero también hacia las que han participado sin necesidad de cuotas. Se mire por donde se mire es una tontería tan grande que justificaría una invasión militar por tierra, mar y aire. Igual que si nos obligaran a colocar a negros, turolenses, homosexuales o mancos en determinados puestos. Que, pensándolo bien, ya sucede.

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