Educar a los hijos es imposible
Además nadie nos enseña a ser padres, se aprende principalmente siéndolo y viendo a otros que lo son. Pero para eso hace falta tener hijos y amigos (de muy diversas edades) que los tengan y compartir momentos con ellos
Conseguir que tu hijo juegue bien al fútbol es fácil, que aprenda a tocar un instrumento también, que sepa comer con educación cuesta más pero también se puede lograr. Pero educarlo, eso ya es imposible.
Que sepa amarse a sí mismo y amar a los demás, darle criterios para que pueda relacionarse y enfrentarse al mundo, ayudarlo a entenderse y ordenarse, o vacunarlo contra la frivolidad, es harina de otro costal.
Y es imposible principalmente porque en casa muchas veces no tiene un ejemplo, la escuela no está dispuesta, en el mejor de los casos, a luchar por proteger su inocencia, los programas de televisión, supuestamente infantiles, están pensados para arrebatársela y el ocio que se le ofrece lo ayuda a disociarse.
Tampoco ayuda que los padres apenas tengan tiempo para estar con los hijos. Con un poco de suerte cuando llegan a casa todavía no han cenado y eso posibilita un rato de conversación, aunque muchos padres tienen que conformarse con darles un beso en la frente cuando llegan del trabajo y ya están dormidos.
Además nadie nos enseña a ser padres, se aprende principalmente siéndolo y viendo a otros que lo son. Pero para eso hace falta tener hijos y amigos (de muy diversas edades) que los tengan y compartir momentos con ellos.
El otro día, en una charla a un grupo de veinte matrimonios con casi cien retoños, –estábamos de convivencias–, José María Alsina se atrevió a recordarnos eso mismo. Que nos iba a ser imposible educar a todos esos niños que correteaban por allí, ¡nuestros hijos!
Ante la ausencia de referentes, lo fácil es dejarse llevar por la moda imperante, por los métodos pedagógicos y los panfletos de supuestos expertos. Siempre es más cómodo dejarse llevar por el curso del agua que nadar a contracorriente. Es más confortable tumbarse en el sofá que inclinarse frente a la mesa del escritorio.
Fabrice Hadjadj en su libro ¿Qué es una familia?, haciendo un juego de palabras, ya alerta del peligro de haber sustituido la table (mesa) por la tablet.
Pero nos decía también José María Alsina que todos esos inconvenientes no debían llevarnos al quietismo. Que precisamente por ser una tarea imposible la educación de nuestros hijos, debemos rezar mucho, con el fin de, –igual que en todas las cosas de la vida–, lo que por nosotros mismos somos incapaces de lograr, con el auxilio de Dios sí podamos conseguirlo.
El rosario en familia puede ser un buen punto de partida. Reúne a la familia, y lo hace poniendo en el centro al Señor y a la Virgen y mostrando a los hijos que hay una autoridad superior a la que los padres también obedecen y a la que gustosamente se someten.