Míster DANA y Miss Software
Se creen los Kennedy pero no pasan de los Roper, con unas ínfulas de poder sin precedentes conocidos
No se pueden decir demasiadas cosas buenas de la pareja presidencial, pero sí una: se han mimetizado con el poder como nadie antes en La Moncloa, que consideran una especie de propiedad y no un alquiler efímero. Y desde ese lustroso trono consideran, claro, que el Estado es un mayordomo y todo lo que en él no ejerce de servicio ha de ser inutilizado.
Con Sánchez los tics autoritarios son tan frecuentes como cada vez menos discretos: hay que tenerlos cuadrados, o hexagonales, para presentarse en un pueblo arrasado y abandonado y, como gran legado, dejar una operación de la unidad de élite de la Guardia Civil para detener a tres peligrosos nazis que, en realidad, eran paisanos indignados por su repentina miseria.
Y en esa línea opera Begoña Gómez, que le ha dicho al juez Peinado que se espere con su citación por una querella de algo sobre no sé qué apropiación de no sé cuánto, como si la chusma tuviera derecho a opinar cuáles son sus propiedades y qué le sale del moño hacer con ellas.
La excusa no puede ser más oportuna para definir a nuestros Kennedy de extrarradio, percibidos como Bonnie and Clyde por ese peligroso fascismo al que no hace tanto llamábamos pueblo: tiene que ir al G-20 en Brasil, por invitación expresa de expresidiario Lula y de su esposa, que tampoco debe ser manca.
Una de las primeras cosas que perdía antes el político era su apego por la calle, de la que solía proceder: pasar la prueba del coche oficial, la moqueta cara y el despacho con vistas a la Castellana era difícil y, con el tiempo, perdían la perspectiva, dejaban de saber a cuánto estaba el café y se aburrían en el contacto con el ciudadano, ese incordio cuyo único papel ha de ser votar lo correcto cada cuatro años.
Ahora ese proceso ha desaparecido porque el político moderno desembarca en la limusina y el Falcon sin haber hecho la pretemporada en el barrio: Sánchez, nuestro Pedro, no ha trabajado en nada que no sea político, escalando desde el primigenio puesto de asesor europeo hasta el de presidente del Gobierno, pisando algunas cabezas y dejándose la suya en el camino.
Y Begoña se dedicaba, al parecer, a la contabilidad en el sector del relax, poco compatible con el conocimiento del mundo real: allí todo ocurría de noche y desnudos, cuando la vida transcurre de día y con algún trapo para tapar las vergüenzas.
El caso es que Míster Dana y Miss Software se han pasado una vez más el civismo inherente a su posición por el arco del triunfo: el uno huyendo de España para hablar del clima en pleno desastre climático. Y la otra eligiendo el mismo destino que el Dioni para plantar a un juez decente, pues resiste todas las balas del equipo nacional de Opinión Sincronizada sin perder el rictus.
De los nuevos ricos hay amplia literatura, pero los nuevos poderosos eran toda una incógnita hasta que llegaron a nuestras vidas los Roper y se sintieron los Onassis. Entonces hemos visto cómo hay algo peor que perder la perspectiva: no haberla tenido nunca y creer que todo el mundo conduce en dirección contraria cuando, en realidad, tú eres un kamikaze. Luego se quejarán del golpe, pero solo cabe esperar que las víctimas no sean quienes circulaban correctamente.