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El puntalAntonio Jiménez

El señor Lobo pasó por la Fiscalía de don Alvarone

En el «sanchismo» ya nada es lo que realmente es sino lo que parece a los ojos del felón y su cohorte política y mediática. Todo son bulos y ninguna certeza por más que las evidencias y las pruebas se amontonen contra ellos en los juzgados y en las redacciones de los medios críticos

Actualizada 01:30

Una mezcla de estupefacción, indignación y carcajada descontrolada es lo que provocaron las declaraciones de Sánchez en Bruselas interpretando el borrado de mensajes del móvil de Don Alvarone como la prueba del algodón de que no se ciscó en el Código Penal revelando secreto alguno sobre el caso del novio de Ayuso. El felón fue más lejos aún al exigir, incluso, que «los medios conservadores pidieran perdón por acusar sin pruebas» (sic) a su valido al frente de la Fiscalía General del Estado. «Elevemos el debate público y exijamos a los acusadores sin pruebas, porque ahora se demuestra que no hay pruebas, que pidan disculpas y asuman su responsabilidad. La infamia y la acusación sin pruebas no pueden ser gratis», sostuvo el autócrata, no sin cierta ironía y una leve sonrisa algo nerviosa que en el fondo denotaba que ni él mismo se creía lo que estaba diciendo.

La psicopatía del personaje aflora con más evidencia que nunca en este asunto al mostrarse fuera de la realidad y tomando a los ciudadanos por idiotas. El realismo mágico en el que se ha instalado Sánchez, convirtiendo a España en su Macondo particular, haría las delicias de Gabriel García Márquez. En el «sanchismo» ya nada es lo que realmente es sino lo que parece a los ojos del felón y su cohorte política y mediática. Todo son bulos y ninguna certeza por más que las evidencias y las pruebas se amontonen contra ellos en los juzgados y en las redacciones de los medios críticos.

La desaparición de los mensajes clave del móvil del fiscal general del Estado, casualmente, los días en que se produjo la filtración del documento secreto de la pareja de Ayuso sobre sus negociaciones con Hacienda y la Fiscalía, no solo no exculpa a Don Alvarone como inútilmente pretende convencernos Sánchez, sino que refuerzan los indicios delictivos por los que el Supremo le investiga y que a partir de ahora debería ampliar también por una supuesta destrucción de pruebas. Corresponde al Supremo localizar al señor Lobo de don Alvarone que como el inquietante personaje flemático de Tarantino en Pulp Fiction se encargaba de limpiar el rastro criminal y sanguinolento dejado por los pistoleros de la mafia.

En el móvil de don Alvarone no había mensajes, no porque no los hubiera enviado y recibido esos días de sus colaboradores inmediatos y acaso de Moncloa, es un suponer, sino por que sencillamente alguien los borró, los eliminó, de forma intencionada. «Cherchez» al señor Lobo. (Buscad al señor Lobo)

Esto me recuerda , salvando las distancias y el tiempo transcurrido , la investigación judicial y en el Senado de los Estados Unidos en 1973 contra el presidente Richard Nixon por el escándalo de espionaje de los republicanos en el cuartel general de los demócratas en Washington , conocido como el caso Watergate. Nixon tuvo que aportar todas las cintas de audio que contenían las grabaciones de sus conversaciones en el Despacho Oval de la Casa Blanca , descubriéndose que había un sospechoso y silencioso vacío de 18 minutos y 30 segundos en las grabaciones. El juez Sirica ordenó investigar el vacío, aclarándose que esos minutos en silencio de las cintas no se habían producido por un defecto de la grabación sino por un borrado que la secretaria de Nixon, posteriormente, dijo que había causado por error, cosa que no persuadió al juez convencido de la intencionalidad del acto. Nixon terminó dimitiendo un año después. Y es que cuando el ánade vuela, grazna y nada como un pato es porque es un pato.

Don Alvarone podrá esgrimir en su defensa supuestos y peregrinos protocolos de seguridad en la Fiscalía o cambios de terminal, para justificar el silencio de su móvil los días de autos, pero no podrá eludir la sospecha sobre un borrado intencionado con el propósito de hacer desaparecer pruebas comprometedoras sobre su implicación y la de otros más arriba, (¿acaso también Sánchez de quien depende la Fiscalía, con algún mensaje?), en la interesada filtración con fines políticos del citado documento secreto.

La UCO, en su informe sobre el volcado del móvil del ex secretario general socialista madrileño Juan Lobato, deja muy claro que hubo una estrategia política concertada y coordinada entre Moncloa y Ferraz, sede del PSOE, para atacar a Isabel Díaz Ayuso aprovechando el caso de su novio. Se demuestra una vez más como Sánchez, en su patológica obsesión contra la presidenta de la Comunidad de Madrid, no dudó en utilizar los recursos del Estado en beneficio suyo y de su partido para intentar eliminar a una adversaria política. La situación democráticamente no puede ser más bochornosa . Tenemos a un fiscal general del Estado encastillado que, lejos de dimitir y colaborar con la Justicia como le corresponde a él más que a nadie, actúa supuestamente de mala fe y de forma tramposa, eliminando pruebas, junto a un presidente de Gobierno decididamente recluido en el búnker de la Moncloa para resistir hasta el infinito y más allá mientras sigue imparable en su deriva autocrática.

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